
Si a alguien se le ocurre ver por primera vez un partido de fútbol rodeado de gente que sabe del tema, debe tener bien en claro una máxima: por nada del mundo grite un gol antes de que este se concrete
Sergio Ojeda recibió la pelota unos metros delante de la línea central del campo de juego del estadio Nuevo Francisco Urbano. Estudiantes -su equipo- perdía con Deportivo Morón y lo ahogaba la cuenta regresiva. El Bocha sabía que en sus pies estaba la última bola del partido. Levanto la cabeza en la clásica postura del central que se apresta a tirar un centro bombeado al área. El esférico sobrevoló la tarde bonaerense y cayó en el vértice izquierdo del área local. Cuatro jugadores fueron a buscar el envío, chocaron en el aire y el útil quedó picando casi en el mismo lugar. Para esa altura del partido, Juan Antonini ya estaba jugando de centrodelantero bis. La lógica ilógica del fútbol hace que siempre que hay un defensor camuflado de atacante sobre el final del encuentro, sea él que tenga la chance de convertir en esa oportunidad final.
En Río Cuarto, en una habitación, Martín y Andrés miran el partido en una computadora gamer. Ven picar el balón en el área y de manera coreográfica levantan los brazos. Aprestan la garganta para gritar. Abren la boca de manera circular. Se levantan de la silla tres centímetros.
Antonini arremete contra ese balón que pica y se vuelve gema. Arquea el cuerpo para sacar el remate de derecha e impacta la pelota. El tiro sale bajo y cruzado.
Martín ve salir el balón del pie de Antonini y no se aguanta. Se adelanta unas milésimas. Cuando la pelota supera la estirada del arquero de Deportivo Morón el grito se le sale. Las tres letras se escuchan claramente: “Gol”.
La pelota continúa su rumbo ante la atenta mirada de los jugadores. Sale de la cancha a centímetros del palo derecho de Salva. Los de Morón respiran, los de Estudiantes se agarran la cabeza. “¡No lo griteeeeeesssss!”, resuena la voz de Andrés en la habitación. Aplica un coscorrón en la cabeza de su amigo para que el concepto ingrese mejor.
Es una máxima del fútbol -una Deporpedia-: los goles no se gritan antes de que efectivamente se produzcan. Si el grito se anticipa, el gol no se produce. Existe una relación causal entre el alarido anticipado y la no concreción del gol.
Se sabe, el fútbol no es una ciencia exacta y muchas de sus teorías no están escritas en ningún lado, como es el caso de la que estamos detallando aquí. Tampoco hay indicios de quien fue el autor o quien la pronunció primero. No hay claridad sobre los supuestos en los que se basa esta idea de que gritar un gol antes impide su concreción.
Algunos atribuyen esa relación a cuestiones teológicas. Son los que profesan la existencia de una especie de entelequia que rige los destinos de la pelota, algo así como un dios. Estos suponen que este ser omnipotente castiga a los ansiosos. Gritar el gol antes es anticiparse a sus designios y por eso, al escuchar el alarido, desvía a la pelota del arco o le da facultades extraordinarias a los arqueros.
Dentro de esta corriente, aunque de otra vertiente más animista, están aquellos que creen que la pelota es un ser viviente en sí. Dicen que es el esférico el que decide lo que pasa en la cancha. Hablan de la “caprichosa” para referirse a ese objeto de cuero sintético -u otro material- inflado con aire. Sostienen, incluso, que la bola se enoja si se la maltrata y hasta le hace bromas a jugadores e hinchas. Así, al escuchar que alguien anticipa un gol, decide dejarlo en offside, cambiando de dirección repentinamente.
Existen también justificaciones más mundanas que recurren a la superstición, las tan mentadas “cábalas”. Se cree que sí alguien grita antes el gol, la pelota no entra. Así de simple, así de sencillo.
Alejados de todas esas conjeturas esotéricas, los más cientificistas sostienen que no hay una relación lógica entre las variables. De hecho, no hay ningún estudio que haya arrojado algún tipo de prueba irrefutable respecto de que por gritar un gol anticipadamente, este no se concrete. Incluso es difícil hacer un experimento sobre el tema, porque no es posible tener un control claro sobre la muestra ¿Cómo hacer para estar atento a que alguien grite antes un gol en partidos que tienen millones de televidentes y tribunas abarrotadas? Estos descreídos de todo aquello que no tenga fundamentos medibles, atribuyen la creación de esta máxima a una costumbre, es decir una práctica tradicional dentro de una cultura. En este caso la futbolera. Es una manera de expiar la frustración por el gol que no fue. De paso, encontrar un culpable y una respuesta ante eso que los ojos no quieren ver.
Teorías al margen, si quien lee estas palabras no estaba al tanto de esta premisa, apréndala bien si no se quiere llevar un coscorrón, como el atolondrado Martín. En el fútbol los goles no se gritan antes.
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