“El fútbol es fácil, pibe”

Cualquiera que intente explicar de más lo que pasa en una cancha se chocará de frente con esta añeja premisa. Para algunos el fútbol es simple y complejizarlo es una herejía

“El Fútbol es fácil”, dijo alguien en alguno mesa de cualquier bar argentino. A pesar de su uso sostenido la premisa parece nunca gastarse. Retorna cada vez que se discute sobre fútbol y uno de los participantes en la conversación osa ponerse demasiado explicativo a la hora de argumentar.

Dicha en forma de dictamen, anula casi por completo cualquier tipo de debate. Algo fácil no amerita muchas discusiones. La premisa, cual dogma, no necesita de demasiadas aclaraciones. Viene acompañada de ejemplos que dan cuenta de esa simpleza, del tipo: “La cosa es así. El diez se la pasa al siete. El siete tira el centro para el nueve, cabecea y listo, gol” o ” Viene el centro, el dos salta antes que el nueve de los otros y se terminó el asunto”.

La frase va dirigida contra los que quieren complicar las cosas, contra los que quieren explicar lo que no se debe explicar. No es necesario complejizar al fútbol con paradigmas, teorías y premisas y atentar contra su naturaleza con cuadros, esquemas y estrategias.

¿De donde surge esta molestia contra aquellos que quieren explicar el fútbol? ¿Por qué a algunos les jode tanto que se le busque una vuelta de tuerca más al deporte? Las respuestas pueden venir de varios lados.

Explicar algo es alejarlo de la vida cotidiana y darle otra categoría. Para quienes detestan las largas exposiciones acerca de un partido, el fútbol es algo mundano. Es un espacio terrenal en el que conviven acontecimientos simples, pragmáticos y hasta milagrosos. En él, el azar juega un papel crucial. No hay lugar para estadísticas y números que busquen tendencias o prueben hipótesis. Querer encontrarle una lógica a todo lo que ocurre en una cancha es simplemente una perdida de tiempo o más aún, un intento de llamar la atención.

El fútbol es el potrero, no un escritorio. A la pelota se juega en la cancha. No en una pizarra o en una computadora. Intentar explicarlo es querer sacarle una cualidad que está en su esencia.

Para explicar algo, en general, hay que recurrir a distintas herramientas y recursos, que el fútbol no admite. De “fubol” se habla en criollo: fácil y con términos que puedan ser entendidos por todos. Un carrilero no es un jugador que “recorre la banda cumpliendo las funciones del marcador lateral y el volante, siendo un auxilio para el stopper en defensa y colaborando con el win abriendo la cancha en ataque”, es simplemente “el tipo que va y viene por afuera”. El jugador más retrasado no es “el que bascula entre el centro de la de la defensa, equilibrando y ordenando al equipo, de acuerdo a como se presenta la jugada y hace los relevos necesarios cuando se produce el ataque contrario”, es, sencillamente, el “último hombre”. El lenguaje futbolero es peculiar, acepta metáforas literarias, pero no teóricas o científicas.

Encarar el fútbol con términos técnicos de otro ámbito suele ser castigado también como una muestra de pedantería. Es querer separarse del resto y mostrarse como un sabelotodo. A la hora de opinar de fútbol, todos los que alguna vez estuvieron en una cancha tienen la misma jerarquía. Hay una idea de igualdad muy presente, de cosa compartida que se rompe cuando alguien viene a querer dárselas de intelectual.

En ese sentido, la frase suele ser utilizada para desacreditar a dos de los actores más cuestionados en la arena futbolera: los entrenadores y los periodistas deportivos. El entrenador que apela a exposiciones catedráticas, sobre todo cuando pierde, entra dentro de la categoría del “versero”. Es alguien que está queriendo justificarse ante una derrota o exaltando una victoria. El trabajador de prensa que quiere analizar un partido desde hipótesis y estadísticas, es un charlatán que quiere justificar el sueldo que le pagan.

Quienes defienden está idea sentencian que el fútbol es sencillo porque carece de lógica teórica. No hay estadística que permita entender como un equipo puede hacer casi todo mal adentro de una cancha y terminar ganando. No hay tesis que sirva para comprender como hizo Maradona para apilar a medio equipo inglés y convertir su gol en el ´86. No hay manera de comprender científicamente porque ningún defensor puede parar a Messi cada vez que engancha de derecha al centro para definir de zurda, incluso sabiendo que va a hacer eso.

La acción de explicar tiene una base racional de la que el fútbol escapa. Es más arte que ciencia, por tanto, no hay lugar para hipótesis que intenten ilustrar porque un equipo gana o pierde un partido o la manera en la cual se puede anular a un jugador rival.  

Para los cultores de esta frase, complejizar al fútbol es una herejía. Es atentar contra su simplicidad esencial. El fútbol se juega fácil, se entiende fácil y, por ende, se explica fácil.    

Del Autor

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