
La vida de María Emilia Alonso lleva 19 años girando alrededor del hockey sobre césped. El sintético la vio ser niña y ahora la verá ser madre. Autoexigente y estructurada, en el camino se convirtió en una de los nombres más importantes de la disciplina en Río Cuarto
“No sé cómo llegué a ser lo que soy”. La frase existencialista, le pertenece a María Emilia Alonso y el “lo que soy” refiera a ser uno de los emblemas del hockey riocuartense desde hace más de una década. El “cómo llegué”, es el resumen de 19 años ininterrumpidos jugando en la primera división de Universidad Nacional de Río Cuarto, que incluyen el paso de las canchas de tierra a las artificiales de arena o agua, de los palos de madera a los modernos de fibra de carbón o vidrio y del ascenso del hockey cordobés a la consolidación de su equipo en la división mayor. Dicha por Darío Sztajnszrajber, la premisa sonaría a duda metafísica irresoluble, pero en boca de “memi” -apodo familiar que la acompañada desde que tiene uso de razón- suena a la sentencia firme de una persona que, sin buscarlo, se convirtió en un faro en el mundo del césped sintético de la ciudad.
“Lugar en el mundo”, “cable a tierra” y “donde quiero estar”, son las definiciones del hockey que se desprenden del discurso de Alonso. Ese hockey que la vio ser niña, adolescente, estudiante, profesional y ahora la acompañará en el proceso de convertirse en madre. Los arcos, víctimas de sus certeros bochazos desde que empezó a jugar a los nueve años, tendrán un descanso de algunos meses. Quienes siguen la campaña de Universidad sábado a sábado no verán a la morocha con la camiseta número nueve hacer lo que mejor sabe: goles.
En Río Cuarto, el apellido “Alonso” está asociado a la frase “gol de Universidad”, como el de “Darín” a “película argentina exitosa”. Cuando ella recibe la bocha cerca del semicírculo se presupone que ésta corre grandes riesgos de terminar dentro del arco. Posee una mezcla de habilidad y potencia clave para jugar en ataque. Como no tiene problemas de perfil a la hora de pegar, acomoda rápido el cuerpo y saca remates con una potencia letal, que generan escalofríos al chocar contra la chapa. No necesita apuntar. El instinto y la práctica le hacen saber dónde está el arco. El proceso parece mecánico, pero es más bien artístico. No es Chaplin en Tiempos Modernos, es más bien Natalie Portman en El Cisne Negro. “Siempre me gustó ser delantera. Es el lugar donde me siento cómoda, porque quiero estar en contacto con la bocha todo el tiempo. Me gusta hacer goles. El puesto y yo nos llevamos bien”, dice sobre el lugar en el que se ha destacado desde que comenzó en el hockey. Se complementan, el puesto le permite hacer lo que le gusta y ella tiene lo que el puesto requiere.
Describe que su relación con el gol tiene que ver con la combinación de cualidades innatas, confianza y entrenamiento. “Hay cosas que vienen en el paquete. Poder pegar de cualquier lado, el instinto para ubicarse y la técnica de pegada, son habilidades que uno tiene. Después, con el tiempo y la experiencia, las desarrollás”, explica sobre el proceso. La seguridad con la que se la ve jugar es el producto de esa materia prima y las horas de mano de obra de los entrenamientos. “Por ahí me dicen que todos los goles valen uno, yo lo sé a eso, pero siento que puedo hacerlo de otra manera. No es que yo busque clavarla en el ángulo para hacerme ver, es que confió en lo que puedo hacer y me preparo para hacerlo así. Soy exigente conmigo misma porque sé que puedo”, expresa sobre la manera en la que encara el juego.
