
Platón y la tiranía de los memes
Platón desciende del mundo de las ideas para analizar cómo fue condenada una de las mejores generaciones de futbolistas argentinos
“Prefiero que me puteen 45 millones de personas que ver la Torre Eiffel”, sentenció con aspereza Ángel Di María. El mediocampista del Paris Saint Germain expresó así su deseo de seguir vistiendo la camiseta de la selección argentina pese a las críticas generalizadas que recibe desde hace cuatro años.
La semana que viene la selección arrancará una nueva eliminatoria y lo hará con un plantel que encarna la tan mentada renovación. El nombre de Lionel Messi aparece solitario, como único representante de la generación que comandó los destinos de la Albiceleste por más de una década. Esa que empezó a hacerse visible con Maradona en el banco, que vio pasar a Batista, que tocó el cielo de la mano de Sabella, que piloteó como pudo la muerte de Julio Grondona y que vio cómo las internas del fútbol argentino la arrastraron a tener un final deslucido en Rusia.
La frase de Di María, con algo de ironía, refleja una realidad. Tanto él como otros integrantes de esta generación fueron criticados hasta el hartazgo por la opinión popular. Higuaín, Biglia y Banega integran la lista de víctimas de la “tiranía del meme”. Antes también se criticaba a los jugadores, pero ahora todo se multiplica a través de avatares, trolls y demás entidades virtuales.
La actualidad pone a Di María en el foco, pero su situación es similar a la de muchos de sus compañeros. Su trayectoria y su presente son futbolísticamente incuestionables. Hoy es una pieza clave en un equipo de estrellas. Pero lo que mejor habla de él es la manera en la que evolucionó para mantenerse en la elite. Ya no es esa flecha que se veía pasar por detrás de Messi cuando el del Barcelona enganchaba hacia adentro. La banda ya no es su único hábitat. Su radio de juego se extendió. Parado más al medio, disfruta de ser administrador y pasador.
Sus últimas prestaciones en la selección no fueron buenas, pero el balance de su paso por la Albiceleste arroja números claros. Es el sexto hombre con más presencias y marcó 20 goles. En Brasil 2014 fue de lo mejor del equipo. Su ausencia en la final se sintió. En Chile jugó una gran Copa América, pero otro inconveniente físico lo obligó a dejar antes de tiempo el duelo decisivo ante el local.
Las lesiones, las finales perdidas y la acusación de ser uno de los integrantes del club de “los amigos de Messi” sirvieron para que algunos empezaran a opinar que Di María no servía para la selección. Sin argumentos más sólidos que algunas finales perdidas, tanto el jugador del PSG como varios de sus compañeros pasaron a ser descartables. Empezó así a dar vuelta la idea de la renovación.
“Hay que darle oportunidad al recambio”, dijo algún periodista deportivo en uno de los tantos programas de debate televisivo; “Tienen que darles lugar a los pibes”, se hizo eco un hincha. “Estos tipos no sirven más”, escribió alguien en Twitter y así la cuestión se multiplicó, a tal punto que la opinión popular decretó que se había terminado el ciclo de Di María en la selección.
La sentencia llegó con todos los aditamentos que tienen este tipo de afirmaciones en el fútbol argentino. No basta con opinar sobre el nivel de un jugador, hay que remarcarle que ya no sirve. A fuerza de burlas y memes, se intenta que le quede claro el mensaje. Que sepa que hay 45 millones de personas (y cuentas de Twitter) dispuestas a insultarlo sin muchos argumentos.
Se sabe que el comportamiento en masa y la confidencialidad son la combinación perfecta para lapidar al prójimo. Es el ámbito más favorable para tirar la piedra y esconder la mano.
Platón, conocido filósofo griego, tenía sus críticas respecto del funcionamiento de la democracia. Consideraba que en las elecciones jugaban cosas como las emociones y los prejuicios. No había una decisión basada en conocimientos devenidos del pensamiento.
Resumiendo, Platón sostenía que la realidad humana estaba dividida entre el mundo sensible y el mundo inteligible. El primero se reflejaba en el cuerpo y en todo lo que estaba al alcance de los sentidos. A este ámbito le correspondían las necesidades (el hambre) y las pasiones. El segundo es el mundo de las ideas y se relaciona con el alma. A este nivel se accedía a través de la ciencia.
Quien se deja guiar por el mundo sensible se queda en el nivel de la opinión (doxa). Sus argumentos pueden ser buenos para sostener una tesis, pero no consigue dar certezas de que las cosas sean como él dice.
Platón sostenía que la democracia estaba dominada por la doxa. No se votaba desde el conocimiento y con argumentos sólidos, sino que se hacía desde las emociones. Si alguien se irritaba con otra persona por cuestiones del mundo sensible, lo desfavorecía en la votación sin pensar en argumentos o razones. Peor aún, podía conseguir que el resto de la asamblea lo acompañara y así lograr una mayoría que legitime su postura.
Los expertos en filosofía señalan que el origen de estos pensamientos en Platón es el juicio en el que se condenó a muerte a Sócrates. Para el pensador, en esa ocasión la asamblea dictó sentencia sin muchos argumentos y llevada por el resentimiento. De allí que el griego haya dicho la frase: “Cuando es la multitud la que ejerce su autoridad, es más cruel que los tiranos”.
En la actualidad esa multitud ya no sólo está en las calles, sino también en las redes sociales. Sus sentencias se hacen sentir el doble y necesitan aun menos argumentos para dictarlas. Si no que le pregunten al bueno de Di María, que pese a ser uno de los mejores futbolistas argentinos de la última década ya fue dado de baja por la “asamblea del meme”.
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