Sentido Común

Prudencio Valiente

Filósofo de oficio y ocioso de profesión

El VAR llegó al fútbol argentino para mover algunas de las bases que lo sustentan

*Para aquellos interesados en otra mirada sobre el VAR, se recomienda leer el cuento de Roberto Fontanarrosa Publicado en el libro El mayor de mis defectos, Ediciones de la Flor, Buenos Aires, 1990. Es visionario y por supuesto, está mejor escrito

¿Por qué molesta tanto el VAR? ¿Qué fue lo que hizo para ser tan destratado? El gran pecado de la tecnología es que va contra el sentido común del fútbol y, sobre todo, del fútbol argentino.

La psicología nos dice que el sentido común es la capacidad de discernimiento que tiene (o debería tener) toda persona. Gracias a esta habilidad, uno puede tomar decisiones coherentes basadas en la lógica y la razón. La filosofía pragmática dice que el sentido común parte de las creencias y experiencias que tenemos en el día a día; es decir, nace del contexto que nos rodee. Y este, como es de esperar, puede variar dependiendo del tiempo y las condiciones que enfrentemos.

Desde que comenzó a desarrollarse, a principios del siglo XX, el sentido común del fútbol argentino fue generando una serie premisas básicas que se repiten todo el tiempo. Muchas de ellas fueron modificando la visión de las normas que tiene la práctica de este deporte.

Para el futbolero argentino medio, el reglamento se convirtió un en un conjunto de lineamientos que se pueden acomodar de acuerdo al contexto. Una serie de parámetros subjetivos que se pueden seguir o no dependiendo de quienes sean los actores involucrados. La imagen que tiene del reglamento, se asemeja más al apunte de un estudiante, lleno de tachones y aclaraciones, que al de una ley madre.

Transitar las canchas argentinas permite acumular un conjunto de creencias básicas que, en muchos casos, contradicen al reglamento. Ese imaginario se corporiza en frases hechas que se repiten hasta instalarse en el sentido común. “Los agarrones en el área no se cobran”, “El fútbol es un deporte de contacto”, “todos hacen tiempo”, “No se amonesta en la primera infracción”, son algunas de las premisas que tanto pululan por los campos de juego argentos.

Los propios protagonistas tienen mucho que ver en el surgimiento de este conjunto de supuestas obviedades que reinterpretan al reglamento original.  Árbitros que viven acomodando reglas para no tener problemas, protagonistas que se aprovechan de eso y periodistas que lo han hecho material clave de sus polémicas.

“Prefiero confiar en el árbitro y convivir con su error”, discursean quienes atacan al VAR. Ahora bien, “Convivir”, en el fútbol argentino no significa transitar un camino de concordia, aceptación y respeto mutuo. Nadie “convive” -en esos términos- con el error del árbitro. No importa lo que haga, quien imparte justicia adentro de la cancha será vilipendiado sin importar si acierta o no. Su mero ingreso a la cancha suscita una lluvia de silbidos e improperios.

Nadie cree en los árbitros y sus buenas intenciones. Por acciones propias y prejuicios ajenos, los otrora llamados “hombres de negro”, no generan confianza.

El reglamento paralelo y la falaz convivencia con el error del árbitro, generó que el sentido común del futbolero argentino acuñara el concepto de que el fútbol “es para los vivos”. La avivada -eufemismo para trampa- es un precepto básico en estas tierras. Aquí está bien jugar al límite del reglamento y aprovecharlo para beneficio propio. La famosa Mano de Dios es una muestra cabal de ese pensamiento.

La polémica también viene a formar parte de ese sentido común. La discusión posterior al partido se ve afectada por la tecnología. Este ser extraño y ajeno al fútbol viene con su lógica casi inapelable a terminar con los debates. En esta fecha inicial de aplicación, permitió esclarecer 12 de las 14 situaciones en las que se aplicó, haciendo que se cumpliera el reglamento. En las dos restantes si hubo inconvenientes, pero porque apareció como nunca una de las frases hechas citadas más arriba (“los agarrones en el área no se cobran”. Vale aclarar que el reglamento no dice nada sobre cuales sujeciones cobrar y cuáles no. Toda sujeción debe ser sancionada).

 La lógica del VAR, que vuelve objetivas muchas de las decisiones subjetivas, hace que las discusiones mediáticas posteriores se terminen. Es cierto, aparecen otras, pero la tecnología es piantadora de temas a la hora de llenar horas y horas de transmisión y contenido web.

Cual fenomenólogo, el VAR viene a desentrañar ese sentido común. A poner sobre el tapete como el fútbol argentino ha hecho cotidiano un reglamento cuasi paralelo en el que la avivada, la reinterpretación y la polémica juegan papeles cruciales. En definitiva, el VAR molesta porque ataca mecanismos que, de tan reiterados, se han vuelto estructuras más sólidas que la defensa del Atlético de Madrid del Cholo Simeone.  

Por Prudencio Valiente. Filosofó de oficio y ocioso de profesión