
El deporte es arte desde su nacimiento. Hijo del fin de la Modernidad, quedó impregnado de los significados de una de las corrientes culturales más importantes del siglo XIX
Dentro de toda barra futbolera hay algún “romántico” del deporte. En el caso de quien escribe este texto, ese lugar lo ocupa el “gallego”. Es uno de los de más edad en el grupo y eso hace que tenga cierta tendencia a decir que todo tiempo pasado fue mejor. Salvo que, algún otro integrante del grupo lo diga. Si esto pasa, el tipo, que disfruta mucho de las discusiones y sobre todo de ganarlas, le dará una vuelta de tuerca para seguir peleando. En cuestiones deportivas, su capacidad para discutir crece. Lo hace a través de argumentos fundamentalistas e impenetrables a favor de la técnica individual. Jamás pondrá por delante a un jugador sobre un entrenador. Es “menotista” y detesta a Bilardo, Bielsa o a cualquier entrenador que quiera hacer del fútbol una ciencia. Es por eso que en la barra le ha quedado el mote de “romántico”.
Vale aclarar primero que el lado “romántico” del deporte no tiene nada que ver con las relaciones sentimentales de los atletas. Se trata más bien de un aspecto que acompañó a este tipo de actividades casi desde su nacimiento.
El deporte actual -o lo que entendemos hoy por deporte- es hijo del fin de la Modernidad. Fue en esa época en la que la era del progreso por el progreso mismo empezaba a mostrar sus grietas, en la que surgió el concepto de sportman. Los significados con los que se la idea de Deporte Moderno, se establecen cuando la época moderna eclosiona en lo que sería el final de sus sueños.
El siglo XIX marca la transición entre la era Moderna y la era Contemporánea. El crecimiento de las ciudades, la supremacía de lo técnico por sobre lo artesanal y la aceleración de los tiempos son algunas de las características de esta época. Es el siglo en el que las fábricas crecen en las ciudades y con ellas, aparece un actor social nuevo: el obrero proletario. Ese actor del que tanto se ocuparía el marxismo es una de las estrellas del momento. Su antagonista, el burgués propietario de los medios de producción, tendrá mucho que ver con la creación del deporte contemporáneo.
Los estudiosos del deporte han llegado a algún tipo de acuerdo respecto del momento en que surge el deporte actual. Es en ese siglo XIX en el que nacen los reglamentos y las federaciones de los deportes contemporáneos. Es sobre finales de esa centuria en la que regresan los Juegos Olímpicos. Las razones que propician ese surgimiento son, todavía, motivo de discusión. Una de las líneas -la que seguiremos en este escrito- describe que es uno de los efectos de la Modernidad. Por un lado aparece la racionalización extrema de antiguos ritos, que se transforman a partir de reglamentaciones. Se establecen momentos y lugares específicos y se generan instituciones a su alrededor. Ocupan el espacio del tiempo libre. El burgués encuentra allí su distracción, para dejar atrás las exigencias del nuevo estilo de vida urbano.
El deporte aparece como un espacio de socialización, con el cual se puede educar desde distintos valores. El Sportman es ese sujeto que condensa las destrezas físicas y aquellos significados positivos para una cultura. Se trata de cuestiones como el honor, la limpieza y el respeto por las reglas.
Es en ese lugar donde el burgués encuentra un espacio para separarse de ese “otro” que es el proletario. Los deportes se practican en espacios que no son abiertos a todo el mundo. Después, las clases obreras encontrarán la manera de resignificar al “deporte” y de cómo se da esa conjunción surgirán discusiones que no vienen al caso en este texto.
Cuento “Viejo con árbol” de Roberto Fontanarrosa.
A la par de esa racionalidad imperante, surgirá una corriente artística, contraría a esa Modernidad, que también sentará las bases para la aparición del deporte: el Romanticismo. Ante tanta máquina moderna dando vueltas, comenzaron a aparecer estas búsquedas artísticas y discursivas que escapaban de la Ilustración y sus revoluciones. Una vuelta al “yo” por sobre la dictadura de la razón.
La exaltación de la subjetividad será clave para el lugar que tendrá ese sportman. El individuo se vuelve poseedor de cualidades que se enaltecen con su libertad. Su creatividad y destreza serán clave para escapar a los designios de la razón. El deporte, además, es amateur. Allí no aparecen las reglas del mercado. La entrega del atleta es noble, ya que no persigue un fin racional, sino uno más virtuoso.
El Romanticismo quiso alejarse de la veracidad imperante de la razón. Por eso recuperó la idea del mito. La leyenda reapareció a través del valor de los relatos. La figura del heroe cambió drásticamente. Este “héroe” es alguien que rechaza las normas y las convenciones, muy distinto a ese sportman de la Modernidad. Es alguien que ha sido marginado por su comportamiento peculiar. Es, en definitiva, un distinto.
Con el correr del tiempo, ese significado romántico del atleta se mantuvo. Los deportistas que pasaron a la historia fueron en general rebeldes. Afuera de las canchas a veces, pero sobre todo dentro de ellas. Los “héroes” del deporte son los que se salen del molde, desafiando a lo racional. Son los Usain Bolt corriendo más rápido que lo que un cronómetro puede contar, para luego romper con los protocolos de sobriedad y ponerse a bailar en el medio de la pista. O un Romario, escapando de la concentración del Barcelona para irse de fiesta y al otro día meter cuatro goles.
El lado romántico del deporte estalla contra la dictadura de lo esquemático. De aquello que busca pensarlo y atarlo a leyes repetitivas. Es el que se rebela contra entrenadores que buscan explicarlo con fórmulas y cuadros. Que lo ensayan en las prácticas como si fuese un ejercicio de laboratorio.
El Romanticismo implicó también la vuelta de lo natural, de los “paraísos perdidos”. En ese sentido, el deporte es natural, no artificial. No tiene nada que ver con las fábricas y las ciudades, es cuerpo y campo.
Algunos teóricos -y con cierta razón- han dado cuenta que muchas de esas características que el Romanticismo destaca, han servido a la maquinaria de la industria deportiva. Muchos de esos grandes atletas, son los que le han permitido al sistema “entregarse” al mercado. El atleta como “héroe”, es una de las marcas del marketing deportivo.
El Romanticismo caló hondo en el deporte contemporáneo. Estuvo presente en su génesis y lo impregnó de sus significados. Por eso todavía existen seres como el “gallego”. Tipos que ven en esta actividad, algo que va mucho más allá del deporte. Una especie de reservorio de todo aquello que puede escaparle a la materialidad de la ciencias y las ecuaciones. Un refugio para el arte. Un ámbito de libertad, en el que el ingenio y la creatividad tienen mucho para decir.
Del Autor
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