
Ni para cholulo
"Es Echarri ese"Mardones descubrió que Buenos Aires tiene de todo, incluso famosos. La parte que no terminó de descifrar es como reaccionar frente a estas personas, sin provocarles miedo o incomodidad
“Ni para cholulo sirvo”
Mardones tardó unos 5 segundos en darse cuenta. Cuando reaccionó, la figura ya había desaparecido. De repente, se dio la sinapsis en su cerebro. El conocía a ese hombre que le había pedido permiso para pasar por la puerta del edificio en el que cursa su maestría. El sabía quien era esa persona de cabello entrecano, peinado para un costado, traje impecable y voz grave algo gastada. “¡Es Echarri!”, gritó en susurros. “¡Es Pablo Echarri!”, repitió, agitó sus brazos y miró a sus compañeras. Estas apenas si se interesaron en el actor que acababa de pasar. Las sorprendió más el caudal de expresiones que el riocuartense desplegó en menos de 30 segundos. “No te teníamos tan cholulo”, rieron. Más acostumbradas a toparse con personajes famosos no cayeron en la cuenta que, para el nacido en tierra adentro, estos encuentros trascendían por mucho lo cotidiano.
En Río Cuarto no hay “famosos”. La movida teatral es chica, la deportiva también y la mediática no existe. Todavía no hay influencers dando vuelta por las redes y si los hay, su promedio semanal de likes apenas si sobrepasa el millar. Se podría decir que el único que llamaría la atención caminando por la calle sería Pablo Aimar, pero ver al actual asistente de Scaloni en algún lugar público del Imperio es más difícil que ver a Milei pasear por la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA y casi tan improbable como ver a Riquelme cebarle un mate a Macri.
Ese encuentro con Pablo Echarri fue el primero de una decena de veces en los que Mardones se cruzó con personas que podrían catalogarse como famosas. Sus compañeros vieron como su cara adoptaba un color bermellón ante el pedido de disculpas de Boy Olmi (para los lectores sub 40, es el que le da vida a Sergio Bustamante en Rebelde Way, el maquiavélico padre del personaje de Benjamín Rojas). Estaban comiendo en una de esas pizzerías de calle Corrientes en las que las porciones miden dos dedos y medio de alto y son capaces de dejar transparente hasta el plato de la grasa que ostentan. El actor estaba sentado a las espaldas del riocuartense y al levantarse para ponerse su abrigo, lo golpeo en la cabeza. Cortés, se disculpo rápido y recibió los elogios de quienes estaban en la mesa con Mardones. Este, no atino más que a sonreír nervioso, invadido por ese calor tan particular que genera la vergüenza por no tener a mano una reacción.
Casi todas las situaciones fueron algo embarazosas. En parte por su falta de determinación a hacer algo. Atento a lo que pasaba a su alrededor, se daba cuenta de su presencia, pero no les pedía una foto o una firma para atesorar el encuentro. Tampoco los ignoraba, se quedaba viéndolos, con el recalculando del GPS dando vueltas por su cabeza. La duda de no saber que hacer lo dejaba en transe.
Al periodista Ernesto Tenembaum lo asustó de lo fijo que lo miraba. Tardó tanto en expresar su admiración, que el tipo no sabía si se le venía un halago o una puteada. Marcela Kloosterboer le sonrió desde la mesa de un bar, quizás incómoda por la manera en la que la espiaba de reojo. También le sonrió una influencer que creyó haber sido identificada, aunque él no tenía idea de quien era – “Eso pasa mucho”, le dijo después una compañera de Maestría-. A Nati Jota si la conoció, pero bajó la cabeza para evitar un contacto directo. “No vaya a ser que crea que soy un pajero”, pensó para adentro Mardones. “Sí, soy el que crees que soy”, reaccionó el filosofó Darío Sztajnszrajber al sentirse escrutado en la fila del cine Gaumont.
“Si no les vas a pedir una foto o un autógrafo ¿Para que los mirás?”, se reprochó en un bar de Palermo, al ver como se levantaban de la mesa contigua los hermanos Fonzi, tras otra interacción incómoda. Los reconoció al llegar, los miró lo suficiente como para que ellos lo notaran y después no volvió a posar sus ojos en esa dirección. “¡Que culiado! Ni para cholulo sirvo”, escribió Mardones en su libreta, pensando que podría servir de título de alguna crónica.
Del Autor
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