
Una imagen de Pablo Aimar reflejó como la dualidad entre el éxito y el fracaso generan que todo el tiempo se viva al borde de un abismo peligroso
“Habría que tener un poco de sentido común y entender que se trata solo de un partido de futbol”. La sentencia de Lionel Scaloni sonó extraña en medio de una conferencia de prensa que transitaba sin sobresaltos. Fue la respuesta a una pregunta sobre una de las imágenes que dejó el triunfo de la selección sobre México. Después del gol de Messi, enfocaron al banco argentino y encontraron a Pablo Aimar al borde del llanto. El riocuartense, siempre muy sobrio, parecía haberse desahogado de la misma manera que lo hace una persona que libera tensiones después de esos transes complejos que a veces presenta la vida. La declaración del DT sorprendió, en parte, porque la reacción de su asistente fue tomada como algo de color y hasta positivo en las redes sociales.
Esa imagen no fue la única que llamó la atención en la noche Qatarí. Rodrigo De Paul terminó el partido en cuclillas, utilizando su camiseta para contener las lágrimas. Esos fotogramas, no sólo hablan de lo que vivió el plantel después de la derrota con Arabia, sino también una muestra de cómo se piensa el devenir del mundo por estos lados.
Scaloni apela al sentido común para ponerle un marco a lo que implica un partido de fútbol en realidad. Habla de que, aunque se pierda un partido, al otro día el sol sale igual y la vida sigue. Menciona que esa tensión fue con la que convivieron durante cuatro días sus futbolistas. Esa sensación de caminar por la cornisa entre dos campos antagónicos que no admiten grises: el éxito y el fracaso.
Ni siquiera este equipo, que parecía galvanizado por ganar la Copa América, pudo escapar de esa lógica. Incluso habiendo ganado algo, si perdía ayer, dejaba de ser exitoso y caía en el terreno del fracaso. El proceso no importa, lo que vale es el resultado. Los 36 partidos invictos y esa identificación que este grupo logró con el hincha casi dejan de importar por dos derrotas. Subirse o bajarse de la “Scaloneta” no demanda demasiadas reflexiones.
MIRÁ CÓMO LO VIVE AIMAR, POR FAVOR. 🇦🇷🥹pic.twitter.com/jHmJEYYmCq
— Ataque Futbolero (@AtaqueFutbolero) November 26, 2022
Ese exitismo es el mismo que cayó sobre la selección en 2002, cuando fue eliminada en primera ronda. También, es él que hace que los hinchas de Boca de no disfruten del todo los títulos locales porque lo quieren es la Libertadores. Es el que produce que los hinchas de Estudiantes sólo llenen el Candini en una semifinal por el ascenso.
Marcelo Bielsa ha hablado bastante de esa manera en la que concebimos el éxito y el fracaso. Siempre de modo extremo y determinado solamente por lo que pasa al final. El recorrido no vale sino se consigue el resultado. El que lo logra es exitoso, el que no, un fracasado.
Scaloni habla de la manera en la que se vive el fútbol en la sociedad argentina, pero esta idea de vivir en la cornisa se podría trasladar al resto de las actividades. Incluso desde antes de la pandemia, los psicólogos empezaron a advertir de que se transita una época en la que el éxito es valorado en términos absolutos. Este es asociado siempre a cuestiones acumulativas, siempre hay que ganar más (dinero, consumo, trofeos, ascenso social, gloria). El ambiente es competitivo. El mérito individual es lo que hace la diferencia y la derrota es sinónimo de debilidad.
Esa dualidad tan pragmática entre el éxito y el fracaso, ha generado un espacio en el que no es fácil respirar. Si toda acción es medida por el resultado, todo el tiempo el sujeto está siendo evaluado. Si las cosas no salen como se esperan, aparece la idea del “fracaso”, que viene ligada a sentimientos peligrosos para la salud mental de las personas. El fracaso paraliza, genera miedo y desgano. Los psicólogos lo señalan como uno de los motivos para entender los cuadros de depresión que se dan en la actualidad.
Así como el futbolista vive cada partido como si fuera una posibilidad de fracaso, el estudiante ve que cada examen es determinante para su futuro. El deportista se desgasta mentalmente y decide retirarse joven como es el caso de la nadadora Delfina Pignatiello y el alumno deja de rendir por miedo a afrontar una decepción que lo condene para siempre.
El problema no es sólo como se viven los partidos de fútbol en Argentina, el problema es como consideramos el éxito y el fracaso y los desanclamos de los procesos. En todo caso, el deporte puede ser una de las llaves para empezar a trabajar en búsqueda un cambio.
Del Autor
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