
En el deporte, hasta los resultados engañan a la gente
Desde que el tiempo es tiempo, el hombre se interesó por la verdad. La búsqueda por definir lo “verdadero” les llevó la vida a grandes pensadores de la historia. Uno de los principios de la alquimia, el de la polaridad, dice que toda materia existente exige la presencia de su contrario. Así, si existe la verdad, existe la mentira.
Oculta detrás de la “verdad”, la “mentira” no tuvo tanta atención teórica. De ella se ocupó más la cultura popular. Circuló en lugares menos opulentos que los libros de filosofía. A lo largo de los años, la “mentira” tuvo patas cortas y fue piadosa. Hay mentiras grandes, pequeñas y medianas. Algunas sirven para no hacer daño, otras son tan peligrosas que se convierten en verdades. Hay mentiras dañinas, pícaras y traviesas. Según el grupo chileno La Ley, hay mentiras fundidas, hundidas y atrevidas. Hay mentiras en libros y hay mentiras que son trending topic. Hay buenos mentirosos, malos mentirosos y hasta fabricantes de mentiras con ojos de neón e historias de cartón.
En el fútbol también hay mentirosos. Los son los que gambetean. También los que simulan agresiones dando vueltas como un trompo. La mentira está tan presente en el fútbol, que hasta los resultados pueden ser mentirosos.
De entrada, la frase es rara. Posee una característica muy propia del periodismo deportivo, que es la personificación. Le atribuye a un concepto -resultado- una cualidad propia del ser humano. Cómo una metáfora de Pinocho, el resultado no sólo cobra vida, sino que miente.
No está claro a quién se le ocurrió decir que un determinado partido tuvo un resultado mentiroso, pero la frase prendió. Es simple, breve, gráfica y suena bien. Quién la dice parece tener un sustento teórico, pero no utiliza conceptos demasiados intelectuales. Cierra por todos lados.
Un resultado mentiroso es aquel que no se condice con lo que pasó en el encuentro. El trámite del juego transmitió una cosa y el tablero, algo muy distinto. Esto se da mucho en el fútbol por su carácter ilógico. Mientras menos responde el deporte a fórmulas matemáticas y presunciones estadísticas, más fácil es que se produzca un resultado mentiroso.
En ocasiones, la idea del resultado mentiroso suele sacar de apuro a los comentaristas. Por ejemplo, cuando un equipo mata a pelotazos a otro, pero termina perdiendo. Suena mejor decir “resultado mentiroso” y no utilizar la respuesta más simple, que es que simplemente hubo un equipo que hizo más goles que otro.
El resultado mentiroso también aparece cuando un equipo que viene mal golpea a uno que está mucho mejor. El 7 a 1 de Boca sobre Vélez de hace unas fechas atrás es un resultado mentiroso en ese sentido. Es un mojón en las campañas de ambos equipos. Boca venía mal hasta ese partido y siguió igual de mal después. Vélez tiene un estilo de juego asentado que le permitió llegar líder a esa fecha y que después de esa derrota, le permitió recuperarse desde los números.
Los resultados no mienten. Los tableros son fácticos. Representan la cantidad de goles que hubo en un partido. No tienen la capacidad de engañar por si solos. Salvo que haya un chanta o un hacker modificando planillas. El que hace las suyas es el deporte. Él es el que desafía las lógicas. Los resultados no tienen vida, el deporte sí.
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