
El fútbol africano se parece bastante al continente que lo alberga. Europa quiere sus productos, pero no quiere lidiar con sus problemas
Si se hiciera una lista de los adjetivos calificativos que se utilizan para hablar sobre África, en el top 3 estaría la palabra “exótico”. Por falta de imaginación, cierta holgazanería para buscar sinónimos y algo de corrección política, a veces se abusa de ella. Pero, en definitiva, occidente siempre ha considerado a ese continente algo muy lejano y diferente. La idea general que se tiene sobre el territorio podría resumirse en esos memes que se hacen con un mapa. Al norte: las pirámides, el desierto y los árabes; al sur: los negros, las selvas y las jirafas.
Para el futbolero medio argentino también es exótica la Copa de África. Es raro que siga siendo así porque la mayoría de los jugadores que participan del torneo son conocidos por su participación en equipo europeos. Pero pocos argentinos sepan mucho del torneo que empezó a disputarse esta semana en Camerún.
El hincha europeo sabe un poco más del tema, pero porque cada vez que llega le genera un trastorno, ya que su equipo se ve perjudicado porque le sacan a sus figuras. Cabe aclararlo, por el calor, la Copa de África se juega en pleno invierno del hemisferio norte y coincide con la mitad de la temporada. Por ende, los campeonatos no se frenan.
“Contra todo y a pesar de casi todo, comienza la Copa de África”, escribió Juan Cudeiro en El País de España en la previa del certamen que se está disputando en Camerún. La FIFA no quería que se disputará porque es un torneo que le suma conflictos con Europa y no le da rédito económico. La última Eurocopa antes de la pandemia generó por derechos de televisión, ingresos comerciales y venta de entradas 1.920 millones de euros y la última Copa de África se quedó en 45.
Los clubes de la UEFA, como siempre, no querían prestar a sus jugadores. Hoy, la mayoría son empresas transnacionales que persiguen el negocio. Los jugadores son la materia prima del producto que venden y si no están, los equipos pierden cotización. Esa “materia prima”, es extraída de África. En algunos casos nace allí y es reclutada por cazatalentos que los llevan a Europa. En otros, llega en barco, cruzando el mediterráneo de manera ilegal. La tercera opción es que la materia prima haya nacido en el “viejo continente” y sea descendiente de inmigrantes (muchos de ellos se nacionalizan y asunto arreglado).
Como sucede con los diamantes, el empresario no quiere que esta materia prima se consuma en su lugar de origen, no le es rentable. Por eso, hace todo lo posible para que la materia prima se olvide de África y presiona para que no juegue con su selección.
La actual edición del a Copa de África tiene otro problema que se le añade a los habituales: el coronavirus. El torneo se está jugando en Camerún, un país que solo tiene el 4% de su población vacunada. Además, se trata del continente donde nació Ómicron, la variante del virus que tiene a todo el mundo envuelto en un torbellino de casos. “La Eurocopa se celebró en diez países, en pandemia y con gente en la grada. Que me den una sola razón para que no podamos jugar nosotros”, clamó Samuel Eto’o, ex jugador y actual presidente de la Federación camerunesa. El exdelantero es el máximo goleador histórico de la competición con 18 goles.
Eto´o, que siempre se caracterizó por sus fuertes declaraciones en contra de las discriminaciones hacia el fútbol africano, puso sobre el tapete lo que sucedió en el verano europeo. La Euro tuvo como sede países que son la cuna de los movimientos antivacunas. Mientras en el viejo continente las vacunas sobran, en África escasean.
La Copa de África debe su organización y su nacimiento a la Confederación Africana de Fútbol. Cómo todo órgano dependiente de la FIFA, tuvo sus escándalos de corrupción. El último fue en 2019, cuando fue detenido su presidente, Ahmad Ahmad, de Madagascar. El hombre que representaba a la isla del Rey Julien fue acusado por pago de sobornos y acoso sexual. Lo sucedió en el cargo el sudafricano Patrice Motsepe, que ganó las elecciones en marzo del año pasado.
La CAF nació en 1956, durante el tercer congreso de la FIFA en Lisboa. Egipto, Sudán, Etiopia y Sudáfrica fueron los cuatro países originales. Comenzaba la descolonización del continente y la FIFA empezaba a ver la posibilidad de nuevos mercados y, sobre todo, votos.
Un año más tarde en Jartum, Sudán, el egipcio Abdallah Salem fue electo como presidente y se disputó la primera Copa de África. Está llevó el nombre del egipcio hasta la década del 1980. Recién ahí pasó a denominarse como se la conoce actualmente.
Iban a participar los cuatro fundadores, pero Sudáfrica fue descalificada por pretender que solo hubiera jugadores de raza blanca. Recién podría participar en 1996, después del fin del Apartheid. Egipto se coronó campeón al ganar dos encuentros. Cinco años más tarde repetiría su logro, pero está vez bajo la denominación de República Árabe Unida.
