
Incondicional e imprevisible, el hincha es el corazón del fútbol. Hoy en Cuestión de Origen conocemos la historia de esta palabra, que tiene mucho de literal
¿Se puede jugar al fútbol sin hinchas? Si. No hace falta que haya gente en las tribunas ni detrás de una pantalla para que la pelota ruede Mientras estén los de adentro, la cosa funciona. Eso sí, un partido se torna en un mero trámite burocrático. Se trata de un procedimiento frío y rutinario. Los jugadores se vuelven colectiveros o secretarios de un juzgado. Hacen la tarea por la que se les pagan, sin que nadie se inmute demasiado.
El fútbol sin hinchas carece de corazón. No late, no tiembla. Pierde su calidad de hecho social, para transformarse en una actividad más. Es el hincha el que lo dota de su verdadero valor cultural.
Como todo corazón, el hincha es irracional. Es un elemento voluble y de humores cambiantes. Pasa del odio al amor con la misma velocidad que se desliza un dedo en una aplicación. Es tan incondicional como impredecible. Si no pregunten al presidente, que a poco de haber asumido con un importante apoyo popular, fue insultado cuando fue a votar por la lista opositora en los comicios de Boca. Javier Milei fue víctima de esa memoria selectiva que tiene el hincha. Seguramente, entre quienes lo abuchearon hubo votantes suyos, pero prefirieron olvidarse de eso y acordarse de que el “león” bravucón dijo a viva voz que había gritado los goles de River en la derrota de Madrid.
El hincha es inimputable. No se juzga a un corazón. Tiene toda la libertad del mundo para cometer delitos y contravenciones. Puede insultar, escupir y arrojar proyectiles. En la tribuna no corre eso de: “Dentro de la ley todo, fuera de la ley nada”. Los insultados no sólo aceptan los improperios, sino que piden disculpas al recibirlos, casi en una relación patológica.
Sus derechos, el hincha se los ganó también, porque es el corazón de un gran negocio. Es el que compra el producto y lo mantiene vivo. Si nadie viera los partidos, comprara camisetas o siguiera a los jugadores en las redes, el fútbol no sería tan rentable.
El hincha es lo que su origen marca. Porque no es lo mismo ser simpatizante que ser hincha. El primero no puede insultar, porque no es un órgano tan importante como el corazón, es más prescindible.
Respecto del origen de la palabra “hincha” y su acepción futbolera, hay una especie de traslación entre lo literal y lo figurativo. La mayoría de las fuentes coinciden en que apareció a principios del siglo pasado en Montevideo. Dicen que Nacional tenía un utilero de nombre Miguel Prudencio Reyes. El hombre tenía una talabartería y se encargaba del mantenimiento de las pelotas de cuero. Entre sus funciones estaba inflarlas, actividad para la cual, en aquel tiempo se utilizaba el término “hinchar”. Era un hinchapelotas, cabalmente hablando. Parece que Reyes era bastante fanático del “bolso” y mientras miraba los partidos, iba de un lado para el otro alentando a los jugadores durante todo el partido. Dicen que al ver el espectáculo, los demás pronunciaban la frase: “mirá como alienta el hincha”.
El fútbol cambió con el tiempo, pero el hincha sigue ahí. Aunque lo descuiden y contaminen el producto, continuará diciendo presente. Se sabe imprescindible y, mientras lo dejen seguir puteando, no se irá a ningún lado. Seguirá hinchando las pelotas.
Del Autor
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