
La llegada de Novak Djokovic a Australia desató un nuevo debate sobre los límites entre la autonomía y el individualismo
Quien escribe estas líneas lo hace con 38 grados de fiebre y una mezcla de Covid y paracetamol corriendo por sus venas. Por eso, sepan disculpar por los efectos que eso pueda tener en algunas de las frases aquí vertidas.
Después de dos días y medio de aislamiento y luego de superar un ataque nostálgico que incluyo el visionado de varias películas de Harry Potter (el cuerpo no le aguantaba ponerse a leer los libros), el autor de este blog decidió volver a la realidad. Al ingresar a los principales portales el apellido Djokovic se repetía hasta el hartazgo, casi como el del joven mago en la primera de las películas de la zaga.
Las especulaciones sobre lo que pasaría cuando el serbio pisara Australia para jugar el primer Grand Slam del año comenzaron hace un mes. El número uno del mundo nunca confirmó si se vacunó o no contra el coronavirus. Si bien nunca se autoproclamó como antivacunas, Nole se amparó en el derecho a su privacidad para no hacerlo. El problema es que para ingresar al país oceánico y disputar el certamen hay que tener el esquema completo.
Previendo que algo podía pasar, Djokovic presentó un pedido de exención médica para poder ingresar sin informar si estaba vacunado o no. Esto hizo suponer que no está vacunado y que adujo alguna razón de salud para no haberlo hecho. Un panel médico del Grupo Técnico de Asesoramiento en Inmunización le dio el okey y lo autorizó a disputar el torneo. Esto generó los primeros revuelos, ya que está misma junta había impedido a una tenista rusa participar, debido a que esta vacunada con dos dosis, pero de Sputnik.
Si bien Craig Tiley, director del Abierto de Australia, dijo que no había privilegios para Djokovic, la decisión hizo mucho ruido. Se sabe que el deporte es un gran negocio y que ni siquiera el coronavirus lo detiene. Sin el serbio, el torneo pierde mucho de su atractivo y eso se traduce en perdidas económicas. La paradoja es que quienes quieran ir a verlo jugar, si deberán estar vacunados
Tapado por un manto, no de invisibilidad, sino de polémicas Djokovic pisó ayer suelo australiano. Las autoridades oceánicas ya le habían avisado que no le iba a ser fácil ingresar. Así como el torneo cuidó sus intereses, el gobierno hizo lo propio. Resultaba bastante incoherente estar pidiéndole a la gente que se vacune y dejar que Djokovic hiciera lo que quisiera. Cuando el serbio puso un pie en el aeropuerto comenzaron los problemas.
Debido a un problema con el tipo de visa que había solicitado, para el cual debía demostrar que estaba vacunado, Djokovic fue demorado en el aeropuerto. Algunos medios, dijeron que el serbio había sido tratado como un criminal. “¿Cómo le van a hacer eso al número uno del mundo?”, gritaron enardecidos los defensores de Nole. En realidad, le pasó lo que a cualquier hijo de vecino que llega a un país y no cumple con los requisitos requeridos para ingresar.
Mientras Djokovic esperaba en el aeropuerto y sus abogados resolvían las cuestiones legales, se desató un lio diplomático entre los dos países. Aleksandar Vucic, presidente serbio, acusó al primer ministro australiano Scott Morrison de perseguir políticamente al tenista.
Fanático del Estrella Roja de Belgrado, Vucic comenzó su carrera política como un nacionalista extremo. Poco a poco, fue moderando sus posturas y mostrando mucha cintura para acceder al cargo de primer ministro en 2014 y luego a la presidencia en 2017. Neoliberal en lo económico, su gobierno se caracteriza por ser un aliado del sector privado, promoviendo políticas de ajuste constante. Amigo de Rusia y de China, pero también de Estados Unidos (No está en la OTAN, pero trasladó la embajada en Israel a Jerusalén), es también uno de los principales promotores del acercamiento del país a la Unión Europea. Esa posición le permitió conseguir una gran variedad y cantidad de vacunas.
A comienzos de 2021, Serbia era uno de los ejemplos a nivel vacunación, pero uno meses más tarde, la taza de inoculados empezó a caer, debido a la fuerte presencia de movimientos antivacunas. En octubre, el país estalló de casos de Covid y los expertos les pidieron a las autoridades medidas restrictivas y el pedido de un pase sanitario. La respuesta fue negativa. Hoy Serbia tiene muchas vacunas sin aplicar y no existen los aforos ni las restricciones.
“No se puede discriminar a alguien si quiere decidir por sí mismo”, señaló Djokovic hace un tiempo atrás defendiéndose de las críticas. Eso lo convirtió en un héroe para los movimientos antivacunas y libertarios, así como para una famosa conductora argentina que tomó cloro (o hizo como que) al aire, que posteó una foto del serbio diciendo que se casaría con él.
En medio de las polémicas en Australia salió a hablar el padre de Djokovic. “A partir de hoy, Novak se convertirá en un símbolo y líder del mundo libre”, dijo sobre su hijo y lo defendió echando manos a argumentos nacionalistas bastante extremos. Esas palabras cobran otro tono teniendo en cuenta el contexto serbio y pone sobre el tapete, nuevamente, que entendemos por libertad.
La pregunta por la libertad es una de las más importantes de la filosofía y -como casi todas las incógnitas en esta ciencia- no tiene una respuesta definitiva y cabal. Aristóteles decía que la libertad es “la capacidad que posee el ser humano de poder obrar según su propia voluntad, a lo largo de su vida; por lo que es responsable de sus actos”. Entendido así el ejercicio de la libertad no lleva implícita la facultad de actuar de la manera que se desee. Un individuo no puede, en ejercicio de sus libertades, tener mayores posibilidades, beneficios o prerrogativas que los demás seres humanos en su misma situación. En otras palabras, uno puede andar por la vida haciendo lo que le plazca sin respetar a los otros o en todo caso, si lo hace, debe atenerse a las consecuencias.
Rafael Nadal, colega de Djokovic, fue uno de los más sensatos a la hora de hablar de la situación. “Ha tomado sus propias decisiones y eso tiene sus consecuencias”, dijo el español que antes había declarado que no vacunarse “era una postura un poco egoísta”. Djokovic puede elegir no vacunarse, pero debe atenerse a los efectos que esa definición puede traer aparejada. Cualquiera es libre de consumir todo el alcohol que quiere, pero si decide eso debe saber que no puede manejar, porque podría dañar a alguien más.
Djokovic es el único deportista top que no se ha vacunado. El futbolista alemán Joshua Kimmich y el basquetbolista estadounidense Kyrie Irving son otros ejemplos. En Argentina, la vacunación en el deporte no ha sido un tema de debate. Algo similar ocurre en la región y la ciudad. La mirada social que hay en cuanto a las vacunas ha contribuido en que no fuera algo por lo que discutir.
El tiempo dirá que sucede con Djokovic. Muchos estiman que, por ser quien es, Nole terminará jugando el Abierto de Australia. Pase lo que pase, la grieta que se viene formando alrededor de su figura crecerá aún más y como toda grieta, se devorará todo lo demás, incluso su calidad tenística.
El tenis es un deporte individual. En la cancha, Djokovic está solo y sus decisiones sólo lo afectan a él. Afuera de la cancha, la ecuación no es tan sencilla.
El Autor