Crónica de una obsesión II

Segunda entrega de la historia de la “enfermedad” que ataca a les hinches de Sudamérica 

Mientras se acerca la definición de esta extraña Copa Libertadores que se ha extendido a través de dos años, desde Tinta Deportiva seguimos repasando el trayecto de vida de la gran obsesión sudamericana.

Para el comienzo de la década de 1990, la Libertadores ya era un certamen prestigioso y nadie se atrevía a hacer lo que hizo San Lorenzo haya por 1960. Pero los años finales del siglo XX, traerían aparejados los cambios cruciales que convertirían a la Copa en lo que es hoy.

En el primer lustro, el fútbol de Sudamérica rebalsaba de talento y triunfos. Los campeones de la Copa superaban a sus pares europeos en la Intercontinental y las selecciones se componían, en su mayoría, de jugadores que estaban todavía en su país.

Después de la sorpresa de Colo Colo en 1991, el San Pablo de Telé Santana se hizo el gran dominador de la primera parte de la década. El conjunto paulista se quedó con dos trofeos de manera consecutiva y se cargó al Barcelona de Cruyff y al Milan de Capello en las Intercontinentales. Además, varios de los nombres de ese equipo fueron campeones del mundo en EE. UU 1994. Cafú, Rai, Ronaldao y Leonardo se dieron el gusto de ser bicampeones de América en clubes y después consagrarse en la “verdeamarela”.

Ese mismo San Pablo llegaría a una tercera final de manera consecutiva en 1994. Allí se toparía con un nombre que se convertiría en uno de los más importantes de la historia de la Libertadores. Carlos Bianchi y su Vélez lo vencieron por penales en el Morumbi. El Virrey ganó así el primero de sus cuatro trofeos. De yapa, el conjunto de Liniers se quedó con la Intercontinental en Japón frente al Milan.

En 1995, mientras el Gremio de Luiz Felipe Scolari se coronaba ante el Atlético Nacional de Medellín, en Europa se sancionaba la Ley Bosman. A partir de la definición judicial del caso del jugador Jean-Marc Bosman, se liberaron las restricciones para contratar jugadores. Los protagonistas nacidos en los países miembros de la Comunidad Europea dejaron de ser considerados extranjeros. Se liberaron los cupos y el neoliberalismo llegó al mercado del fútbol.

Los jugadores sudamericanos empezaron a emigrar en forma masiva. Aquellos que tenían antepasados en el Viejo Continente empezaron a tramitar la nacionalización. Así, los países de estas tierras sumaron un nuevo comoditie para exportar y lentamente el fútbol europeo se fue quedando con los mejores nombres de estas tierras. Los efectos de esa venta de “materias primas” se vieron reflejados en la Copa Intercontinental. Mientras en los ´80, siete de los diez trofeos fueron ganados por los equipos de la Conmebol, mientras que en los ´90, sólo tres viajaron hacia el cono sur.

El mercado del fútbol no sólo impactó en la migración de los jugadores. Para ampliar la venta de derechos televisivos, la Conmebol invitó a dos equipos mexicanos, repitiendo lo que venía sucediendo en la Copa América. Sobre el final de la década, comenzaría el paulativo aumento de participantes, hasta llegar a los 47 actuales.

El comienzo del nuevo siglo trajo consigo el punto de quiebre para que la Libertadores se volviera una enfermedad crónica en les hinchas argentines. Hasta el año 2000, Boca y River tenían dos copas cada uno. Les simpatizantes del “millonario” disfrutaban de la hegemonía en títulos locales y les del “xeneize” no tenían mucho de que agarrarse para contestar.

Pero entonces llegó Bianchi a la Ribera del Riachuelo y todo cambió. Boca ganó dos Libertadores seguidas y con varias yapas cómo, por ejemplo, ganarle la Intercontinental al Real Madrid de Figo y Raúl. En la del 2000 eliminó a River en cuartos de final, con fiesta en la Bombonera por el regreso de Palermo, que regresó después de una larga lesión y le puso el broche de oro a la clasificación. “Si ellos lo ponen a Palermo yo lo pongo al Enzo (Francéscoli)”, dijo socarrón el Tolo Gallego, DT de River en ese momento y el golpe de la derrota no sólo hizo que se tragara sus palabras, sino que tuvo un efecto aún mayor.

Al mismo tiempo que Boca ganaba la Libertadores, River se coronaba en el torneo local. La eliminación en la Copa hizo que la gente de Núñez no disfrutara la consagración vernácula. Ese fue el punto de quiebre.

El certamen argentino pasó a ser una especie de premio consuelo para los dos equipos más ganadores de la historia argentina. En la primera década del siglo XXI, Boca ganó cuatro Libertadores y River se la pasó buscando levantar, aunque sea una, como para poder contestar a las cargadas. Durante esos años, Olimpia y Once Caldas interrumpieron la hegemonía de equipos argentinos y brasileños.

Desde el 2010 en adelante, la obsesión fue creciendo. Todos la querían. Boca para poder alcanzar a Independiente y convertirse en el nuevo Rey de Copas; El Rojo para revalidar ese apodo, que habla cada vez más del pasado que del presente; River para poder contestarle a Boca; San Lorenzo para sacarse el karma y Racing para aprovechar el impulso que le había dado la vuelta a los títulos locales.

La historia es cercana y se sabe que tanto el “cuervo” y el “millo” consiguieron sus objetivos. De la mano de Edgardo Bauza, San Lorenzo festejó en 2015 su primera consagración. De la mano de Nestor Ortigoza, terminó con el mote de Club Sin Libertadores de América”. Del otro lado, Marcelo Gallardo no sólo levantó dos copas como DT de River, sino que en el camino eliminó dos veces a Boca y le ganó la final más importante de toda la historia.

Aquella definición de 2018 quedará en el recuerdo por muchos motivos. No sólo fue el primer choque entre los “primos” en una final de Libertadores, sino que fue la primera que se disputó afuera de América. La vuelta se jugó en el Santiago Bernabeu de Madrid debido a los incidentes que se produjeron en los alrededores del Monumental.

La era Bianchi primero y la Era Gallardo después, le pusieron el sello definitivo a la Copa Libertadores. A partir de esos nombres, el trofeo se volvió en una enfermedad obsesiva. Todes les hinchas sudamericanes se arrancan los pelos y sufren paros cardíacos cada vez que juega su equipo. Las noches de Copa se volvieron una tradición y hasta un slogan de televisión. De martes a jueves, el cono sur se paraliza para ver los duelos coperos.

Coronavirus de por medio, la obsesión no se detuvo. Todavía estaba todo cerrado en los países miembro e igual la Conmebol hizo fuerza para que el certamen se volviera a disputar y se pudiera terminar. Los contagios estallaban en toda Sudamérica cuando los se reanudo la competencia. Hoy, cuando todavía el virus no está controlado, Argentina y Brasil están listos para las series de semifinales.

La obsesión por la Copa ya se instaló de nuevo en les simpatizantes de Boca y de River. En una actitud casi esquizofrénica, todes juegan con la posibilidad de una nueva final. Les del “xeneize”, quieren la revancha, pero interiormente preferirían que no se repita, porque temen una nueva derrota ante los muchachos de Gallardo. Les del “millonario” sacan pecho para volver a encontrarse con sus primos, pero por lo bajo no están tan seguros de darle la oportunidad a los de Russo que venguen la caída en Madrid.

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