Crónica de una obsesión I

La Copa Libertadores tiene 60 años de historia y en los próximos días coronará a su campeón número 61. El certamen pasó de ser un proyecto que buscaba emular a la Copa de Campeones de Europa a convertirse en la necesidad de todes les hinchas sudamericanos

“La Copa Libertadores es mi obsesión”, dice un popular cántico futbolero, hoy convertido en la frase promocional del canal que transmite los encuentros. El torneo sudamericano se ha convertido en una especie de monstruo que carcome las mentes de todes les hinchas argentines y les devora los sueños. Dirigentes, jugadores y entrenadores darían todo por ganarla. Hubo un tiempo en que no existía esta locura por obtenerla. Era un certamen más, que valía más o menos lo mismo que el local. Con el correr del tiempo su significado fue cambiando y hoy -quien lo diría- el clásico más clásico de todos pasó a un segundo plano. ¿Qué es lo que tiene ese trofeo que hace que simpatizantes de River y Boca digan que no les importa el enfrentamiento del próximo sábado? ¿Cuándo fue que esa copa de forma poco convencional se volvió tan necesaria?

La Copa Libertadores nació a finales de la década de 1950. Su origen fue el corolario de varios intentos que se venían produciendo. Fue el formato definitivo con el que se ordenó a una infinidad de certámenes internacionales que se producían en esta parte del continente. El nacionalismo siempre estuvo asociado al fútbol y ya en los primeros decenios del siglo XX los equipos de distintos países cruzaban las fronteras para defender el orgullo del balonpie vernáculo.

De todos los certámenes que se disputaron hasta 1958, el Campeonato Sudamericano de Campeones es el señalado como antecedente principal de la Libertadores. Se disputó entre febrero y marzo de 1948 en Santiago de Chile y contó con la participación de los ganadores de los torneos locales de siete países. Vasco da Gama de Brasil fue el ganador y River terminó segundo.

Para 1958, los dirigentes de la Conmebol ya tenían la idea de hacer un certamen que se disputara todos los años. El modelo a seguir era la Copa de Campeones de Europa. Con el Real Madrid como dominador, el torneo del Viejo Continente ya tenía tres ediciones disputadas. El proyecto más fuerte llegó de Chile y rápidamente conto con el apoyo de dos de los tres poderosos: Argentina y Brasil. Uruguay, que todavía disfrutaba de las mieles del “maracanazo”, se opuso. La dirigencia de la Celeste no quería que este nuevo torneo de clubes opacara al Sudamericano de Selecciones (hoy Copa América).

En 1959 se produjo la aprobación del certamen. Primero se iba a llamar Copa de Campeones, emulando a la europea. Después lo pensaron mejor y decidieron que si el torneo buscaba tener una identidad propia, no podía ser bautizado con un nombre prestado. Así, los dirigentes se pusieron a pensar en una denominación que le fuese común a los países integrantes.

Hay varios mitos respecto de como nació el nombre. Uno de ellos dice que el primero que se sugirió fue el de Copa de los Pueblos Originarios y que se descartó porque era muy largo. Esta leyenda es muy poco creíble, porque en esa época no se utilizaba ese concepto y en esas esferas a los descendientes de los pueblos originarios se les decía “indios” o se los trataba bastante peyorativamente. Otro señala que alguno tuvo la ocurrencia de ponerle Torneo de las Dictaduras Sudamericanas, el cual fue descartado por obvios motivos. No porque los gobiernos de facto no fueran moneda corriente en aquel contexto, sino porque tampoco había que andar haciendo alarde de eso. Esta historia es un poco más creíble, pero tampoco hay pruebas de que sea cierto.

La historia oficial señala que todos estuvieron de acuerdo en que si había algo que representaba a los países de Sudamérica, eso eran las luchas por sus respectivas independencias. Así surgió la idea de llamarla Copa Libertadores, en honor a los héroes de aquellas gestas.

Concretados todos los trámites, el partido inaugural del certamen se jugó en Montevideo el 19 de abril de 1960. Ese día, Peñarol goleó 7 a 1 a Jorge Wilstermann de Bolivia. De ese certamen participaron siete equipos. A los dos nombrados se sumaron: San Lorenzo, Bahía (Brasil), Universidad de Chile (Chile), Millonarios (Colombia) y Olimpia (Paraguay).

Peñarol se consagró campeón de esa edición al vencer en la final a Olimpia. El ecuatoriano Alberto Spencer -todavía máximo anotador histórico del torneo- fue el goleador. Esa edición quedaría marcada para siempre, no sólo por ser la inaugural, sino porque representaría el inicio del karma de San Lorenzo. Por cuestiones económicas, el club de Boedo terminó dejando escapar la chance de ganar la Copa y tuvo que soportar más de 50 años de decepciones y cargadas.

