La bandera de la Irlanda unificada, con las cuatro regiones representadas

El llamado irlandés

El Seis Naciones llega a su fin y también esta zaga. Irlanda recibirá a Inglaterra el día después de San Patricio, con grandes chances de ser campeón. Será la oportunidad perfecta para recordarles que en la “Isla Esmeralda”, no habita el olvido 

“El problema es que los irlandeses no olvidan y los ingleses no recuerdan”, dice un refrán popular de las islas británicas. Se termina el Seis Naciones y el partido que puede consagrar al campeón será un duelo entre Inglaterra y el país al que nunca terminó de controlar en su totalidad. Irlanda recibirá a la selección de la Rosa, con la chance de ganar el título, con Grand Slam incluido.

El partido del sábado en Dublín tendrá un hermoso cóctel de presente y pasado. Los irlandeses llegarán al Aviva Stadium tras celebrar San Patricio 24 horas antes. Incluso pueden consagrarse campeones sin jugar, si Francia no le gana con bonus a Gales. Encima recibe a una Inglaterra que viene a los tumbos, criticada y luego de comerse una paliza histórica en casa. Es el escenario ideal para que los de verde desaten una fiesta excepcional.

El nombre Irlanda viene del nombre que los romanos le pusieron a la más pequeñas de las islas británicas Hibernian. También se la conoce como “isla esmeralda”, debido al verde brillante de sus prados. Los grupos celtas que la habitaban tuvieron menos problemas que sus vecinos con las legiones de la península. No fueron anexados. Eso sí, tuvieron contactos comerciales y culturales con ellos. Estas tribus fueron las que concibieron las cuatro provincias en las que está dividida la isla: Leinster, Munster, Úlster y Connacht.

Si escoceses y galeses se diferenciaron de los ingleses, compartiendo la isla, no es difícil imaginar que los hibernian lo hicieron aún más. Los irlandeses pelearon, comerciaron y hasta se aliaron con los ingleses durante mucho tiempo.

Alrededor del siglo V, un arzobispo venido de Escocia, se puso a catolizar a todo el mundo. Eso le valió convertirse en el patrono de la isla. Por él se celebra San Patricio cada 17 de marzo, recordando el día de su fallecimiento. Esa fecha coincide con la Cuaresma, que para los irlandeses es sinónimo de eliminar las restricciones de ingesta de alcohol. Cómo dos más dos es cuatro, la festividad se convirtió en una bacanal de cerveza. Después, los inmigrantes y la globalización la llevaron al resto del mundo. Como dato de color, Argentina es uno de los países que más tradición irlandesa tiene debido a la fuerte migración de habitantes de la isla entre los siglos XIX y XX.

San Patricio es el origen del símbolo irlandés más reconocido. El tipo tomó un trébol de tres hojas para explicar la santísima trinidad. La idea les copó a los habitantes de la isla y desde allí, el trébol se convirtió en la flor nacional.

Está raigambre católica permitió que la cultura irlandesa tuviera una era de oro entre los siglos V y IX d.C. Durante ese periodo se consolidaron dinastías y hubo estabilidad en las distintas regiones. Incluso, algunas tribus se dieron el lujo de asolar las costas occidentales de Bretaña. 

Todo tiene un final y nada mejor que los vikingos para ocuparse de eso. En el siglo IX, los nórdicos fundaron su primer reino en la isla. La convivencia entre los nativos y los extranjeros no fue la mejor. Se pegaron hachazos durante doscientos años, hasta que se terminaron asimilando, para enfrentar a otro enemigo, los ingleses.

Un señor irlandés de un territorio dentro de la región de Leinster, Dermot MacMurrough, vio en peligro su posición. Para derrotar a sus rivales, no tuvo la mejor idea que pedirle ayuda a un caballero inglés. Enrique II de Inglaterra, vio esto como la oportunidad de invasión y desembarcó en la isla en la segunda mitad del siglo XII. Ese fue el inicio de la dominación anglosajona en Irlanda que, con idas y vueltas, duraría ocho siglos (Continuando todavía en la región de Ulster). El MacMurrough no se la llevó de arriba y hoy es considerado “el traidor más grande de la historia de Irlanda”. Sus compatriotas no vieron bien que le abriera la puerta a los vecinos del este. 

 

Los irlandeses resistieron el avance de Enrique II. Si bien su hijo Juan consiguió ser nombrado señor de Irlanda, lo que quedó bajo su dominio fue una porción de territorio. Unos 400 años después, Enrique VIII decidió conquistar de manera fáctica toda la isla. El control total inglés llegó tras el reinado de Isabel I. 

