Los benditos pronósticos

El periodismo deportivo y esa necesidad de anticipar lo imposible

“Solo sé que no sé nada” debe ser la frase más utilizada de toda la filosofía. Impresos en los viejos boletos de colectivo o editados en los actuales memes que circulan por redes sociales, los dichos atribuidos al bueno de Sócrates son parte de la cultura popular occidental.

Nunca se supo si esas fueron las palabras exactas del filósofo de Atenas. Tampoco está claro si las dijo él. Lo que se conoce es un texto de Platón en el que se deduce una idea similar. Sócrates habría pronunciado estas palabras en el juicio que terminaría con su muerte.

La frase está asociada a lo que se conoce como el Método Socrático. Se trata de llegar a la verdad a través del reconocimiento de la ignorancia. El “Solo sé que no sé nada”, es el punto de partida para llegar al conocimiento.

Sócrates explicaba sus ideas a través del dialogo. Las preguntas llevaban primero al reconocimiento de la ignorancia y luego al aprendizaje.

Una de las interpretaciones de su método señala que Sócrates consideraba que no existía una verdad absoluta. A través de las preguntas, el griego buscaba que sus estudiantes comprendieran que nadie era el poseedor de esa “verdad”.

Naturalmente, en aquel tiempo, el método de Sócrates chocaba un poco. Si no había una verdad absoluta, no quedaba muy claro el lugar que ocupaban los dioses. Tampoco tenía mucho sentido el valor que se le daba al Oráculo como símbolo de ese conocimiento certero e incuestionable.

Este método de enseñanza hizo que el filósofo se ganara algunos enemigos en la Ciudad-Estado griega. Fue acusado en el 399 a. C. de introducir nuevos dioses y corromper la moral de la juventud. El juicio, que fue narrado por Platón, terminó con la condena a muerte de Sócrates. La ejecución de la pena fue a través del envenenamiento por cicuta.    

Al decir de los expertos, para Sócrates la verdadera sabiduría consistía en reconocer los límites del conocimiento sobre algún tema determinado. Se trata de estar dispuesto a aprender constantemente, evitando hablar como si se conociera todo, cuando realmente se ignora.

Una de las anécdotas que rodea la historia de Sócrates es que un expresidente argentino quiso utilizarlo para defenderse de quienes lo denostaban por su falta de intelectualidad y lo usó mal. Carlos Saúl Menem, intentó mostrar que sabía de filosofía y dijo: “Mi libro de cabecera son las obras completas de Sócrates”. El problema es que no se conoce ninguna obra escrita por el griego, sus ideas se conocieron a través de sus discípulos.

Dante Panzeri, referente del periodismo deportivo, tenía como una de sus máximas de la profesión el callar ante el desconocimiento. Criticaba duramente esa característica que tenía el periodista deportivo de llenar espacios sin tener ideas claras para hacerlo.

No importa si se sabe del tema o no, la cuestión es que no haya silencio. El público no debe darse cuenta de que el periodista no posee conocimientos sobre alguna cuestión. Desde la táctica hasta el entrenamiento físico y desde la política hasta la economía, el periodista deportivo tiende a hablar de todo.

Panzeri aclaraba que no está mal no saber. Nadie puede conocer todo sobre todas las cosas. Lo que le molestaba era que, aun sin tener idea de un tema, se opinara y se soltaran sentencias absolutas.

Cual Sócrates, insistía en que esas lagunas de ignorancia debían llenarse. El reconocimiento de que no se sabe de algo debía ser el primer paso para aprender sobre el tema.

Los pronósticos de resultados se presentan como un ejemplo de la necesidad de demostrar una sabiduría absoluta. Desde hace mucho tiempo atrás, los periodistas deportivos se han visto tentados a adelantar lo que sucederá en un encuentro antes de que esto suceda. Incluso se producen acaloradas discusiones bajo supuestos incomprobables.

Es cierto que no sólo es culpa de los periodistas deportivos. Hay una incentivación constante de parte del público para que desde la prensa se “jueguen” a adivinar cuál será el resultado de un partido.

Aquel que simplemente reconoce que no tiene muy en claro que puede pasar es tratado de cobarde. Es decir, se prefiere que el periodista haga un tiro al pichón a que reconozca que no tiene las herramientas para aseverar lo que sucederá en un partido.

La exigencia al periodista deportivo para que anticipe los marcadores es incluso mayor que la que se produce con el comentarista político o económico. Si los analistas de estas áreas, que se manejan con herramientas estadísticas bastante más fiables, equivocan sus pronósticos, como no van a errar los especialistas en deporte.  

Sin importar estas cuestiones, los periodistas se apresuran a anticipar conclusiones y sentenciar consecuencias sobre causas que aún no se produjeron. Algo así sucedió con el regreso de la Copa Libertadores.

Cual Oráculo de Delfos, la gran mayoría de los periodistas sentenció que a los equipos argentinos les iba a ir muy mal. Basándose en el efecto que podría tener el largo paro producto de la pandemia, predijeron de manera absoluta las derrotas nacionales.

Si el pronóstico en el deporte ya es algo muy complejo, en el fútbol esto se vuelve prácticamente una cuestión azarosa. El propio Panzeri solía decir que el balón pie es dinámica de lo impensado. Es la única disciplina en la que el equipo que hace las cosas mejor que su rival, puede perder. Hay demasiadas variables que no se pueden medir ni controlar, por lo cual anticipar lo que va a ocurrir en un partido es sólo cuestión de suerte.

El River de Gallardo no dio muchas muestras de estar afectado por la inactividad. Fue superior a San Pablo en el Morumbí y casi se trae un triunfo. Ni vale la pena hablar de la goleada a favor en Lima. Boca mandó un mensaje claro en Paraguay. El equipo de Russo pareció reírse a carcajadas del supuesto clima complicado que lo esperaba por aquellos lados. Racing, pese al resultado, estuvo a la altura de las circunstancias. Defensa -ante un rival de menor jerarquía- consiguió una goleada. Sólo Tigre -caso especial- fue vapuleado.

La Libertadores fue sólo un caso más de pronósticos fallidos del periodismo deportivo. Una muestra más de que la mejor respuesta ante la inquisición sobre algún resultado debería ser: “Sólo sé que no se nada”.

 

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