Sobredosis

Y un día pasó, el autor de estas líneas se hartó del fútbol ¿Cómo pudo pasar que alguien que organizaba sus días de acuerdo al ruedo de la pelota, hoy no resiste verla aparecer en pantalla?

Me cansé de lo que nunca creí que me iba a cansar. Me hastié del fútbol. No quiero ver rodar una pelota nunca más. Siempre creí que ese vicio -junto al del café- me iba a acompañar toda la vida. Pero el otro día me di cuenta que solo me quedará el amargo brebaje negro.

Caí en la ficha cuando en vez de ver Manchester City – Real Madrid elegí poner un capítulo de Cobra Kai. De repente me observé a mí mismo optando por karatecas entrados en años en vez de un partido entre dos de los mejores equipos del mundo. Elegí un guionado duelo de patadas entre Lawrence y LaRusso en vez de un Haaland – Mbappé.

“Debe ser una sobredosis”, me dijo mi compañera mientras veíamos juntos a adolescentes estereotipados practicando la técnica de pulir y encerar. Más allá del tono burlón con el que la pronunció, quizás no sea una mala hipótesis. Es probable que la razón de mi hartazgo tenga que ver con la cantidad de fútbol que hay en todas partes. Uno prende la tele un lunes a las dos de la tarde y hay fútbol. Las maratones de partidos que antes eran los fines de semana, ahora se pueden hacer 24/7. Vas de Deportivo Riestra – Sarmiento de Junín a The Strongest – Bahía, pasando por Milan – Feyenoord.

Como buen argentino busqué culpables en otro lado. Obvio, el primero que se me vino a la mente fue Chiqui Tapia. El presidente de AFA y su sequito cranearon este torneo superpoblado de partidos para los que no alcanza un fin de semana. Se juega día sí y día también. Encima lo dividieron en dos grupos, con juegos interzonales difíciles de entender y algunos clásicos que no son clásicos. Para mayor confusión de quien escribe, en el medio está la Copa Argentina.

Ojo, el Chiqui no es el único responsable. Como no le gusta quedarse fuera de ningún negocio, la FIFA inventó ese engendro llamado mundial de clubes. Un torneo que suma partidos a un calendario ya rebalsado y obliga a las ligas a apelotonar sus torneos. Así, una fecha de la Premier League termina un lunes y la otra empieza el martes.     

Para colmo a Europa se le dio por copiar malas ideas y arregló lo que no estaba roto. Con la idea de innovar (sumar equipos y mercados), cambiaron el formato de la Champions League y la convirtieron en un laberinto dantesco. Entender el sistema de juego es más complicado que seguir la trama de Verano del 98 (Para los nacidos después del 2000, fue una novela televisiva que duró como tres años). Debe ser la primera vez en la historia que el autor de estas líneas no vio casi nada de la primera fase. Y eso que hubo más partidos que antes.

“Me pasa lo mismo con la cerveza en verano”, me comentó Emilio, un amigo cuando le conté mi problema y agregó: “paso todo enero tomando y después no la puedo ni probar”. Me dice que la solución es probar otras cosas, mientras sostiene, con ese racimo de leberwurst a los que llama dedos, un vaso de fernet con coca transpirado por la condensación. Ante mi expresión meditabunda sigue con lo que el llama la teoría de la sobreabundancia: “En general algo que te gusta es algo que suele ser escaso. Algo que no pasa mucho o es difícil de conseguir. Por ejemplo las vacaciones. Si siempre tuviésemos vacaciones no serían lo mismo. -toma un trago para mantener la lengua activa- Con el fútbol a vos te pasa eso. Cuando éramos pibes estaba el codificado, había dos ESPN y un solo Fox Sports. Ahora tenés 35 canales, plataformas y hasta web piratas para ver hasta el ascenso de la liga uruguaya”.

La explicación, que mezcla conceptos de psicología y economía, tiene pinta de sólida. Hace unos años, el fútbol daba descansos. Había tiempo para regenerar el deseo. Hoy no el fútbol no se extraña. Quizás por eso, al volver a casa después de hablar con mi amigo, elegí otra vez a los discípulos de Daniel-san en vez de a los de Fernando Gago.

Del autor  

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