
Mauro Boselli criticó los ritos con los que se “reciben” a los jóvenes en las concentraciones de los equipos de fútbol y volvió a abrir una puerta para debatir los significados de la masculinidad que aparecen en el deporte
El rugby está otra vez en el centro de las miradas. El panóptico social posa sus ojos en el mundo de la ovalada al cumplirse tres años del asesinato de Fernando Báez Sosa. Sobre todo, en medio del desarrollo del juicio contra los acusados de ser sus victimarios. Los cuestionamientos a este deporte (o a lo que lo rodea) tienen como base la combinación perfecta entre algunos estereotipos y varios defectos propios.
Entre los últimos están los famosos “bautismos”. Ritos de iniciación con los que los más jóvenes son “recibidos” al llegar a la primera división, que implican agresiones físicas y psicológicas. Esta semana, apareció Mauro Boselli, referente de Estudiantes de La Plata, para recordarle a todos que, en el fútbol -ese “otro” con el que el rugby tiene una relación de comparación permanente- también existen este tipo de cosas.
“No queremos hacer sentir mal a un chico que está haciendo su primera pretemporada y le gusta tener el pelo largo. No tiene sentido ridiculizarlos”, dijo uno de los referentes del conjunto platense, en el medio de la pretemporada. Hace un año y medio atrás, en el otro equipo de la capital bonaerense, tres jugadores de trayectoria fueron sancionados por “pasarse de rosca” en uno de estos rituales.
Las palabras de Boselli vienen a recordar que no sólo el rugby es un ámbito donde la masculinidad se refrenda con estos rituales. Sino que el deporte en general es un espacio en el que hay que demostrar que se es “hombre”.
Mauro Boselli, acerca de los “bautismos”-“ritos de iniciación” en el fútbol. pic.twitter.com/uVxUyZdFWQ
— Roberto Parrottino (@rparrottino) January 15, 2023
La palabra bautizar desciende del término griego Baptizein, que quiere decir, sumergir. En términos religiosos es el rito de aceptación o admisión al cristianismo. En la antigüedad (algunas corrientes religiosas lo siguen haciendo) se sumergía a las personas para bautizarlas. Las series sobre vikingos y anglosajones dan una muestra de estos rituales. Allí se ve como monjes cristianos hunden en ríos o lagos a los gigantescos nórdicos para que reciban a dios y se han aceptados en su inmenso reino. Es el paso de no cristiano a cristiano. El agua lava los pecados y purifica el alma.
Bautizar a alguien, es también invitarlo a pertenecer a la comunidad de cristo. En la Edad Media, los Papas hacían notar su autoridad excomulgando a señores, príncipes y reyes. Si bien algunos no le daban demasiada importancia, en esos tiempos, no formar parte de la congregación se trataba, no solo de irse al infierno, sino de ser considerado un paria para el resto.
No está claro cuando fue que este rito bautismal fue adoptado por el deporte, pero diversos testimonios de protagonistas, hablan de ellos como parte de la tradición de los clubes. Tampoco se sabe bien cual fue la primera disciplina que empezó a hacer estos rituales, si se conoce que son varios los ámbitos en los que pasa.
En los bautismos deportivos, el agua es reemplazada por una afeitadora u otro tipo de herramienta que pueda causar algún daño. A veces también se sumerge a los chicos, pero va más a modo de tortura que de purificación.
Al igual que en el cristianismo, el Bautismo en el deporte también implica un cambio de estado. En su libro “Cuerpos que (no) importan”, el ex futbolista Rafael Crocinelli dice que estos ritos son liminales. En ellos el protagonista pasa de ser juvenil a ser jugador profesional. En otras palabras, deja de ser niño y se convierte en hombre.
Ser hombre en las sociedades patriarcales de Occidente implica soportar el dolor. Por eso es aceptable la violencia en estos ritos. El antropólogo Santiago Fuentes, en su libro “Cuerpos de Elite”, habla de los mandatos sociales que se aplican al rol del género masculino. Entre ellos aparece el de dominar sus cuerpos y sus reacciones. Los hombres no lloran, se controlan y aguantan.
Resistir a estas agresiones sin quejarse ni denunciarlas es completar el rito de iniciación y empezar a pertenecer. El juvenil se convierte en integrante del plantel profesional. Es recibido por quienes ya obtuvieron esta condición. Ocupar ese lugar les otorga la autoridad para poder formar parte de los bautismos de los que vendrán. Negarse a ser “bautizado”, es quedarse afuera, implica una “excomunión”. El miedo a la exclusión es una de las claves para entender porqué los más jóvenes aceptan ser maltratados por los más grandes.
Bautizan quienes tienen autoridad. Aquellos que, no solo han sido aceptados, sino que, además, cumplen un rol importante dentro de los planteles. Poseen la experiencia para darle la bienvenida a los nuevos adeptos que quieren acceder al grupo.
Las palabras de Boselli implican no sólo el reconocimiento de estas prácticas, sino también el compromiso de terminar con ellas de parte de uno de los que está capacitado para hacerlo. Sirven para poner el tema sobre la mesa y recordar que el deporte es un ámbito machista. Es también, un espacio en el cual se pueden trabajar de otras maneras las significaciones sobre la masculinidad.
En otros tiempos, las palabras de Boselli hubieran sido una herejía, una ruptura a los códigos canónicos que marcan la tradición del Bautismo. Hoy, representan unos centímetros más de apertura en esa estructura cerrada que parecen ser ciertos temas en el deporte.
Del Autor
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