
En la semana del aniversario de su nacimiento, recordamos al doctor René Favaloro hablando de ese músculo que él cuidó como nadie y que es tan importante para el deporte
“¿Qué le hace falta a su equipo para dar vuelta el partido?” le preguntan al head coach de los Centinels, Jimmy McGinty (Gene Hackman), en la película Los suplentes después de un primer tiempo para el olvido. Sin detenerse en su caminata hacia el vestuario, el entrenador se golpea el pecho con el puño dos veces seguidas y responde: “Corazón”. Sin comprender, el periodista le pide que explique lo que quiere decir y el tipo agrega: “Jugar con Corazón”. El órgano cardíaco está presente en infinidad de metáforas y analogías. Su función vital le ha otorgado ese privilegio. De su bombeo constante depende que un cuerpo no se convierta en un bulto de carne y hueso en proceso de descomposición. En ese conjunto de fibras musculares se depositan símbolos como el amor, la pasión y el movimiento. Es el motor indispensable. Un reloj que se acelera y se aquieta marcando el ritmo de una vida. Es el que debe estar siempre caliente y el que debe complementar los fríos razonamientos del cerebro. “Mente fría, corazón caliente”, dice un viejo mantra.
Entre tantas odas y simbolismos, el corazón se volvió vital también en el deporte. Como los jugadores de McGinty, el deportista debe encarar sus desafíos con corazón. Debe jugar con pasión, debe demostrar que le corre sangre por las venas y, en definitiva, que está vivo. A veces es utilizado como un eufemismo pomposo del coloquial “huevo”, que se les exige generalmente a los futbolistas argentinos desde las tribunas todos los fines de semana. En la escala poética de las partes del cuerpo, el músculo cardíaco y su elegancia, está muy por encima de los vulgares genitales. Pero los significados asociados a este músculo van más allá. No se trata solo de actitud o voluntad, como en el caso de “factor H”, sino también de esfuerzo, valentía, coraje, sentimiento, esperanza y fe. Que un atleta tenga corazón implica una entrega total a la actividad que está llevando a cabo.
El simbolismo con el que se recubre al corazón brota en varios de los lugares comunes del deporte. Cuando un deportista queda al borde del colapso en un partido, se dice que dejó el corazón en la cancha o cuando sufre mucho para conseguir un resultado se comenta que lo hizo con el corazón en la boca. Las metáforas suenan bastante románticas, pero sacadas de contexto no son tan agradables y resulta difícil pensar que alguna vez sucedan. Ver el corazón de un tenista desperdigado por el césped de Wimbledon impresionaría bastante, casi tanto como ver el de un futbolista asomándose entre sus labios.
A veces, cuando un deportista gana un partido demostrando cualidades honorables, se dice que tiene un gran corazón e incluso se habla de que estos actores tienen un tipo de corazón distinto, como si sus motores vitales poseyeran rasgos distintivos. La diferencia entre este lugar común y los anteriores, es que este si tiene su correlato con la realidad. Más allá de lo poético, existe algo así como el corazón de atleta.
En medicina, la expresión “corazón de atleta” se refiere a los cambios fisiológicos que sufre este músculo en las personas que hacen regularmente ejercicio aeróbico vigoroso o realizan un entrenamiento físico intenso. Efectivamente, su corazón y las paredes y cavidades que las conforman, son más grandes. Esto hace que la cantidad de sangre que circula con cada bombeo sea mayor y el pulso se desacelera.
Un “corazón de atleta” permite que quien lo posea sienta menos cansancio. Cada vez que el corazón bombea, transporta sangre oxigenada a todo el cuerpo, permitiendo el correcto funcionamiento. Cuando realizamos actividad física, el cuerpo requiere más oxígeno, por eso el corazón se acelera. Tener un músculo cardíaco más grande hace que a igual cantidad de latidos, sea mayor el nivel de sangre y, por lo tanto mayor el nivel de oxigenación. En términos mecánicos se podría decir que se trata de tener un motor de mayor capacidad, que en cada explosión genera más potencia.
Según algunos estudios, la hipertrofia generada por el síndrome del “corazón de atleta” hace que el flujo sanguíneo sea entre un 70% u 80% mayor. Así, si pusiéramos a pedalear cuesta arriba a un ciclista profesional y a una persona no entrenada, el primero requeriría de una menor cantidad de pulsaciones para satisfacer la cantidad de oxígeno que pide el cuerpo. Es decir, en el momento en el que el segundo puso el motor a tope de revoluciones, el primero recién está comenzando.
El síndrome del corazón de atleta es una hipertrofia de tipo adaptativa. No es una cardiopatía congénita, sino que es la manera en la que el cuerpo del deportista reacciona ante la exigencia que se le presenta. Es la manera que encuentra el corazón para satisfacer las necesidades que requiere el organismo.
El corazón es un músculo clave para el deporte. No sólo porque refleja cuestiones espirituales como las que les pedía McGinty a sus jugadores en la película, sino también porque su correcto funcionamiento es clave para poder practicar cualquier disciplina. Del mismo modo, está comprobado que la actividad física es una de las mejores recetas para cuidar el corazón. Está claro que siempre dentro de los límites del cuerpo. No es cuestión de pasarse de rosca o de andar haciendo ejercicio a tontas y a locas sin consultar a la gente que sabe de estas cosas.
Si de cuidar corazones hablamos, hay que nombrar a René Favaloro. Para lectores desprevenidos, vale aclarar que se trata de una eminencia de la medicina argentina y mundial, que entre otras cosas fue un precursor de by pass, un procedimiento que ha salvado millones de vidas. Su muerte -se disparó en el corazón el 29 de julio del 2000- fue una funesta premonición de la era oscura que se avecinaba. Su final llegó tras años de pelear por sostener la fundación que lleva su nombre en un país que empezaba que empezaba a caer en que “la fiesta de los 90” había terminado y era hora de pagar la cuenta. Su nombre ha vuelto a la prensa porque los rivales políticos de Rodriguez Larreta le endilgan ser el que cargó el arma. El precandidato a presidente de JXC estaba a cargo del PAMI por aquella época y la falta de pago de este organismo fue uno de los desencadenantes de la crisis en la fundación y la posterior decisión fatal del doctor.
Más allá de las chicanas políticas, el nombre de Favaloro está siempre presente. No solo por lo que implica su imagen, sino también por las más de 1.000 cirugías anuales que se realizan en su fundación. Por todo eso, aprovechando que esta semana se cumplió un nuevo aniversario de su nacimiento, desde Tinta Deportiva decidimos hablar de ese músculo vital, al que a veces se cuida más desde lo poético que desde lo concreto.
Del Autor
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