
Atenas festejó ayer 105 años de permanencia en la vida deportiva y social de Río Cuarto
Por mucho que el tiempo pase y la historia sume capítulos, la ciudad de Atenas siempre seguirá siendo un faro para la cultura occidental. Menos amigos de las guerras que sus vecinos espartanos, los atenienses cultivaron dos actividades que ubicaron a la hoy capital de Grecia entre las cunas de la civilización actual. La ciencia y el deporte no serían lo mismo si no hubieran existido los adoradores de la diosa de la sabiduría. Su origen histórico dataría del siglo X antes de Cristo. Uno más mítico adjudica su fundación al héroe Teseo.
Atenas es símbolo de conocimiento y olimpismo, por eso, no llama la atención que, en Río Cuarto, un grupo de jóvenes la utilizará de inspiración para fundar un club que incluyera a una biblioteca. Un día como ayer, en 1916, un grupo de jóvenes se reunió en una casa de la calle Mitre al 721 y decidieron crear el Club Sportivo y Biblioteca Atenas. Hoy, 105 años después, la institución sigue siendo una de las referencias de la ciudad en materia deportiva.
Dicen los registros, que quienes tomaron la decisión de lanzar al mar el barco de los sueños atenienses fueron: Ernesto Acosta, Ernesto Albelo, Gregorio Ávarez, Andrés Bayón, Belisario Cabrera, Juan Cardozo, Álvaro Estévez, Celestino Estévez, Pedro Estrada, Guido Ferreyra, Domingo Gómez, Martín Gómez, Emilio Limonti, Francisco Maturana, José Méndez, Andrés Palacios, José Torres y José Vélez. Para completar el homenaje a la ciudad griega, decidieron que la identidad visual del club tuviera los colores blanco y azul, como la bandera del país lindante con el mar Mediterráneo.
La aparición de Atenas se dio en una época marcada por la creación de clubes. No sólo en Río Cuarto sino en todo el país. Distintos estratos de la Sociedad Civil encontraron en este tipo de asociaciones la posibilidad para compartir espacios de identificación. En ese tiempo, la ciudad crecía a buen ritmo, apoyada en el comercio y el ferrocarril.
Se sabe que los antiguos atenienses contribuyeron de manera prolífera a la rama de las artes. El teatro tal como lo conocemos, tiene sus raíces en la cultura helénica. Quizás sea por eso que, motivados a hacerle un homenaje los más completo posible, los atenienses de Río Cuarto han plagado su historia de dramas y epopeyas homéricas.
Atenas ha desarrollado a lo largo de los años un gusto particular por el sufrimiento. Si el logro se da con facilidad no vale lo mismo para los Albos, tiene que tener emociones. Así, han ganado títulos en la última fecha, como el de 1972 en Coronel Moldes o dos ascensos por penales. Quizás el zenit de ese “disfrute por el sufrir”, fue en el Torneo del Interior 2007, cuando superaron tres series en la definición desde los 12 pasos. Incluso, en la que eliminó a Argentino de Mendoza, Cristian Zúñiga le puso emoción “a la obra” y tiró su envío por encima del travesaño, al querer “picarlo”.
Está manía por sufrir, dotó a los simpatizantes del “albo” de una capacidad especial de aguante. Los tipos resisten todo. No importa que el equipo haya estado 30 años sin salir campeón o ahora lleve más de quince. Ellos siguen ahí, poniendo el pecho contra las cargadas de los vecinos “celestes”. Cómo lo siguen haciendo hoy, pandemia de por medio.
Al igual que los viejos habitantes de la polis griega, los “albos” también han elaborado su Monte Olimpo. Se trata de un conjunto de referentes que han sido elevados a la categoría de deidades del césped. El Zeus de ese conjunto de seres con poderes míticos es Liborio Sosa. No hay en el fútbol de Río Cuarto alguien que le recuerde defectos a Liborio. Cuentan quienes lo vieron, que era un cuevero que combinaba todo lo necesario para ser perfecto. A pesar de no ser muy alto, era impasable de arriba. Por abajo era difícil que perdiera. Tenía una llamativa facilidad para quitar el balón con limpieza y era tiempista como pocos. A todo eso, le agregaba una habilidad innata para salir jugando.
Además del Liborio, hay otros nombres que a los hinchas de Atenas les hacen inflar el pecho. Eduardo y Marcelo Flesia, Carlos Domínguez, Juan García, Darío Zárate, Mauricio Parón, Diego Escobar, Cristian Zúñiga, Nicolás Gatto, Delio Remedi, José Sebastián Echeverría y Néstor Billalva, son algunos de los apellidos que han quedado marcados en las tribunas del estadio 9 de Julio.
La Bombonera Alba, como se conoce popularmente a su estadio, fue inaugurada en 1923 y viene siendo algo así como el Partenón para los atenienses de Río Cuarto. Enclavado a orillas del arroyito ha sido el escenario principal de todas las conquistas del equipo.
Al igual que su contraparte griega, Atenas se ha convertido en un símbolo. Es, sin duda, una de las referencias deportivas y sociales de la ciudad. Ayer, festejó 105 años de permanencia y resistencia dentro de la cultura riocuartense.
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