Para ella la autoexigencia no es presión. Quizá por eso no se dio cuenta del proceso que la llevó a convertirse en capitana del equipo de primera con solo 23 años, habiendo jugadoras de más experiencia en el plantel. “No me pesa ser referente. No lo busqué, pero sé que lo soy. No se dio por qué yo dije: “quiero ser referente”, se dio por la manera en la que yo encaro las cosas. Me gusta cumplir con las metas que me pongo y me preparo para eso”, dice Alonso y eso funciona como un mantra en todas las áreas de su vida, en la que el hockey aparece como un eje central.
Juega al hockey desde hace 24 años. En todo ese tiempo su vida se estructuró alrededor de la bocha. Sus amistades, el colegio, su carrera académica en el mundo de la kinesiología y hasta su salud se han tenido que adaptar a los avatares de su equipo en los distintos certámenes. Sus compañeras del colegio Nuestra Señora del Carmen sabían que ella no iba a estar para los viernes de Factory o Roca Rosa, porque el sábado tenía que jugar. Los profesores entendían las faltas por los viajes. Su hombro tuvo que esperar a que terminara un torneo para ser operado. Esa fue una de las pocas ocasiones en la que estuvo más de un mes afuera de las canchas (la otra fue la pandemia). “Me dijeron que me tenía que operar, pero, terca como soy y medio estructurada, hice las cuentas para poder empezar el año siguiente jugando. O sea, jugué entre mayo y septiembre, con algo de dolor, me operé y me perdí solo octubre y en febrero estaba jugando de nuevo. Hice todo al pie de la letra para tener el alta en el momento de la pretemporada”, recuerda de ese momento.
Autoexigencia y estructura aparecen constantemente en las palabras de Alonso. A veces de manera frontal y a veces detrás. “A mí me gusta cumplir, no con los otros, sino con los objetivos que me pongo yo. Para eso sé que tengo que planificar. Yo quiero jugar al hockey porque ahí me siento bien. Para eso tengo que tratar de hacer las cosas bien en el entrenamiento y también en otros aspectos de mi vida”, remarca. Así, mientras pasaba los sábados en el frío del bajo universitario, era abanderada en el secundario; al mismo tiempo que se ponía la cinta de capitana del “verde”, se recibía al día de kinesióloga; entre viaje y viaje con el seleccionado de Córdoba, cofundaba uno de los primeros gimnasios multifuncionales de la ciudad y hoy, convertida en una referente del equipo, es la docente a cargo de la materia Técnica Kinésica I de la Universidad de Mendoza.
“Yo disfruto mucho de mi trabajo. Tengo la suerte de hacer lo que me gusta, pero el hockey es un lugar especial porque me conecto con algo mío. Por eso acomodo todo para poder estar”, dice Alonso y explica que el amor por la disciplina nació desde el principio. Después de pasar por deportes individuales como el tenis y la gimnasia artística, el hockey fue la primera actividad en la que se encontró con un equipo. “Desde el principio fue un lugar en el que me sentí bien. Le debo mucho desde lo humano, mi grupo de amigas es el de hockey. Las cosas que compartís hacen que el grupo genere una identidad muy fuerte”, cuenta. Esas experiencias compartidas empezaron con los entrenamientos nocturnos en el campus universitario -con la humedad y los mosquitos en verano y el frío en el invierno-, los partidos en la cancha de tierra con el siempre presente viento riocuartense y los viajes semanales a Córdoba. Más de 20 años después, es más o menos lo mismo, excepto por los escenarios y el lugar que ocupa dentro del plantel. “Yo disfruté y disfruto mucho de todo lo que se construyó con este proyecto. Creo que pudimos hacerlo por la manera en la que nos identificamos con él y la pertenencia que generamos. Por eso también sigo. Es algo muy especial que se explica por las ganas que le ponemos todos y eso que se respira”, remarca.
