El género es norma

¿Qué hace que se hable de injusticia cuando se ven diferencias de peso y aspecto entre dos atletas mujeres y no cuando un basquetbolista es 57 centímetros más alto que su rival? ¿Por qué una mujer debe probar que es una mujer? Hoy en Cienciando, retomamos a Judith Butler para hablar de la relación entre el género y el deporte

“Es una injusticia”, “No lo deberían permitir”, “No ven que es desigual”, vociferan miles de personas en los nuevos y los viejos medios de comunicación, cuando son testigos de un evento deportivo en el cual hay diferencias de peso o musculatura entre dos atletas mujeres. Incluso llegan a acusar a quien es más grande o más fuerte de “hombre”. Cuando existen 57 centímetros entre dos basquetbolistas hombres, esas voces no aparecen. No es injusto ni antideportivo. El más alto no es imputado. De hecho, nadie se arroga el derecho a opinar sobre su identidad de género.

El género no es esencia, es norma, suele decir Judith Butler. La filósofa estadounidense sostiene que el género no es algo que se pueda definir biológicamente, ni viene dado de antemano.  Es una categoría que se produce, no que se tiene. Se construye dentro de marcos culturales y sociales. El género no se trata de una definición individual. Es el marco social, colectivo y común, el que da sentido.

Al nacer, la persona es recibida por marcos normativos. En el caso del género, existen pautas de lógica binaria: se es hombre o se es mujer. Para determinar si uno encaja en uno u otro género, existe una convención que establece que ciertas características genéticas corresponden a lo femenino y otras al masculino. Poseer ciertos rasgos genitales hacen que uno sea clasificado. En el caso del deporte, los criterios que separan al hombre de la mujer están dados por la cantidad de nano moles de testosterona que tiene una persona en la sangre. Ahora, la relación entre esos atributos -la testosterona en sangre- y el género de una persona, es establecida de manera convencional.

Son estos marcos normativos los que primero se activan para decir que una mujer con exceso de testosterona, producida por una composición genética distinta, tiene una ventaja por sobre el resto. Ahora bien, si solo se trata de una cuestión biológica ¿por qué no se dice lo mismo cuando existen diferencias genéticas entre dos hombres? El nadador multimedallista Michael Phelps nació con los brazos desproporcionadamente más largos que la media, lo que le daba una gran ventaja respecto del resto de sus competidores. Esta situación nunca fue tildada de injusticia.

Hombres y mujeres estuvieron separados desde el comienzo en el deporte moderno. La actividad atlética se asoció a la norma de la masculinidad mucho antes que existiera la posibilidad de hablar de nano moles. En su libro “Antropología del deporte”, Susan Brownell señala que el deporte fue pensado para el hombre desde su origen. El hombre entendido como el “sexo fuerte” ocupó el centro de la deportividad. Su cuerpo estaba biológicamente preparado para llevarlo a cabo, el deporte lo mantenía sano de cuerpo y espíritu. Hacer deporte era una exigencia para la conformación de esa masculinidad.

La mujer, en tanto “sexo débil”, no tenía lugar dentro del campo. El suyo estaba en la tribuna, admirando al hombre. Su cuerpo estaba hecho para dar a luz. Hacer deporte no sólo pondría en riesgo esa función, sino que la deformaría, alejándola de lo que los cánones estéticos establecían como “bello”.

Los tiempos cambiaron, aunque no tanto. Las primeras apariciones de la mujer en el ámbito deportivo, se dieron solo en algunas disciplinas. El acceso se produjo en aquellas que se consideraban culturalmente como femeninas. Eran deportes aptos para la exigencia que podían tolerar sus cuerpos y en los que se destacaban sus cualidades de belleza: la gimnasia artística y el patinaje.

El siguiente paso fue su paulatino ingreso a las disciplinas que eran consideradas masculinas. La mujer empezó a tener acceso a nuevos deportes (atletismo, esgrima, natación) aunque esto no implicó la ruptura de lo binario. La separación entre ambos géneros quedó establecida, segmentando las competencias. Cada uno tiene sus propias categorías, establecidas con las mismas lógicas que antes determinaban la exclusión de lo femenino. El hombre puede lanzar más lejos, correr más rápido y saltar más alto. Las competencias mixtas no existían en un principio. Hoy hay disciplinas con eventos mixtos (tenis, tiro con arco, natación), pero son pocas y en general están planteadas en equipo: una mujer y un hombre, para compensar las diferencias.

Cuando las mujeres empiezan a romper las supuestas barreras físicas impuestas por el marco normativo, surgen los estudios médicos de certificación de sexo. Los exámenes, basados en la lógica de un discurso biológico, sirven para probar que las mujeres son efectivamente eso. Con determinados métodos (desde hacer una verificación ocular de los genitales, hasta análisis de sangre para constatar la cantidad de testosterona que posee un cuerpo) se busca hacer encajar un cuerpo en la categoría masculina o femenina.

Aun así, muchos de los que señalan la injusticia cuando ven diferencias entre dos atletas no tienen conocimientos sobre nano moles o criterios de elegibilidad. Es lo que ven lo que los pone en alerta. Observan un cuerpo femenino que no se ajusta a lo que la norma estética dice que debería ser una mujer. Para colmo, aparece en un ámbito que no debería ser el de la mujer y aún más, está aprovechándose de una ventaja física frente a una mujer, ese supuesto sexo débil que debe ser protegido.

La norma que establece lo que es una mujer es la que exige la exclusión de aquel cuerpo que no coincide con ella. Es la que exige que una mujer deba someterse a estudios médicos para probar que es una mujer y un hombre no. Es la que excluye a atletas trans de la mayoría de los deportes y es la que hace que se vea como injusta una diferencia de tamaño entre dos mujeres y no así la que hay entre un par de hombres.    

Del autor

Tinta Deportiva es un espacio que mira al deporte desde lugares diversos. En sus textos aparecen historias, relatos, números y voces que aportan ideas para pensar lo que pasa adentro, afuera y alrededor de una cancha. Se trata de una invitación a sumarse a una comunidad que comparte una perspectiva multiforme de lo que es el “deporte”. El contenido del blog está siempre disponible para todos aquellos que quieran curiosear y ver de qué se trata. Podés suscribirte y hacer un aporte de $150 para que este espacio siga creciendo.