
Martín el Ido
Estudiante de Ciencias de la ComunicaciónEn el fútbol argentino actual, inteligentes somos todos
Este ámbito, que es utilizado para la distención y el esparcimiento, hoy se convertirá en un espacio de denuncia. Algune fiscal debería intervenir de oficio porque en el fútbol argentino se anda calificando a la gente de inteligente a diestra y siniestra, sin ningún tipo de control. Aquí, cualquiera puede acceder a ese título, sin la necesidad de demostrar demasiado.
Para iniciar la exposición judicial se debe apuntar que el diccionario de la Real Academia Española define a la inteligencia como la capacidad para entender, comprender y/o resolver problemas. Esta definición se podría aplicar de varias maneras al fútbol y esa es una de las razones que lleva al abuso del calificativo.
Hay un uso tradicional que lo relaciona mucho con el talento individual. Riquelme era un jugador inteligente. El tipo siempre sabía lo que pedía la jugada. Tenía un mapa de la cancha en el que trazaba sus pases con escuadra. Entendía lo que el partido solicitaba en cada minuto. Comprendía cuando había que acelerar y cuando no. Descifraba las estrategias rivales y las resolvía sin inconvenientes. Una versión actual y local sería Alejandro Cabrera, hoy tan extrañado en Estudiantes.
Esto se puede aplicar a todos los puestos. Wendy Renard, defensora del Olympique Lyon, es una de las más inteligentes en su posición. Es muy difícil que la superen en un uno contra uno. Siempre comprende y anticipa lo que le va a plantear la delantera rival. En el juego aéreo es de las mejores en las dos áreas. Siempre está ubicada donde la pelota va a caer. Entiende siempre cual es el lugar que debe ocupar, ya sea para despejar o para convertir cuando migra hacia el campo antagónico.
Hay otras cualidades individuales a las que se asocia con lo inteligente. Por ejemplo, el manejo de los tiempos. Le jugadore inteligente comprende cuando tiene que apurar el ritmo para aprovechar una envión favorable para su equipo y cuando bajar una marcha porque los suyos la están pasando mal. Aquí surge uno de los casos de abuso del concepto más notables.
Cuando se asocia a bajar el ritmo de un partido con la inteligencia, se habla de tocar en corto, hacer circular bien el balón, no entrar en un trámite de ida y vuelta vertiginoso, pensar para elegir bien el camino y no perder la pelota. Ahora bien, muchos entienden que frenar la velocidad significa hacer tiempo a través de malas artes, como hacerse el lesionado, no permitir que el rival reinicie el juego y pedirle a los alcanza pelotas que las escondan. Esa confusión hace que muches digan que esas acciones desleales hacia el juego son “inteligentes”. Incluso señalan que le jugadore que hace amonestar a otre, provocándolo, es “inteligente” y le que reacciona es le tonte. Si bien algunas de estas acciones son llevadas a cabo por jugadores que comprenden la situación y hasta resuelven -en algún punto- los problemas, no pueden ser catalogadas de “inteligentes”, porque van en contra de las reglas y del espíritu del deporte.
Desde una mirada más colectiva, se podría decir que la inteligencia en el fútbol pasa por la capacidad para diseñar un plan y llevarlo adelante, resolviendo lo que el equipo rival plantea y así ganar el partido. Desde este punto de vista, el que es “inteligente” en el fútbol lleva adelante una tarea de estudio en el que compara estadísticas, analiza rivales y plantea escenarios futuros. Elabora una estrategia propia y hace variaciones tácticas para superar a los rivales. Incluso se podría plantear que uno puede ganar desde lo estratégico y perderlo por esas cosas que tiene el fútbol.
El problema del abuso se presenta cuando se dice que un equipo es inteligente solo porque se defiende con uñas y dientes y obtiene resultados con su arquere como figura. Ser inteligente no puede ser sinónimo de mezquino, como tampoco puede serlo de defensivo.
Si bien la línea es delgada, las diferencias son claras. Acumular defensores y reventar la pelota no puede ser mencionado como un planteo inteligente. No tiene nada de brillante poner barreras humanas aglomeradas.
Se puede entender que les protagonistas lo digan en busca de defender el resultado que obtuvieron, pero es notable como la costumbre de etiquetar a los planteos de algunos equipos como inteligentes, cuando solo se defienden como animales acorralados, ha crecido entre les periodistas y les hinchas.
Esto ese agrava aún más, cuando al que pierde por haber sido más ofensivo, se lo tilda de zonzo. Entonces, el que ataca es bobo y el defensivo es inteligente. En realidad son cosas distintas.
Por todo esto, desde este espacio, se le pide a les lectores, que se unan en la cruzada contra el uso indebido del término “inteligente”. Todo granito de arena suma, así que cuando se vean tentados a decir que su equipo ganó un partido “siendo inteligente”, piénsenlo dos veces, no vaya a ser cosa que lo estén engrupiendo.
Texto e Ilustración: Martín el Ido