Capitalistas tras la cortina

Nuestro colaborador Juan el extenso, aprovecha la irrupción del Sheriff de Tiraspol para indagar en la historia del insondable fútbol soviético

Winston Churchill era un tirador de títulos serial. Su cuenta de Twitter sería un disparador de frases célebres constantes. En una de las tantas máximas que dejó para la historia, se le ocurrió hacer una descriptiva analogía sobre la división entre Occidente y Oriente. “Desde Stettin, en el Báltico, a Trieste, en el Adriático, ha caído sobre el continente una cortina de hierro”, expresó el político británico el 5 de marzo de 1946, en su discurso “Los Pilares de la paz”.

Ese telón de hierro se cayó con el muro de Berlín, pero es curioso como la Guerra Fría se “calienta” cada tanto. Es como si de esa hoguera apagada, todavía saliera humo.

Desde el dopaje de los atletas rusos, hasta los debates por las vacunas contra el covid, toda la geopolítica sigue teniendo ciertas reminiscencias a ese pasado que, en definitiva, no es tan lejano.

En medio de ese contexto, un equipo de un territorio no reconocido como país, perteneciente a una nación que supo ser soviética, apareció de la nada para pegarle un golpazo al Real Madrid en el Bernabéu. El Sheriff dio la nota ganándole al equipo cuyo presidente quería armar una liga elite en Europa, porque en la Champions había muchos rivales “débiles”.

Sheriff nació en Tiraspol, un territorio tan desconocido por estos lados, que ni el corrector de Word lo reconoce. Es la capital de Transnistria, una región de Moldavia, que no quiere saber nada con la nación de la que forma parte. Después de la caída de la Unión Soviética quiso independizarse, conflicto bélico de por medio. El Ejercito Rojo estuvo mucho tiempo asentado allí y su población es pro Rusa, a diferencia de lo que ocurre con el resto de Moldavia, mas cercana a Rumania. El club es la cara visible de un emporio que posee bancos, hospitales, empresas de TV, diarios, constructoras, telefonía, petróleo, supermercados, construcción, transporte y voto mayoritario en el Congreso.

Su nombre es una de las cuestiones que más llama la atención, pero no sorprende tanto si se tiene en cuenta el origen de los nombres de los clubes surgidos detrás del telón de acero.

El sheriff se llama así debido al origen de sus fundadores. Dos ex agentes de la KGB (para occidentales desinformados, algo así como la CIA, pero de aquel lado de la Cortina) que fundaron una empresa de seguridad y empezaron a crecer con negocios como el comercio de gas y armamento. Que dos agentes de seguridad llamen a su equipo Sheriff, no está muy lejos de los que ocurría con los clubes nacidos en la ya desaparecida URSS, como por ejemplo los CSKA o los Dinamo.

Antes de hacer un recorrido por el origen de los nombres de esos equipos, es necesario decir que al fútbol le costó cruzar el telón. Antes de la revolución del 17, se jugaba sobre todo en San Petersburgo. Servía, para que los obreros no tomarán tanto vodka los domingos y asistieran el lunes al trabajo. Pero con la llegada de los camaradas todo cambió. A la nueva administración no le caía en gracia que hubiera otras identificaciones diferentes a las del régimen.

Se sabe, el fútbol permite conformar un nosotros. Ese “nosotros” infunde valor y unifica frente a un “otro”, al que hay que vencer. Para las autoridades soviéticas el fútbol podía crear un ámbito de resistencia simbólica para las distintas nacionalidades que integraban el vasto territorio de la Unión. Con Yugoslavia pasaba algo parecido.

Es por eso, que la inclusión del futbol -más o menos organizado- se dio recién en la década de 1930. Para evitar problemas, casi todos los equipos nacieron asociados a entidades estatales o sindicatos y con emblemas netamente soviéticos. Es por eso que hay tantos Dinamos, Estrellas Rojas y CSKA.

Dinamo, del griego movimiento, es el nombre de los equipos relacionados a las fuerzas de seguridad, más precisamente la policía y el servicio secreto. Surgieron a partir de proyectos del Ministerio del Interior (NKVD) que buscaban desarrollar la actividad física en la Unión. Los CSKA son los representativos de las fuerzas armadas. La sigla significa Club Deportivo Central del Ejercito y muchos de sus jugadores eran miembros activos de la fuerza, que podían ser llamados a las armas en caso de conflicto. Hace poco, el jugador de Bengolea, Adolfo Gaich, posó sobre el tanque ubicado en el estadio, en su presentación como jugador de la entidad.  

Los Torpedo, los Shakhtar y los Lokomotiv responden a los sindicatos de la industria automotriz, la minería y los ferrocarriles. El Shakhtar Donetsk de Ucrania es uno de los más conocidos y en un principio fue denominado Stajanovets en honor a Alexéi Stajánov, un minero con una tremenda dedicación al trabajo.

Pero no todos son equipos estatales, también había espacios para los equipos del pueblo, los que representaban a aquellos que no estaban relacionados directamente con el régimen y tenían que ver con las clases populares. A ellos se los conoce como Spartak, en honor al gladiador Espartaco que, con su rebelión tuvo a Roma histérico como millennial sin redes sociales. Los fundadores del Spartak de Moscú, los hermanos Starostin fueron perseguidos y encarcelados por el régimen soviético. Cada victoria de estos equipos ante un Dinamo o un CSKA era considerado un triunfo sobre el régimen.

Sucedía algo similar cuando un equipo de las regiones no rusas o de una de las “naciones satélites” vencía a uno de Moscú. Era una reivindicación identitaria. Ni hablar cuando se trataba de duelos entre seleccionados.

Otro clásico nombre de los equipos del este es el de Estrella Roja. Su alusión es a uno de los símbolos principales de la izquierda. Representa a la vez los cinco dedos de la mano del proletario y los cinco continentes, lo que se relaciona con el internacionalismo del lema marxista: ¡Proletarios de todos los países, uníos!.

La Liga soviética duró casi 60 años. Si bien tuvo sus propias características, como no cobrar entradas al público y ser amateur en los papeles, la Cortina de Hierro no evitó que algunos vicios del fútbol occidental también se dieran allí. El soborno y la incentivación para arreglar partidos fue una constante durante esos años.

Más allá del revival de la Guerra Fría poco tiene que ver hoy el fútbol del este de Europa con aquel que fue durante el apogeo de la URSS. Hoy, pocos clubes se mantienen en manos de sus entidades de origen. La mayoría pertenece a empresarios o grupos económicos relacionados con el gas, el petróleo o las armas. Por ejemplo, el ejercito es dueño de solo el 25% del CSKA, el resto le pertenece a Yevgeni Giner, amigo personal de Roman Abramovich (dueño del Chelsea).

Cuando cayó la Cortina de Hierro, los rusos -sobre todo- y sus antiguos “aliados” abrazaron el capitalismo sin pruritos. Incluso hasta tienen menos límites que sus antiguos enemigos.  

En el fútbol actual, la Cortina de Hierro ya no divide a equipos capitalistas de los comunistas. Hoy, de un lado están los viejos ricos, como el Real Madrid o el Bayern Múnich y del otro están los “nuevos ricos”, como el Sheriff.

En general, a los “viejos ricos” no les gustan los “nuevos ricos”, salvo que decidan poner sus “nuevas riquezas” en las “viejas riquezas” que ellos poseen.

Juan el extenso, especialista en sociedades perdidas e imperios decadentes.