
La Copa América y la Eurocopa vinieron para demostrar que el concepto de Nación sigue vivo
“Nos estamos quedando sin hazañas que contar”, soltó al aire el escritor Hernán Casciari en su segmento habitual en el programa de Andy Kusnetzoff, en la previa de la final de Copa América que Argentina le ganó a Brasil. Remató su idea, agregando que el deporte, a veces, no es solo un juego o un negocio, sino que, además, es lo que une a una generación con otra. Consumada la victoria albiceleste, el periodista, Martín Caparrós, cerró su crónica en el blog Chachara.org exclamando: “Me sigo preguntando por qué lo festejé, por qué me emocioné. Me impresiona la eficacia de un reflejo viejo: la patria en su versión más tonta-un equipo de fútbol- todavía funciona. Lo siento, lo disfruto”.
Cada uno desde su estilo, ambos tomaron como foco el sentido de pertenencia que genera la selección y -sobre todo- el fútbol. ¿Por qué esa comunión en el sufrimiento y el festejo? ¿Por qué la alegría, no sólo por el triunfo argentino, sino por la derrota de Inglaterra en la final de la Eurocopa ante Italia? Este fin de semana el deporte volvió a demostrar que, en la era de la hiper conexión, en la era de la globalización más imperante, en la era en que el tiempo y el espacio parecen líquidos, el concepto de Nación sigue tan vigente como siempre.
Una definición más o menos científica de Nación hace referencia a un grupo de gente que sienten que comparten una identidad basada en una ciudadanía y en una historia, una lengua y unos símbolos que son comunes a todos.
Su origen data del Romanticismo Europeo, haya por finales del Siglo XVIII y principios del XIX. Surgió en todo el continente una mirada de recuperación sobre lo clásico y lo antiguo. La civilización griega apareció como un libro al que había que volver. Entre las cuestiones que se recuperaron, está la noción de Deporte que todos conocemos.
El Deporte Moderno está atado a la idea de Nación. Los antiguos griegos utilizaban los Juegos Olímpicos para medir fuerzas entre las Polis, evitando la posibilidad de ir a la guerra total. También, era una manera de mantener a los jóvenes entrenados, por si acaso había un entredicho que debía discutirse lanzas en mano. En la era Moderna, el Deporte cumplió un papel similar para los estados que habían surgido después de la Paz de Westfalia en la segunda mitad del Siglo XVII.
La Nación refiere a una “comunidad imaginaria”, en la cual, las personas comparten cuestiones como valores, creencias y demás cosas (todas de definiciones imprecisas). Cada Nación se construye alrededor de significados comunes. Posee una cultura común. Es lo que hace que un jujeño, un cordobés o un fueguino se consideren, además, “argentinos”.
Esos significados compartidos tienen que ser lo suficientemente fuertes, como para conseguir que gente que ni se conoce -ni se conocerá- se sientan parte de ese “colectivo”. Allí es donde el deporte empieza a jugar su papel. Es notable el poder de integración que puede tener una pelota. En Argentina esa pelota es de fútbol, pero puede ser también una ovalada o una blanca, de costuras irregulares, acompañada por un bate.
En Argentina, hay un decreto de Perón que dice que el deporte nacional es el Pato, pero nadie le da importancia. Aquí, a lo que se juega es al fútbol. Nada modifica más el humor popular que el fútbol. La noche del sábado no hubo coronavirus ni crisis que evitara la euforia.
La idea Nación permite crear identidades. El “nosotros” siempre es más fácil de construir si hay un “ellos” o un “otros”. El deporte eso pasa todo el tiempo. En general se le gana a un “otro”. Los goles de Maradona son lo que son, porque fueron contra Inglaterra y cuatro años después de la Guerra de Malvinas. El triunfo de anoche valió lo que valió porque del otro lado estaba Brasil. De ahí también la molestia de Neymar, cuando se enteró que había brasileños que hinchaban por Argentina.
El deporte genera raíces históricas. No hay nación sin relatos de hazañas pasadas que contar. En los tiempos que corren, no hay nada más épico que levantar un trofeo o ganar una medalla. El triunfo ante los brasileños vale más por el tobillo sangrante de Montiel.
En la Antigua Grecia, la hazañas llegaban a la gente a través de relaciones orales. Hoy, de ese trabajo se encargan los medios de comunicación. En la actualidad, las redes sociales cumplen ese papel a la perfección. Si hace unos años, una foto y un buen texto conseguían hacer emocionar hasta el más duro, un viral con un vídeo bien editado hace maravillas.
El deporte consigue efectos similares a los de la guerra. Es muy fácil que aparezcan los nacionalismos extremos o el “chauvinismo”. El canto de De Paul que frenó Messi tiene esa raíz. Pasó en Inglaterra, cuando fundamentalistas blancos aprovecharon los penales errados por jugadores negros en la final de la Eurocopa, para sacar a relucir “los valores de lo británico”.
El fútbol es en Argentina una especie de red de contención que permite integrar a todos los que habitan en los 2.780.400 KM2 que tiene el territorio. Tiene la capacidad de hacer sentir más cerca a todos aquellos que por algún motivo están lejos. Al rededor de su relato se integran el abuelo y el nieto. Es tan efectivo que consiguió que hasta los argentinos más críticos de lo “argentino” gritaran y se abrazaran como locos. Su fuerza es tan significativa, que por un momento, en Argentina no hubo grieta algunas (eso sí, no hace milagros, al otro día todo volvió a la normalidad).
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