El abuso del adjetivo

La búsqueda constante por encontrar al mejor deportista de la historia lleva a debates inconducentes e imposibles de resolver

Tom Brady es The G.O.A.T repiten todos los medios, incluso los argentinos. La abreviatura de la frase “The greatest of all times” (El mejor de todos los tiempos) se ha popularizó en el habla hispana cuando llegó al fútbol, hace unos cinco años atrás, pero en el deporte estadounidense tiene varias décadas de historia. Mohamed Alí, Michael Jordan, Serena Williams y Tiger Woods, entre otros, fueron denominados de esa manera. Encuestas periodísticas en diversos medios del mundo -y redes sociales particulares- ya están preguntándole a su audiencia “¿Quién es el verdadero G.O.A.T?

La búsqueda de referencias es una de las constantes de la vida humana. Hay que ponerles un marco a los hechos. Debemos clasificarlos. Para ello, el paso previo es calificarlos. Así es como surgen los adjetivos calificativos. Técnicamente, estas palabras son un tipo específico de adjetivos, cuya función es señalar las cualidades propias de un sustantivo, sea persona, animal o cosa. Por ejemplo, podemos decir: Esa persona es traviesa, aquélla es inteligente, ésta es mala y el marido de Giselle Bündchen​​ es el mejor deportista de todos los tiempos.

Si hay un ámbito en el que los adjetivos calificativos son utilizados hasta el hartazgo es en el periodismo deportivo. Diversos investigadores de periodismo español, entre ellos Alonso Hernández, describen que una de sus tendencias más notorias es la exageración. Esta cualidad deviene de la necesidad de llamar la atención de la audiencia en un mercado altamente competitivo. Ese sensacionalismo va de la mano de un exceso de opinión. Hay que decir algo que venda y mientras más extremo sea el título, es probable que mayor sea su impacto. Allí aparecen los adjetivos calificativos, que permiten dotar de cualidades a los acontecimientos.

“El partido más importante del siglo”, “Un fracaso rotundo”, “Un ganador incomparable” o el ya comentado, “El más grande de todos los tiempos”, son algunos de los ejemplos de esa exageración habitual del periodismo deportivo. En Río Cuarto, los calificativos se usaron bastante en estos tiempos, con el ciclo de Marcelo Vázquez en Estudiantes (“El más importante de la historia”).

Este torbellino interminable de adjetivos, ha generado que todo el tiempo se esté buscando al acontecimiento o la persona para empaparlo de cualidades excepcionales. Así, hay una tracalada de G.O.A.Ts dando vuelta por el mundo.

Son típicas las discusiones de sobremesa alrededor de ese tema. Siempre hay alguien que tira la primera piedra diciendo: “Messi es mejor que Maradona” y otro que lo toma como una herejía. Así comienza un intercambio de opiniones que puede llegar a terminar con gente arrojando proyectiles culinarios como corchos o bollitos de miga de pan y hasta pueden llegar a cerrarse con el disparo de un sifón de soda.

El problema de este tipo de calificativos, es que lleva a pensar en absolutos. Es decir, en la búsqueda de un calificativo impactante, el acontecimiento es dotado de cualidades que lo eleva, desacreditando todo lo demás.

Si decimos que un jugador actual es el mejor de todos los tiempos, inmediatamente dejamos de lado al pasado. Todos los que jugaron antes quedan como inferiores. La calificación es tan taxativa, que no atiende a cuestiones del contexto. En la Formula 1, empezó la disputa por si Lewis Hamilton (que está pulverizando todos los récords de Michael Schumacher) es The G.O.A.T. El debate parece bastante inconducente. Con los avances tecnológicos que tiene el automovilismo, es imposible comparar lo que hizo el alemán a finales del siglo XX y principios del XXI, con lo que está haciendo el británico ahora. Ni hablar con lo que hizo Fangio hace más de 50 años. Habría que subir a Hamilton a esos autos casi cilíndricos, con palanca de cambios y ponerlo a manejar en pistas irregulares.

En el tenis la cosa se les hizo más complicada a los adictos a los adjetivos. Cuando todos decían que Roger Federer era The G.O.A.T, apareció Nadal y ahí nomás llegó Djokovic. Entonces el debate se centró en ellos tres, dando por tierra con más de cien años de historia de la disciplina. Es cierto que lo que han ganado es descomunal, pero también es cierto que lo han hecho en un contexto de hiperprofesionalismo en todo sentido. Pete Sampras ganó 14 Grand Slam en épocas de zapatillas sin tanta tecnología y Rod Laver se coronó en once, con las pesadas raquetas de madera de arco chico, que requerían una justeza total para poder impactar correctamente. También hay que mencionar a Margaret Court y sus 24 grandes y a Serena Williams y sus 23. Los defensores de los tres grandes actuales dirán que ahora se juega a mucha más velocidad y eso complejiza las cosas, lo que es cierto. El problema es que, en el afán de calificar, se utilizan parámetros incomparables. Para decir si uno es mejor que otro, Federer debería dejar de lado las raquetas especialmente diseñadas para él y a Laver hacerlo jugar en las superficies perfectamente lisas de ahora.

Pensar en absoluto también complica las cosas hacia adelante. En el básquet, Michael Jordan fue celebrado como the G.O.A.T. en los 90. Pero quienes le dieron ese cetro no contemplaron que iban a venir Kobe Bryant y Lebron James. El malogrado jugador de los Lakers ganó un anillo menos que el de los Bulls, pero jugó una final más y se mantuvo casi 20 años en la élite sin interrupciones. Por su parte, el actual campeón de la NBA ya jugó 10 finales y a diferencia del formado en Carolina del Norte ganó sus cuatro títulos con equipos diferentes. ¿Quién puede decir a ciencia cierta quién es el mejor de todos?

La discusión en los deportes por equipo es aún más compleja. Si ya en el tenis es difícil encontrar parámetros para decir quién es el mejor de la historia, en disciplinas colectivas, es casi imposible. Vamos con el caso de Brady. Si bien es cierto que su importancia en el título de Tampa fue crucial, vale aclarar que a su alrededor se armó una constelación de grandes jugadores. La defensa, de la que el amigo de Donald Trump no participa, fue crucial para ganar el Super Bowl el domingo pasado.

La necesidad de “vender” noticias de los medios y la búsqueda de parámetros de la audiencia hace que se generen discusiones eternas alrededor de la pregunta: ¿Quién es el mejor deportista de todos los tiempos? Por ahí, sería preferible empezar a preguntarse ¿Es necesario encontrarlo?

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