
Martín el Ido nos trae un análisis medio ontológico y algo antojadizo de lo que pasó el fin de semana
¿Qué es el fútbol? ¿Por qué nos gusta tanto? Son preguntas que dieron vuelta este fin de semana cuando se jugaron los cuartos de final de la Copa de la Liga Profesional. Pasó de todo. Desde la emoción por las lágrimas de un DT hasta el absurdo de un equipo que tuvo que hacer debutar a su quinto arquero, porque el coronavirus no entiende que no debe meterse con la pelota.
El fútbol es vibrante. Toca los sentidos. Genera cosquillas en la panza, hace temblar las piernas, y acelera corazones. Las definiciones por penales son el zenit de esas turbulencias pasionales. Los cuatro partidos de cuartos de final se definieron desde los doce pasos con arquero convertidos en héroes y jugadores que se volvieron antihéroes por intentar ser demasiados “distintos”.
El fútbol es emocionante. Pega en las fibras íntimas y humedece globos oculares. Pocas personas pudieron evitar no unirse en el conmovedor llanto de Julio César Falcioni, luego de que su Independiente se metiera en las semifinales. Tres días antes, el DT del Rojo perdió a su mujer por el coronavirus. Igual, decidió estar junto a sus dirigidos en el encuentro ante Estudiantes. Cuando se terminó la serie, el ex arquero levantó los brazos al cielo y soltó las lágrimas.
El fútbol es ilógico. Pasan cosas inesperadas y difíciles de explicar. Ni los propios hinchas de Racing deben entender bien cómo carajo hizo ese equipo armado de apuro y con un entrenador cuestionado, para estar a dos partidos de ganar un título. Se relaciona con el tema de los penales. El fútbol argentino es parejo y cualquiera le gana a cualquiera. Para algunos, esa es su mayor cualidad.
El fútbol es injusto. Es el único deporte en el que el que hace casi todo bien no siempre gana. Vélez, River, Talleres, Lanús y Banfield tienen proyectos futbolísticos mejores que los de Racing o Boca, pero por esas cosas de la pelota (y algunas externas) no están entre los cuatro mejores.
Esa cualidad llega a su máxima expresión cuando se utilizan playoffs para definir un torneo. Los méritos anteriores se borran y todo vuelve a cero. Vélez no sólo jugó mejor que Racing a lo largo del torneo, sino que sumó más puntos, pero no obtuvo ninguna ventaja por eso.
El futbol es inverosímil. Pasan cosas improbables, imposibles y casi fantásticas. Ni en cuento de Borgues sería posible que a un equipo se le contagien 15 jugadores -entre ellos cuatro arqueros- 24 horas antes de un superclásico eliminatorio. Lo más impresionante es que el partido se jugó igual y hasta sonó justo que así fuera. Ni Cortázar en Rayuela se atrevió a tanto. Tuvo
El fútbol es un negocio. La rueda sigue girando. Que importa que haya un virus matando gente a placer. El DT de un equipo está internado con coronavirus, se juega igual; Un entrenador perdió a su esposa por él coronavirus, se juega igual; se contagió más de la mitad de un plantel, se juega igual; los que sí pueden entrar a la cancha son contactos estrechos y podrían estar contagiados, se juega igual; los jugadores que se recuperan sufren secuelas cardíacas, se juega igual.
El fútbol es todo eso y mucho más. Por eso sigue. No se frena. Lo hizo por algunos meses el año pasado, pero volvió antes que todo. Eso sí, el fútbol que sigue es el profesional, el amateur no. Ese es casi todo lo antes dicho, menos un negocio.
Martín el Ido
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