Que parte de no, no entendes

En el fútbol y en la política argentina las renuncias suelen causar pánico. Cada vez que alguien da una negativa, los acólitos se ponen insistentes, presos de la incertidumbre, porque no hay otra salida

 “Pero que parte de no, no entendés”, canta Adrián Rodríguez (Adrián Dargelos, artísticamente hablando) arriba del escenario del Opus Costanera, mientras el público se apresta a corear el estribillo de Deléctrico. Es sábado por la noche y todo parece normal. “Va a venir, no va venir o va venir. Delectrico”, cantan quienes están abajo del escenario. De repente, en ese instante, el complejo levantado a orillas del río, parece transformarse en una radiografía del escenario electoral del peronismo.

Tres días después, son los militantes kirchneristas los que aguardan la definición de Cristina Fernández. “¿Será candidata o no? ¿Se baja o nos va a guiar a la victoria?” . La líder del movimiento -que ya había dicho que no dos o tres veces- se pone el traje de Dargelos en la canción y les reitera que no encabezará la lista para las elecciones presidenciales. Las fuerzas básicas acusan el golpe y la resignación los agobia. Surge la pregunta tan temida: ¿y ahora qué?

De renunciamientos -¿históricos?- sabe mucho la política argenta. También el fútbol. La némesis de CFK, Mauricio Macri, vio tambalear su futuro político en 2001, con una renuncia inesperada. El mal imitador de Freddy Mercury (en ese tiempo lucía su clásico bigote) era presidente de Boca y quedó como novio abandonado en el altar cuando Carlos Bianchi se fue de una conferencia de prensa, anunciando que no seguiría como DT del Xeneize al terminar ese año. “Chau, buenas tardes”, dijo el Virrey y se levantó entre aplausos. MM dio cuenta de que no es muy elocuente a la hora de improvisar respuestas cuando la mano viene fulera y se quedó sentado solo, sintiendo que se le iba el único hombre capaz de mantener sus sueños y esperanzas. Por suerte para él y los hinchas de Boca (aunque probablemente no para los argentinos en general), el entrenador retornó a la Ribera un año más tarde para ganar todo de nuevo y darle impulso otra vez al Boca exitoso de Mauricio. 

Si la compañera Cristina es parecida a Bianchi, los militantes deberán estar tranquilos. En esta no, pero a lo mejor en 2027 si. El tema es si la líder tiene un carácter similar al de Marcelo Bielsa. Sabido es que el rosarino es de presentar renuncias indeclinables y no le gusta andar abriendo puertas que cerró. Todavía quedan bielsistas con el corazón roto -entre los que se incluye el autor de estas líneas- desde aquella vez, en 2004, en la que el Loco le dijo adiós a la Selección Argentina. Esa si que fue inesperada. El tipo se bancó ser más maltratado que De la Rua en el 2002 y no sólo no renunció, sino que renovó al equipo, llegó a una final de Copa América y ganó por primera vez los Juegos Olímpicos. Cuando parecía redimirse ante los resultadistas de manual, pegó el portazo. “Ponga que me quedé sin energía”, le dijo a un periodista que le pedía un título, en una conferencia de prensa para el recuerdo.

En ese momento no había millenials, centenials y otros nials para encabezar una campaña en las redes sociales. No hubo #VolvéLoco. Eso vino después y permitió dar marcha atrás con otra renunicia. Este es el caso que mirán ilusionados los militantes. Se trata del de Lionel Andrés Messi. Rosarino también, el hoy jugador del PSG, se cansó de los golpes futbolísticos y renunció a la selección en Estados Unidos, tras perder la final de la Copa América de 2016. Millones de argentinos (y de otros países) iniciaron un operativo clamor con la consigna #NoTeVayasLio para convencerlo de que pensara mejor su decisión. Todo comenzó con un nene al borde del llanto (eso siempre garpa) y se sumó hasta el presidente Mauricio Macri, que como no tenía nada más importante que atender, también le pidió que volviera al equipo. La historia es conocida y terminó con vuelta olímpica en Qatar. Sería de ensueño para algunos que se ilusionan con que CFK se levante un día, diga que se va a presentar y termine con la banda puesta en diciembre. 

Este tipo de renuncias siempre genera incertidumbre en Argentina. Alguien dice que se va y se desata el pánico. Las reacciones dejan al descubierto no la falta de un plan B, sino la de un plan en sí mismo, que vaya más allá de un individuo. Se sabe que los liderazgos son fuertes, pero el barco debiera resistir sin su capitán, si no lo hace, hay algo que está mal construido. Sin Bianchi no había (ni hubo en ese contexto) un Boca exitoso, sin Messi no hay selección y sin Cristina no hay candidato. El personalismo delata la ausencia de proyectos colectivos que se sostengan por ideas y no por un individuo con facultades extraordinarias. Max Weber decía que los liderazgos carismáticos se basaban en la imagen que se generaban de él sus seguidores y eso hacía muy difícil encontrar alguien que pudiera reemplazarlo. Quien manda no suele tener ganas de que aparezca alguien que lo desplace y quien obedece está muy cómodo delegando todo en las facultades de esa persona. Así cuando esa persona no está, todo se va al diablo y los seguidores quedan como el pescado del video de los Baba, cantando “Va a venir, no va venir o va a venir…” 

 

Del Autor

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