En el medio, se produjo la Reforma Protestante, en la que se creó la iglesia anglicana. A diferencia de los ingleses, una gran porción de los irlandeses siguieron siendo católicos. La situación religiosa sería una de las fuentes de futuros conflictos. 

Los irlandeses nunca estuvieron contentos con el dominio inglés y hubo revueltas constantes. Por ejemplo la década de 1940, que terminó con Oliver Cromwell despojando a los rebeldes católicos de sus tierras. Esa acción, profundizó la herida y amplió la brecha religiosa entre irlandeses e ingleses. Recién en 1800, casi un siglo después que Escocia y Gales,  el parlamento decidió sumarse al Acta de Unión que dio lugar al Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda, aunque solo por 122 años.  

Desde finales del siglo XIX, el movimiento separatista irlandés fue creciendo. Los unionistas resistieron hasta el comienzo de la segunda década del XX. La Primera Guerra Mundial permitió que ambos bandos se unieran y combatieron junto a Inglaterra en el bando Aliado, pero en 1919 el conflicto fue in crescendo.

Primero se desató la Guerra Anglo-irlandesa, que culminó con la separación del territorio. Irlanda del Norte siguió formando parte del Reino Unido y de la iglesia anglicana, mientras que Irlanda del Sur, se independizó de la casa real y continuó bajo la fe católica. De esta división surgió una guerra civil dentro de la misma Irlanda que culminó en 1923. 

En 1937, Irlanda del Sur adoptó su propia constitución y pasó a ser conocida como la República de Irlanda o Éire para sus habitantes. Ese es el nombre que recibe la isla en idioma irlandés y deviene de una diosa gaélica conocida como Érin.

El rugby no estuvo exento de todas estas disputas. A finales del siglo XIX, La Asociación Atlética Gaélica regía los destinos deportivos de la isla y prohibía el rugby por ser un deporte extranjero. De todas maneras, a contrapelo del contexto, las uniones de ambos territorios decidieron mantenerse unidas y la selección representa a toda la isla.

La fusión genera que el equipo tenga dos banderas y dos himnos. La oficial es la que tiene un trébol en el medio, con los escudos de armas de las cuatro regiones (Leinster, Munster, Connacht y Ulster), pero cuando juega en Dublín, capital de Éire, también se expone su bandera con los colores naranja, blanca y verde. 

Hasta 1995, cuando era local en territorio republicano, se entonaba el himno La Canción del Soldado. Ahora, cuando jugaba en Belfast -capital de Irlanda del Norte- sonaba el británico God Save the Queen y cuando era visitante no se cantaba nada. Como esto no quedaba bien, la unión irlandesa encargó la composición de un himno que representara a la selección, cuando jugaba fuera de la isla. Así nació el famoso (y hermoso) Ireland´s Call. Desde ese momento, este “llamado” suena con estruendo cada vez que el seleccionado de verde salta a la cancha. 

La canción genera sensaciones especiales en el Seis Naciones, del cual Irlanda forma parte desde el comienzo. Cualquiera que la escuche por primera vez, pensaría que está inmerso en una película épica, salida de un texto de J.R.R Tolkien o alguno de sus discípulos (o imitadores). 

Las internas políticas y religiosas afectaron mucho a las selección de rugby en 1972. Tras cuatro años de conflicto entre unionistas (protestantes y a favor de seguir en el Reino Unido) y republicanos (católicos e independentistas) en Irlanda del Norte, el Ejército británico se largó a reprimir en Derry y asesinó a 26 civiles que protestaban de manera pacífica. Este hecho es conocido como “El domingo Sangriento” (U2 tiene una canción sobre este acontecimiento). La escalada de violencia generó que el Seis Naciones quedara inconcluso, ya que ninguna de las selecciones quiso ir a jugar a Dublín. Fueron años de guerra civil, con grupos paramilitares de ambos bandos poniendo bombas por todos lados. El proceso de paz fue largo y recién concluyó en 1994, con un alto al fuego. Recién en 1998 se llegó a la firma de un tratado de paz.

Mañana Dublín estallará de verde. San Patricio bendecirá los tréboles que rodean el Aviva Stadium con la cerveza derramada que será derramada hoy. Católicos y protestantes caminarán juntos y enfervorizados cantarán: Ireland, Ireland, together standing tall. Shoulder to shoulder, we’ll answer Ireland’s call!. Verán aparecer a esos ingleses que tantos problemas les han causado y querrán recordarles que los irlandeses nunca olvidan. 

Juan el Extenso, el único sobrio en San Patricio          

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