Contrastes

En la misma semana cumplieron aniversario las dos primeras copas del mundo ganadas por la selección argentina de fútbol masculino. El recuerdo tiene matices muy diferentes

El domingo 22 de junio del 2025 Maradona volvió a desparramar ingleses con la voz de Víctor Hugo de fondo. Se lo pudo ver en una tracalada de reels de Instagram y Tik Tok o en shorts de You Tube. Aparecieron sus compañeros hablando de ese gol, en vivo o a través del archivo. Símbolo de la copa ganada en 1986, ese partido es una reivindicación histórica permanente. Incluso hoy, con un presidente que dice admirar a Margaret Thatcher, la premier inglesa de esos tiempos, la que comando a las fuerzas británicas en la Guerra de Malvinas.

Tres días después, el fútbol vuelva a aparecer en las redes. Se cumplen 47 años del primer título argentino en un mundial. Pero los goles de la final ante Holanda en el Monumental con el relato de José María Muñoz están teñidos de otro matiz. Los reels muestran a jugadores y periodistas recordando más el contexto que lo que pasó en la cancha. Si en las memorias de México ´86 ni se habla del presidente argentino (Raúl Alfonsín), en las de Argentina ´78 la figura del dictador Jorge Videla es omnipresente. Si Maradona es la imagen principal de los recuerdos del 22 de junio, Massera compite con Kempes en los del 25 de junio. México ´86 es gesta, Argentina ´78 es polémica.

Argentina, se sabe, es una tierra proclive a establecer dicotomías taxativas (Moreno/Saavedra, Unitarios/Federales, Civilización/Barbarie, Boca/River, etc). Todo se opone, todo se compara. Así, ambos mundiales se vieron envueltas por grietas futboleras, sociales y políticas.

Uno es el mundial de Menotti, el otro, de Bilardo. El primero es el del fútbol idealista: las formas a la par del resultado. El segundo es el pragmático: el resultado por sobre las formas. El fútbol como espectáculo versus el fútbol como “batalla”. Esa dicotomía nacida mucho antes que los calificativos “menottista” y “bilardista”, puso a los mundiales en veredas opuestas de por vida. Montados cada uno a su personaje, los dos entrenadores avivaron diferencias e ignoraron coincidencias. Amigos, periodistas y aduladores varios estuvieron siempre al pie del cañón para que la llama no se extinguiera.

Aunque reivindicado en los últimos años por ser el manager de la selección campeona en 2022, Menotti nunca pudo sacarse de encima el mote de ser “El DT del Proceso”, como lo bautizó Osvaldo Ardizzone en el prólogo del libro homónimo. Amigo de Joan Manuel Serrat, lector de Borges, fanático de Mercedes Sosa y hombre del PC, firmó solicitadas contra la dictadura y calificó al fútbol que practicaron sus equipos como de “izquierda”, pero no borró de la memoria colectiva los abrazos con Videla y compañía. Serio, intelectual y de voz ronca, no fue nunca muy amigo de las cámaras. Sus críticas a la forma de jugar del equipo de Bilardo lo dejaron a contramano cuando este último ganó el mundial de México. Pillo, el “Doctor” se cobró todas y cada una de las críticas.

El mito maradoniano es otro cóctel que separa ambos mundiales. En México ´86 (el domingo se cumplieron 39 años de la final con Alemania) Diego se volvió Dios, en Argentina ´78 quedó afuera de la lista. Quienes lo vieron jugar dicen que Kempes era un jugador extraordinario. Artífice clave de la conquista, el “Matador” se encendió en la fase final con seis goles en los últimos cuatro partidos. Todo eso será eclipsado por el “barrilete cósmico” y la “mano de dios”. De un lado el “Diez” llevado en andas con la copa en la mano bajo el sol radiante del Azteca, del otro, el gesto adusto de Passarella al recibir el trofeo de las manos de Videla en una noche oscura y helada de Núñez.

En el ´78 el enemigo era difuso. Era la campaña “anti argentina” que recorría el mundo, pero no había un antagonista clásico. Si bien quedaron en el camino Francia, Brasil (no se le ganó) y Holanda, no estuvo Inglaterra y tampoco Malvinas. México ´86 es revancha. Es esa vendetta futbolera ante el más malo de los malos. Ese triunfo ante los británicos fue apoteótico.

En México la selección jugó contra todos. Contra el calor y la altura. Contra los rigores de la concentración del América (camas improvisadas y goteras en los techos). Contra los “piratas” ingleses. Contra la FIFA, que prefería las sonrisas de Pelé o Platini antes que la de Diego. Contra la prensa –“menottista”, calificará Bilardo-. Contra el gobierno alfonsinista que quiso echar al doctor antes del mundial. “Argentina va a salir campeón, se lo dedicamos a todos LRPMQLRP”, cantaron los jugadores semidesnudos en el vestuario del Azteca.

En Argentina, la selección pasó a la historias como el “caballo del comisario”. En esa idea no se tiene en cuenta que sorteó la primera rueda siendo segundo en el “grupo de la muerte” (tres rivales europeos), cosa que pocas veces ocurrió cuando las potencias del fútbol fueron sede. Nunca se pudo probar con certeza que el partido ante Perú (6 a 0, cuando necesitaba ganar por 4 de diferencia para pasar a la final) fuera arreglado. Se habló de la amistad entre la junta militar y el dictador peruano, Francisco Morales Bermúdez, de un cargamento de granos que viajó de Buenos Aires hasta el Callao, de la compra del jugador Rodulfo Manzo por parte de Vélez (el velo de la sospecha lo persigue aún hoy), de la visita de Videla y Henry Kissinger (secretario de Estado norteamericano) al vestuario albirojo y de Ramón Quiroga, arquero rosarino de esa selección incaica. Documentales, informes, libros y demás no han podido determinar algo extra futbolístico. La mayoría de quienes lo vieron remarcan que Argentina era muy superior a su rival, pero igual, a contramano de cuestiones jurídicas, culpables hasta que se demuestre lo contrario.

El contexto en el que se desarrolló el mundial de 1978 tiñe lo futbolístico. El proyecto de Menotti quedó embarrado por el Proceso de Reorganización Nacional. Aquella caricatura de la revista Humor en la que el DT de la selección aparecía mimetizado con Alfredo Martínez de Hoz, el ministro de Economía de la junta, es la tapa con la que aquella copa pasó a la historia. En un poema, el periodista Carlos Ferreira describió a Argentina ´78 como el “Carnaval insensato”. Cada vez que llega el 25 de junio, la última parte de esa definición, es la que vuelve con más fuerza.

Del Autor

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