Lógica pura

Pasó Tokio 2020 y argentina se fue de un Juego sin campeones olímpicos después de 20 años. Los atletas albicelestes hicieron demasiado en un contexto totalmente adverso

Finalmente pasó. Se fue el primer Juego Olímpico de este milenio en el que Argentina bajó de las cuatro medallas. Los sub-25 nunca habían visto apagarse la llama sagrada sin escuchar, aunque sea una vez el “oh juremos con gloria morir”. Desde Atenas 2004, los atletas de estas tierras “malacostumbraron” a todos a llenar siempre el casillero del oro. Esta vez no. Tokio 2020 terminó y la delegación albiceleste tuvo un rendimiento lógico y esperable.

Los Juegos en la capital nipona serán recordados por muchas cosas. La pandemia – vaya obviedad- que los puso en jaque y generó que los habitantes de la ciudad estuvieran en contra de su realización. La cuestión del género, que apareció en la agenda, con la transexualidad y el récord en la cantidad de mujeres participantes. También, en un “revival” de la Guerra Fría, Rusia no fue Rusia, sino que fue ROC. Además, por temor a perder con China, los medios estadounidenses plantearon sus propios medalleros, yendo en contra del oficial. Una acción tan burda que rozó el ridículo.

Para Argentina, marcaron un retroceso. Hay que irse a Atlanta 96 para encontrarse con una cosecha de medallas igual. Está claro que cada deporte hace su balance, pero en general, el rendimiento de la delegación estuvo por debajo de los años anteriores. No fue culpa de los atletas, bastante hicieron y hacen por sus deportes en un contexto que se volvió totalmente adverso.

Se sabe que Argentina nunca hubo mucha planificación deportiva, pero en este ciclo el destrato hacia los atletas fue mayúsculo. En 2017 se produjo el primer golpe. El gobierno de Cambiemos desfinanció el Enard, dando de baja el impuesto el 1% a las boletas de telefonía celular e integrando su presupuesto al de la Secretaría de Deportes (que después se convertiría a Agencia). Eso le quitó fondos y capacidad de maniobra a un ente que venía solucionando algunos problemas. El presupuesto destinado a deportes cayó dentro del ajuste general de Nicolás Dujovne y compañía y los deportistas vieron como se caían sus chances de viajar al exterior o que aumentarán sus becas.

El segundo cachetazo fue la pandemia. Imposibilitados de entrenar, competir y viajar, los deportistas argentinos quedaron en desventaja con la mayoría de sus rivales. La gestión del Frente de Todos actuó tarde y sin un plan claro para garantizar que los atletas pudieran volver rápido a sus lugares de entrenamiento. Habiendo infraestructura (el Cenard y las instalaciones generadas para los Juegos Olímpicos de la Juventud), los representantes nacionales tuvieron que entrenar en su casa.

El dato más grave fue que mientras deportes como el hockey o el rugby no podían ni siquiera entrenar, en Argentina se jugaba al fútbol. No se pudo hacer un sudamericano de atletismo, pero se estuvo a punto de organizar la Copa América.

Las medallas llegaron en deportes en equipo. Los expertos hablan de diversas razones. Una son los clubes, que aportan infraestructura y contención. Incluso en tiempos de pandemia estas entidades ofrecieron sus instalaciones para diversas acciones, tanto sanitarias como deportivas. Otra, es que dedicarse a una disciplina individual en Argentina es un sacrificio absoluto. No sólo por la falta de aportes, sino por la ausencia de políticas destinadas a mejorar esta situación.

Las despedidas de Luis Scola, Pedro Ibarra, Paula Pareto y -probablemente- Santiago Lange, dejaron la sensación de que se terminó un ciclo muy importante del deporte argentino. Ese que fue parido por el final del siglo pasado y entregó muchas alegrías en este.

Río Cuarto no tuvo presencia en Tokio. Mucho de la culpa la tuvo la pandemia y sus derivados. Sobre todo, en los casos de Rosa Godoy e Ignacio Carballo. La fondista y el lanzador, se quedaron sin poder competir ni viajar en el momento clave para conseguir la clasificación. El hombro de Macarena Ceballos le impidió pelear por su lugar.

Los Juegos Olímpicos de Tokio siguieron crudamente el libreto destinado para Argentina. Sin posibilidades para entrenarse y competir y sin una planificación política e infraestructura adecuada, los resultados fueron los esperados. Las Leonas consiguieron su medalla más por mística y esfuerzo, que por un ciclo olímpico ordenado; la del rugby llega porque es uno de los pocos que ha sabido organizarse internamente para captar y desarrollar talento alrededor del país y la del vóley es toda de los jugadores y el cuerpo técnico, ya que la Federación deja mucho que desear. “El vóley casi desaparece en Argentina durante la pandemia”, dijo Sebastián Sole, referente de la selección luego de ganar su medalla.

Todo lo demás fue lógica pura. El básquet tenía sus expectativas, pero también era probable que pasará lo que pasó. El fútbol siempre mira de reojo a los Juegos. En los deportes individuales era imposible pelear en igualdad de condiciones. El ejemplo claro es Delfina Pignatiello. Mientras sus competidoras entrenaban como debían, ella tuvo que hacerlo en la pileta de su casa. En el camino, se encontró con haters y stalkeadores.

No se trata de obtener medallas, sino de todo lo que viene detrás. Es lo que el deporte genera en la formación de una persona. El deporte contiene, educa, enseña, socializa, fortalece y cura. Darle recursos a los clubes y a los atletas contribuye con el desarrollo de toda la población.

Se fue Tokio 2020 y su lógica pura. El ciclo para París 2024 ya comenzó y será breve. La esperanza albiceleste sigue estando en los atletas. Esa mística especial que poseen y los hace continuar pese a habitar un ambiente totalmente hostil. La pregunta sigue siendo la misma ¿Hasta dónde podrían llegar los deportistas argentinos si se les ofrecieran las condiciones adecuadas o hubiera política deportiva en serio?

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