
El todopoderoso presidente de AFA cambió las reglas y decidió abolir uno de los descensos. La medida, dice quitarle dramatismo a algo que no debería tenerlo, porque es totalmente inherente al fútbol
Michel Foucault escribió que el poder no es una fuerza estática. Se mueve a ciertas condiciones contextuales. En la Argentina de 2023, este parece concentrarse en una sola persona. Hoy no existe un dirigente con más poder que Claudio Tapia.
Cual cetro encantado, la copa del mundo le confirió al presidente de la Asociación del Fútbol Argentino el poder para hacer y deshacer a su antojo. Es como esos militares de hace unos siglos atrás que, aunque no le caían bien a nadie, mantenían sus puestos y ascendían en la escala social a fuerza de conquistas. El triunfo en Qatar tuvo ese efecto en la figura del “chiqui”.
La última decisión del “comandante” fue abolir uno de los descensos que tenía la primera división para esta temporada. En vez de tres, serán dos. Tapia y su corte aprobaron el cambio de reglamento entre gallos y medias noches, mientras el mundo futbolero argento estaba obnubilado con la llegada de Messi a Argentina para las despedidas de sus ex compañeros. Fue casi unánime (solo el delegado de Talleres no votó, por estar ausente). No todos están de acuerdo, pero quien le va a decir algo al “chiqui”.
Los dirigentes de los clubes de primera están conformes con la determinación. Un descenso menos es un dolor de cabeza menos para la mayoría. Que la liga argentina sea la única -¿de primer nivel?- que tiene la friolera de 28 equipos es un detalle menor, que solo le importa a los gerentes de programación de la TV. El efecto de esa cantidad de participantes en la calidad del juego, también.
La palabra “descenso” viene del latín descendere que significa bajar. Desde hace un buen tiempo está palabra ha estado asociada a cuestiones negativas. Desde el cuco que espera debajo de la cama de los chicos, hasta el upside down de la serie Stranger Things, pasando por términos como “abismo”, “profundidad” y “vació”, aparecen como símbolos algo oscuros de lo que implica descender. Incluso la muerte está muy emparentada con esta palabra. El inframundo de los griegos era ese lugar al que descendían las almas de los muertos. A él se llegaba a través de grutas u agujeros en la tierra. Dante baja al infierno en La Divina Comedia. Ese infierno del catolicismo que está debajo de la tierra, en contraposición al paraíso, que se encontraría en el suelo. Es bajo tierra donde se deposita el cuerpo una vez que perece.
El deporte parece haber importado todos estos conceptos, cuando incorporó la palabra descenso a su vocabulario. Perder la categoría es para deportistas, dirigentes y simpatizantes algo muy similar a una muerte deportiva. Irse al descenso es bajar al infierno, es encontrarse con seres espeluznantes como el “fantasma de la B”. Esa relación con la fatalidad hace que la palabra descender ponga a todos nerviosos.
Ahora bien, el descenso al inframundo, por ejemplo, no implicaba el final de un ser. El alma transitaba el rio estigia en la barca de Caronte y llegaba ante los tres jueces (Minos, Eacos y Radamantis) y si habían sido buenas personas, iban a dar a los Campos Elíseos. Incluso en el cristianismo, la muerte no es el final de nada.
Esta parte de los relatos parece no haber llegado al deporte. La idea de descenso quedó asociada a la muerte. Es el fracaso mayor, ese del que no hay vuelta atrás. Incluso cuando en Argentina aparece el ejemplo de River, que descendió en 2011 y a los pocos años ganó una Copa Libertadores. La fatalidad del descenso -entendido de esta manera- engendra reacciones igualmente fatales. Un equipo que está peleando por no descender juega con una presión extrema, su entrenador se siente siempre al borde del abismo, los hinchas no soportan ni el mínimo error y los dirigentes toman decisiones apresuradas.
La idea de que, en el descenso al inframundo, el alma tenga la posibilidad de seguir un camino, es la manera en la que los griegos consiguieron lidiar con algo tan inherente a la vida, como la muerte. A diferencia de la muerte, el descenso si tiene solución. No es necesario recurrir a lo religioso para encontrar una respuesta a una cuestión que es inseparable del fútbol. Alguien va a perder, a alguien le va a tocar.
Al eliminar descensos, los dirigentes argentinos agigantan su fatalidad. “El miedo a un nombre solo aumenta el miedo a lo que se nombra”, dijo Hermione Ranger cuando en Harry Potter alguien no se atrevía a nombrar a Voldemort. Así, en vez de bajarle el dramatismo a la pérdida de categoría, este aumenta. En vez de tomarlo como lo que es, una de las tantas variantes que tiene el fútbol, lo niegan. Pero claro, “chiqui” Tapia se siente con tanto poder, que hasta cree que puede frenar la muerte.
Del Autor
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