Visto desde ahora, lo ocurrido con San Lorenzo es impensable. El Ciclón y Peñarol disputaron la semifinal. Luego de igualar los dos encuentros (en Argentina y en Uruguay), había que jugar un tercero para definir quién sacaba el boleto a la final. El presidente del Mirasol, Washington Cataldi, decidió hacerle una oferta su par argento, Alberto Bove. El tercer partido se jugaba en el Centenario de Montevideo en vez de en un estadio neutral y los de Boedo se llevaban toda la recaudación. El dirigente del Cuervo aceptó, “vendió la localía” y el Manya aprovechó el jugar en casa para meterse en la final. Quizás, sin esa acción, el cantito “ganá una Copa la P… que te pario”, con el que se recibió al Azulgrana en cada cancha durante muchos años, no hubiera nacido.

Los años fueron pasando y la Copa fue ganando en importancia. Pasó el Santos de Pelé y el Independiente de Bernao. En 1966 se decide el primer cambio en el formato. A partir de esa edición, los subcampeones se suman a los clasificados. Siempre se dijo que la principal presión para esta modificación vino desde Uruguay. Al haber solo un cupo, o Nacional o Peñarol (que en esa época se repartían los certámenes charrúas como dos hermanos las golosinas) se quedaban afuera y eso le traía problemas internos a la federación celeste. Ese año llegaría el tercer título de los Mirasoles tras vencer a River en la final.

El título de Racing en 1967 y el tricampeonato de Estudiantes de La Plata, hicieron que el certamen tomara notoriedad en el país. En la década siguiente Independiente haría de las suyas siendo tetracampeón y Boca obtendría sus dos primeras.

Cabe hacer una salvedad a la hora de hablar de los títulos consecutivos en esta época. Ya que desde su comienzo hasta 1999 el campeón vigente ingresaba en fases avanzadas. Por ejemplo,  Independiente o Boca en la década de 1970, se consagraron ingresando en los triangulares semifinales, es decir que disputaron entre seis y ocho partidos.

Si bien el trofeo ya tenía su importancia, todavía seguía estando a la par de los certámenes locales. No se le prestaba tanta atención a lo que pasaba fronteras afuera y el fútbol vernáculo tenía mucho prestigio.  En parte, porque para acceder a la Libertadores había que ser campeón o subcampeón. A la Copa iban 20 equipos nada más y clasificarse implicaba hacer bien las cosas en casa. Si se quería ganar la Libertadores, primero debía llegar la consagración en el Nacional. De hecho, clasificarse a la Copa no era un objetivo. La meta era ser campeón en Argentina.

Esa es una de las grandes diferencias con el ahora. Antes iban solamente dos equipos a la Libertadores y hasta entrados los años 80, tampoco había otra Copa. Hoy, el negocio a desvirtuado mucho el valor de una clasificación a torneos internacionales. Antes había que verdaderamente ser de los mejores para salir del país. Comparado con aquel tiempo, ahora llegar a la Libertadores es más sencillo que subirse al 2 una siesta de enero y encima hay un refuerzo, que vendría a ser la Sudamericana. Por eso, para muchos equipos, estar en la Copa se volvió un objetivo incluso más importante que el salir campeón.

Volviendo al recorrido histórico, los títulos de Independiente y Boca empezaron a presionar a River. El Millonario lideraba por mucho la cosecha de preseas en el fútbol local, pero todavía se le negaban los escudos en el ámbito internacional. Había perdido dos finales (Peñarol 1966 y Cruzeiro 1976) y la consagración se demoraba. El punto final a esa mala racha llegó en 1986, cuando derrotó al América de Cali. Un año antes, Argentinos Juniors había dado la sorpresa al levantar la Libertadores ante el mismo rival que los de Núñez.

Al finalizar la década de los 80, la Copa Libertadores ya gozaba de un prestigio importante y era codiciado por todos. Una de las cualidades que aportaban a ese prestigio era la posibilidad de enfrentar al campeón europeo en la ya “fallecida” Copa Intercontinental. Si bien se decía que los europeos no le daban mucha importancia, está claro que ese trofeo tenía su mística. Sobre todo, en aquellas décadas, en las que las distancias entre el fútbol del Nuevo y el Viejo Continente todavía no eran tan amplias.

Los 90 y sobre todo el cambio de siglo trajeron aparejados cambios vertiginosos en el certamen. Globalización, neoliberalismo, medios de comunicación, redes sociales, entre otras cosas conformarían un coctel explosivo que modificó desde la base al torneo y lo convertirían en la obsesión de todos les hinchas. Pero eso será tema de charla para la segunda entrega.  

 

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