La balada del fuego y la peste

En medio de los incendios y la pandemia, Estudiantes ya tiene fecha para volver al ruedo

En octubre de 1996, cuando el modelo menemista empezaba a crujir, una de las bandas más paradigmáticas del rock nacional, lanzó el disco que le permitió empezar a llenar estadios en todo el país. Con los libros del antropólogo Carlos Castaneda bajo el brazo y la inspiración conseguida durante un viaje al Norte argentino, La Renga le dio vida a “Despedazado por mil partes”. Como toda buena obra musical, no hay una canción que destaque demasiado sobre las demás. Producido por Ricardo Mollo, el álbum no tiene fisuras.

Entre los once temas que incluye el disco, hay que uno que consiguió meterse en la playlist (para usar un término actual) de personas que no conocían a la banda o no le prestaban demasiada atención. “La Balada del Diablo y la Muerte”, es de esas canciones que consiguen hacerse conocida a nivel masiva. Su primera estrofa es de las más cantadas. No muchos saben como sigue la letra, pero todos paran la oreja cuando suena el arpegio desde la guitarra de Chizzo Nápoli.

Con una base simple de cuatro acordes, el tema narra una especie de encuentro onírico entre el personaje principal y dos personajes muy peculiares. “Estaba el diablo mal parado en la esquina de mi barrio”, canta la áspera voz de Nápoli y agrega: “Al lado del estaba la muerte con una botella en la mano”. En un paisaje surrealista, con un clima de bastante suspenso, el protagonista toma coraje, cruza la calle y los encara. Casi sin quererlo, termina en medio de una cofradía con el caído y la parca. Se sorprende al descubrir que el ser humano le da más miedo que sus compañeres de charla.

Dentro de algunos días, Estudiantes, Belgrano e Instituto saldrán a la cancha en una provincia en la que el diablo y la muerte andan sueltos por las esquinas. Jugarán en estadios vacíos y con el aire un poco viciado. Mientras lo hagan, el coronavirus seguirá cobrándose víctimas en los hospitales y el fuego continuará consumiendo los paisajes serranos.

Desde hace más de un mes, el diablo parece haber tomado a Córdoba como su segundo hogar, pero éste Lucifer no parece ser tan amigable como el de la canción. Para sentirse más cómodo trajo consigo a las llamas del averno. La falta de lluvia y actitudes descuidadas y/o criminales han provocado que se quemen más de 200.000 hectáreas.

La muerte también ha encontrado en la provincia un lugar apacible para tomarse un trago. El total de muertes por el coronavirus en territorio cordobés ya superó las 800 y los contagios se acercan a 63 mil. El personal de salud batalla todos los días y ve cómo crece la ocupación de camas de terapia intensiva.

El diablo y la muerte parecen enfrascados en una competencia para ver quien causa más estragos en Córdoba. En medio de esa pelea, se llevaron puestas a las burbujas que la Liga Nacional de Básquet iba a armar en la capital y en Carlos Paz. Hubiese sido una escena de otro mundo. Afuera incendios y peste, adentro los deportistas. (Bueno, no de otro mundo, algo similar pasó en Florida hasta hace unos días).

Entre monte quemado y terapistas extenuados, el básquet no pudo volver en Córdoba, pero si lo hará en Buenos Aires. Rara vez el humo del interior llega a la Ciudad Autónoma y en los barrios porteños no hay mucho bosque nativo que se pueda incendiar. Además, la muerte parece haberse cansado del Obelisco y prefiere caminar por los paisajes del interior.

Con el fútbol, la situación tiene algunas similitudes. Cuando el coronavirus recorría las calles de San Telmo como si fuera un turista, no se hablaba de la vuelta de la actividad. Ahora, que son los clubes de tierra adentro los que más complicaciones tienen, se tomó la decisión de regresar.

Cuando la pandemia empezaba a golpear les periodistas brasileñes contaban que mientas el Flamengo ganaba en el Maracaná, a pocos metros, el coronavirus causaba estragos en uno de los hospitales de campaña. Unos meses después, les cronistas riocuartenses les emularán, narrando que al mismo tiempo que se juega en el Candini, les terapistas combaten cómo pueden los embates del Covid-19 en el Nuevo Hospital.

Mientras el diablo y la muerte corretean por Córdoba, los clubes deberán salir a jugar un certamen que todavía no tiene formato. Será un salto al vacío, rodeado de incertidumbre y en un ambiente nebuloso, como ese que transita el personaje de la balada. Estudiantes buscará terminar igual que el protagonista y sobrevivir a esta larga noche que representa el 2020.

 

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