“Me cuesta mucho estar afuera de la cancha, pero sé que lo humano no lo voy a perder”, dice al tocar el tema de su embarazo, que la tiene afuera de las canchas desde hace dos meses. Quien haya ido al Polideportivo en los últimos partidos de Universidad se habrá tensionado con solo ver su ir y venir nervioso en el banco de suplentes, gesticulando ante cada jugada y explicando a quienes están por allí como había que resolver esa jugada. “Va a ser difícil estar afuera, pero sé que es solo por un tiempo”, comenta y aclara que, si todo anda bien, estará de vuelta para la pretemporada. Ni bien cierra esa idea, se ríe y añade: “Eso no lo calculé, se dio así”. Eso es cierto en parte, ya que el hockey y sus tiempos influyeron a la hora de buscar el mejor momento para tomar la decisión de tener un hijo. En los años malos del equipo quería estar para sacarlo adelante y los años buenos no se los quería perder. “En el trabajo es más fácil decidir cuándo parar, porque depende de mí. En lo deportivo no. Pero al final del año pasado cuando terminó la competencia, con mi pareja decidimos dejar de cuidarnos y se dio que los tiempos coinciden con la posibilidad de volver a jugar el año que viene desde el arranque”, explica.
Una vez conocido su embarazo, Alonso continuó jugando un tiempo más con todas las precauciones del caso. El médico le dio el visto bueno y ella se lo comunicó al DT y al PF para controlar los esfuerzos en los partidos y entrenamientos. El momento de contárselo al plantel fue más emotivo. “Fue muy movilizante todo en esas dos últimas semanas antes de dejar. Me cagué llorando entre la emoción por el momento personal y la situación de tener que dejar de jugar. Lamentablemente, para una mujer es así. No podemos hacer las dos cosas. Yo le digo a mi novio: “A vos no te cambia nada. Vas a seguir haciendo la vida que hacés”. Una es la que tiene que ceder en ese sentido”, remarca respecto de lo que implica en una deportista un embarazo. Aclara que las cosas han cambiado un poco y hoy tener un hijo no es el final de una carrera.
Entender el significado de un embarazo es una de los aspectos en los que el deporte -patriarcal desde su origen- ha evolucionado un poco. “Una nota que las cosas han mejorado. Pero todavía hay cosas que no. Cómo las Leonas tuvieron mejores resultados que los varones y se lo asocia más a las mujeres, se cree que en el hockey no hay desigualdades y en realidad no es así. Sino fijate quienes son los entrenadores de primera en Córdoba”, remarca Alonso. En efecto, ninguno de los doce equipos que juegan en el torneo Damas A tiene como DT a una mujer. Algo similar pasa en la Liga Metropolitana, los 16 equipos tienen a la cabeza a hombres. Si se extiende el análisis al ámbito internacional sólo dos de los siete seleccionados que participan de la Pro League femeninas tienen entrenadoras (Katrina Powell en Australia y Alison Annan en Australia).
“Es cierto que a veces nosotras queremos jugar y cuando dejamos no nos llama la atención dirigir. De hecho, yo no me veo en ese lugar. Pero también hay un sistema que es difícil de cambiar. Las otras razones que te dan o que nosotras mismas damos, dan cuenta de cómo funciona la historia”, marca “memi” y enumera, parodiando un poco el tono: “Las mujeres no tienen el tiempo que demanda ser entrenadora, tienen que ocuparse de la familia”, “La mujer no puede prepararse para entrenar porque una vez que se retira se tiene que dedicar a sus hijos”, “Es mejor que la mujer dirija en divisiones inferiores, porque tiene mejor llegada con las más chicas”. Después, añade que hay otras que se dicen por lo bajo, porque son políticamente incorrectas como que las mujeres no están capacitadas o que no podrían manejar el grupo porque son “conventilleras”. “Ahora, yo creo que eso no va a cambiar hasta que nosotras mismas no dejemos de creernos esas excusas”, insiste Alonso.
“No me siento “la feminista”, pero creo que mi rol como referente implica también hablar de esas cosas”, dice Alonso con la misma seguridad con la que dijo que no sabe cómo se convirtió en lo que es. El tono deja en claro que, aunque no sepa como llegó a ese lugar, no tiene dudas sobre lo que implica.
Del Autor
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