
La desigualdad atiende en todos lados
Eduardo Galeano, quien hubiera cumplido 80 años, describió como pocos el negocio en el que se ha convertido el fútbol
Eduardo Germán María Hughes Galeano hubiera cumplido 80 años en 2020. El escritor uruguayo fue uno de los pensadores que creó puentes entre las letras y el fútbol. Abrazó a la pelota e incluso la protegió de las agresiones que recibía de algunos de sus colegas intelectuales. Entendió que no se trataba de algo menor o vulgar, sino que implicaba un espacio clave para interpretar a las realidades latinoamericanas.
Es en vano imaginar que hubiera pensado Galeano de la realidad actual del fútbol en modo Covid-19. Se puede suponer que alguien que dijo que “jugar sin público es como bailar sin música”, no estaría muy contento de ver las canchas vacías. Los protagonistas danzan hoy sin música o, en algunos casos, lo hacen con sonidos producidos por artefactos tecnológicos. Los coros de las hinchadas que suenan por los altoparlantes son a los estadios lo que la música electrónica a las pistas.
Galeano, muy crítico del negocio televisivo en que se había convertido el fútbol, sostenía que los estadios se habían convertido en pantallas gigantes. Hoy, sin espectadores en las tribunas, la metáfora es más precisa que nunca.
El negocio que es el deporte volvió a hacerse presente en medio de la pandemia. En gran parte, es el mercado quién obliga el regreso de la actividad. Eso sí, por mucho negocio que haya, no todos pueden retornar sin sufrir consecuencias, no todos son Alemania.
“El desarrollo desarrolla la desigualdad”, decía Galeano respecto a las secuelas del actual modelo. En el deporte las diferencias entre los que más y los que menos tienen se notan. El coronavirus las remarca. Mientras en Europa los países más ricos pudieron transitar un regreso sin inconvenientes, las “burbujas” más precarias de los equipos argentinos mostraron sus primeras grietas. River encendió las alarmas y Boca directamente entró en estado de emergencia por casi 20 contagios. Si los dos equipos con más presupuesto del país tuvieron esos problemas, resulta complejo imaginar lo que pasará con el resto. El ascenso es un gran signo de interrogación.
El fin de semana, el presidente Alberto Fernández habló de la opulencia de Buenos Aires y rea-firmó que quiere terminar con las desigualdades entre la capital y el interior. Si hay un lugar en el que el federalismo destaca por su ausencia, es en el fútbol. Dios está todas partes, pero atiende en calle Viamonte. Con Grondona o con Tapia, eso no cambia.
Hace unos meses atrás, el actual presidente de AFA dijo que los entrenamientos iban a volver cuando todo el país estuviera en fase 4. Esa decisión, argumentaba él, tenía que ver con no provocarles des-ventajas deportivas a los equipos del AMBA. Era la época en la que los casos golpeaban a esa zona y el interior no sufría tanto. Actual-mente, cuando la situación parece estabilizarse en la región metropolitana y estalla en el resto del país, hay que volver si o si. Ya no hay que esperar a la fase 4. Jujuy vive momentos complejos, pero Gimnasia deberá regresar.
Los jugadores de Estudiantes comenzaron la semana con testeos. Para tranquilidad de todos en la avenida España, ninguno dio positivo. De todas maneras, las alarmas están encendidas. El virus parece haber llegado a Río Cuarto y se quedará por un buen tiempo.
El retorno del Celeste será con el Antonio Candini vacío y sin Alejandro Cabrera. Galeano, según sus palabras, andaba por los estadios mendigando buen fútbol. Segura-mente se hubiera quedado a ver un partido de Estudiantes con el Colorado entre los once. Es de esos jugadores que le dan un valor agregado al espectáculo que hoy se ve en las canchas. Pisa la pelota, la trata con cariño, piensa más de lo que corre y -sobre todo- juega.
Galeano era un amante de los grandes equipos. Un enamorado de aquellos conjuntos que hicieron historia por su calidad y su valentía. El Santos de Pelé, la Holanda de Cruyff y el Barcelona de Messi eran objetos de su admiración. Ese Messi que busca nuevos rumbos y que podría volver a encontrarse con quien mejor lo hizo jugar, Josep Guardiola.
El rosarino estaría cerca del Manchester City, aunque entre tantos rumores también podría ir a dar al París Saint Germain. Los “nuevos ricos del fútbol” son los que se pe-lean por contar con el argentino. Ambos equipos son nuevos ricos en el mundo de la pelota, pero el dinero con el que son manejados tiene un origen mucho más tradicional.
El equipo inglés es conducido desde Dubai y el francés desde Qatar. Las familias reales de estos dos emiratos son quienes aportan los fondos millonarios que permiten a ambos clubes comprar a las principales figuras y manejar pre-supuestos exuberantes. Son dos de las naves insignias del negocio que hoy es el fútbol, ese que tanto combatía Galeano.
Otro gran negocio es la NBA, que sigue su marcha en la “burbuja” de Orlando. Aunque es grande y pisa fuerte, no es todopoderoso. Toda-vía hay cosas que se le escapan. Como por ejemplo el compromiso social de sus jugadores, que se plantaron firmes y pararon la pe-lota tras un nuevo caso de violencia racista en Estados Unidos. Fue tan grande la fuerza de la medida, que no sólo se detuvo la acción en el básquet, sino que se sumaron todas las grandes ligas. Galeano, amante de Sócrates y la Democracia Corinthiana, debe haber sonreído con picardía al observar como unos cuantos jugadores frenaban el andar de una de las maquinas de dinero más extraordinarias de la historia.
Galeano defendió el deporte a pluma y palabra. A diferencia de algunos de sus colegas, vio en la pelota un ámbito en el cual el mundo se refleja. Con sus textos, permitió a muchos comprender que el deporte puede ser el espejo donde mirar las principales des-igualdades y también, una herramienta para encender la chispa de los grandes cambios.