Uno de las rarezas de los primeros años de la Copa fue que no había mucha correlación entre el equipo que la ganaba y el conjunto africano que después jugaba el mundial. Por ejemplo, en Chile 1962, el conjunto que estuvo más cerca fue Marruecos (perdió el repechaje con España) y ni siquiera participó del torneo continental de ese año, que ganó Etiopía. Eran épocas en las que la CAF no tenía pasaje directo al mundial, por eso, para Inglaterra 1966, todas las selecciones decidieron bajarse.
Por las protestas, la FIFA le otorgó a la CAF un boleto directo para México 1970. Por cuestiones políticas, Inhabilitó para participar Guinea y a Zaire. El clasificado fue Marruecos, que no participó de la Copa de África.
Quién cortó esa racha fue Zaire (hoy República Democrática del Congo). La selección del país que en ese momento gobernaba el sanguinario Mobutu Sese Seko consiguió el título en 1974 en Egipto y viajó a la Alemania Federal para disputar el mundial, siendo la primera selección del África subsahariana en conseguirlo. No le fue muy bien, en los tres partidos de la fase de grupos le hicieron 14 goles y no metió ninguno. Hasta quedó para la historia el blooper de Ilunga Mwepu, central del equipo que, cuando el árbitro dio la orden, salió disparado de la barrera ante un tiro libre brasileño y despejó la pelota antes de que la tocara un jugador rival. El dictador amenazó con condenarlos a muerte, pero no lo hizo. Estaba ocupado organizando lo que sería la Batalla en la Jungla, en la que Muhammad Alí vencería a George Foreman.
En los ´80 aparecerían los nombres de dos selecciones subsaharianas que se convertirían en habitúes de los mundiales, peleándole la hegemonía al África Árabe y, estereotipos de por medio, se ganarían la curiosidad del mundo occidental. Nigeria y Camerún empezaron a volverse protagonistas asiduos del certamen.
En la década de 1990, la globalización y el neoliberalismo empezarían a generar que el torneo tuviera un poco más de interés en el resto del globo. De a poco, Europa habría sus fronteras y el mercado invadía al fútbol de manera definitiva. El certamen contaba con nombres importantes que ya se habían ganado su lugar en las ligas europeas.
El mercado del fútbol encontró un nuevo nicho a explotar. El fútbol africano era “exótico”. Nombres difíciles de pronunciar o de burla fácil, peinados raros (cómo olvidar las rastas multicolores de taribo West) y festejos con bailes picarescos fueron el combo perfecto para el armado del paquete. Encima, hasta aparecieron apodos al estilo de los equipos norteamericanos. Los de Camerún son los “Leones Indomables”, Los de Nigeria son las “Águilas” y los egipcios (por falta de imaginación o exceso de simplismo) los Faraones”.
Hablando de mercado y de los 90, Mauricio Macri, presidente de Boca en ese entonces, no quiso dejar pasar la oportunidad de subirse a la ola. En 1995, contrató al camerunés Alphonse Tchami, que pasó por la Bombonera con más ruidos que nueces.
Fue por esa época que volvió Sudáfrica. Un año después de haber ganado el mundial de Rugby, con Mandela en el gobierno, el país organizó la Copa de África en su país y se quedó con su primer título al vencer a Túnez en la final. El certamen ya contó con 16 selecciones.
Luego de 32 ediciones, el palmarés marca que Egipto es el más ganador con siete títulos. Lo siguen Camerún con cinco y Ghana con cuatro.
El proceso iniciado en los 90 se trasladó al siglo XXI. Cada vez más jugadores africanos juegan en Europa. El fútbol siguió creciendo en popularidad en África, pero no ha si sus clubes. Entre la falta de recursos y la corrupción, las federaciones nunca pudieron dar el salto. Las selecciones cuentan con buenos jugadores, pero sin proyectos. Los entrenadores suelen ser siempre extranjeros y no hay procesos a largo plazo. Todos los problemas internos que tienen los países se trasladan a los equipos.
Como con el continente, el mundo del fútbol nunca tuvo un plan para África, más allá de ser un banco de materia prima o votos para las elecciones en la FIFA. Blatter le dio al continente el mundial de Sudáfrica, pero lo único que le quedó al país fueron deudas y elefantes blancos en forma de estadio.
Sus selecciones juveniles suelen obtener buenos resultados, aunque siempre sospechadas por la edad de sus jugadores. Los que nacieron en el país y tienen talento, son “depredados” por cazatalentos de los clubes europeos. Otros, pisan por primera vez la tierra de la que son originarios sus padres, recién en la primera convocatoria para la selección.
Así y todo, la principal fuerza del fútbol africano radica en sus jugadores. Son los que, desde distintos lugares, batallan para que la situación mejore. Arriesgando tener conflictos con los clubes, ellos siguen eligiendo jugar con su selección.
“Por supuesto que iré. Esa pregunta muestra la falta de respeto por el fútbol africano. ¿Le preguntarían algo así a un jugador europeo que fuese a una Eurocopa?”, contestó el marfileño Sebastìan Haller, jugador del Ajax, ante la pregunta sobre si estaría presente en Camerún. Como sucede con los diamantes, Europa desea mucho a los jugadores africanos, pero los quiere sin África.
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