
El 30 de octubre cada vez se parece más al 9 de Julio
Por su configuración, los Estado-Nación necesitan elementos que unan a quienes los componen. Se trata de cuestiones materiales y simbólicas compartidas que generan identidad. Las banderas, los himnos, los próceres y los días festivos son algunos de esos ejemplos. Por motivos oficiales e históricos, la fecha representativa argentina es el 9 de julio. De un tiempo a esta parte, el 30 de octubre va sumando votos para quedar marcado en el calendario de feriados.
Una de las razones es el nacimiento de Diego Maradona. Argentino de pura cepa, el Diego tiene todo lo necesario para ser considerado en el panteón de les héroes argentinos. Representó al país en un mundial, evento que despierta como pocos los sentimientos nacionalistas. Con la bandera como emblema, dejó por el piso a “ejércitos” extranjeros y les dio alegría a todes les ciudadanes. Tiene más fanátiques que varios de los nombres que son recordados en los actos escolares.
Pero Diego les genera un problema a les hacedores de próceres. Es demasiado “persona” para mitificarlo. Las personas que se vuelven referentes para un Estado-Nación deben ser intachables. No tienen lados oscuros y si los hay, se los borra.
“El más humano de los dioses”, lo definió alguna vez Eduardo Galeano. Maradona es una persona. Como todes, tiene defectos, comete errores y por momentos es incoherente. Igual, se le impone esa vara ficticia que tienen los próceres.
El nacimiento de Maradona no es la única razón que obliga a marcar el almanaque cuando llega el 30 de octubre. También es el día en que el país dejó atrás una de sus épocas más oscuras y floreció la nueva democracia argentina.
Por si sólo, el acontecimiento tiene ribetes que lo hacen ser un quiebre en la historia del país. Pero la necesidad de mitificar todo ha terminado por desvirtuar el significado de lo que se conmemora. El discurso de Raúl Alfonsín diciendo que con la democracia se come, se educa y se cura, se ha repetido tanto, que se ha vuelto un significante vacío. Es un slogan que cada vez se hace más inalcanzable.
La propia imagen de Raúl Alfonsín se ha mitificado. La muerte suele tener ese efecto. Desde que se produjo su fallecimiento, el primer presidente de esta etapa democrática parece haberse convertido en una especie de figura rectora de la política, sin defectos de ningún tipo. El ex mandatario fue un mortal más, que cometió errores a la hora de gobernar. Su figura fue crucial en el regreso de la democracia, eso no se discute, pero también fue parte importante en cuestiones como la Ley de obediencia debida y el Pacto de Olivos. Al fin y al cabo, como Maradona, Alfonsín era una persona.
El problema con la mitificación es que aquello que sufre ese proceso dejar ser perfectible. No se puede mejorar ni criticar. Cuando alguien señala que este sistema político actual no está funcionando, muches remarcan que es preferible esto a las dictaduras. Está claro que es mejor que un régimen de facto, pero eso no quiere decir que sea lo único que hay.
Mitificar el 30 de octubre y a la actual democracia argentina sería sentenciarla a ser un sistema de gobierno incapaz de solucionar problemas de base como el hambre, el analfabetismo y las enfermedades. Una forma de gobierno que no sólo no combate la desigualdad, sino que la exacerba. En definitiva, que no alimenta, no educa y no cura.
Es mejor que el 30 de octubre no se vuelva una fecha patria. Que no se marque con rojo en los almanaques. Que no le pase lo que le pasó al 9 de Julio, qué de tan oficial, se volvió simplemente un feriado. Es el afiche escolar de la Casita de Tucumán o un vídeo viral que aparece en las redes sociales recorriendo paisajes del país. De los supuestos valores que impulsaron a aquella declaración de 1916 nadie se acuerda o muchos los tergiversan.
Sería preferible detener el proceso de mitificación del 30 de octubre. Todavía hay mucho por perfeccionar en la democracia argentina, para que se ese día se transforme en un nuevo 9 de Julio y todos los años sea recordado con el vídeo de Alfonsín recitando el preámbulo, convertido en cadena nacional a través de las redes sociales.
De última, si quieren hacerla feriado, que sea uno futbolero. Porque el Diego, como jugador fue perfecto y afuera de la cancha, “no es ni bueno ni malo, es incorregible”.
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