
El DT es el gran señalado por los problemas futbolísticos de la selección. ¿Cambiaría mucho la selección con otro DT? ¿Con que material cuenta para trabajar? ¿Es el responsable o hay razones más profundas para este presente?
Preparen, apunten, fuego. Habían pasado unos segundos desde el final del partido en el que Argentina y Chile empataron 1 a 1 por la primera fecha de la Copa América y las redes sociales estallaban contra el DT albiceleste Lionel Scaloni. La comunidad twittera lo acusaba de muchos delitos. De algunos es responsable. Pero hay otros que parecen tener raíces más profundas.
Los entrenadores tienen un rol muy importante como cabezas de equipo, pero los que están adentro de la cancha son los jugadores. Por más buen DT que sea Marcelo Gallardo, no pudo evitar que Robert Rojas le costará dos partidos hace unos meses atrás. Nadie duda de Diego Simeone, pero sin los goles agónicos de Luis Suárez, el Atlético no hubiera sido campeón de España. Scaloni tiene sus defectos como piloto, pero también es cierto que no maneja el Mercedes de Lewis Hamilton.
En 2014, cuando Argentina fue subcampeón del mundo, Alejandro Sabella contaba con los “cuatro fantásticos” en su mejor nivel. Messi era Messi, Agüero era el delantero más desequilibrante de la Premier, Higuaín rompía redes en Italia y Di María venía de ser la figura en la consagración del Real Madrid en la Champions. Además, Mascherano era titular en el Barcelona, Demichelis daba los últimos pasos de una carrera que lo había tenido como referente del Bayern Múnich. Zabaleta era el lateral derecho de un ya poderoso Manchester City. Afuera de la convocatoria y por cuestiones nunca claramente dichas, se habían quedado Pastore y Tevez.
Entre los que jugaron con Chile ayer, hay sólo tres d ellos antes mencionados y ya no son lo que eran. Ni siquiera Messi, por que los años no vienen solos. De los demás, solo Lautaro Martínez y Paredes son titulares en equipos top de nivel Champions. Los demás juegan (o alternan) en equipos de menor notoriedad. Comparar el plantel de Argentina con el de Brasil da cuenta de una diferencia muy grande.
El fútbol argentino ya no está sacando jugadores como antes. Suena a lugar común para el debate televisivo de programa de la tarde, pero empiezan a aparecer argumentos para sostenerlo, más allá del juego mediático.
Los expertos dicen que para analizar la trayectoria deportiva de un país en una determinada disciplina se deben tener en cuenta varios aspectos. El talento es uno de ellos. Expresado como las cualidades individuales necesarias para la práctica de una determinada práctica, es la materia prima. Se trata de contar con personas que posean determinadas cualidades genéticas (altura, peso, musculatura, contextura atlética) que sirven para realizar un deporte.
Sólo, ese talento no sirve, se debe contar con un contexto que permita desarrollarlo. Se trata de las condiciones materiales de existencia que tiene cada país. Este aspecto está compuesto por cuestiones demográficas (cantidad de habitantes, porcentaje de habitantes con determinadas cualidades), geográficas (altura sobre el nivel del mar), climáticas (temperatura media, humedad), económicas (pobreza, empleo, PBI), sociales (calidad alimenticia, nivel educativo), políticas (gobiernos más o menos descentralizados) y culturales (que lugar ocupa esa disciplina dentro del imaginario popular).
Una tercera pata a analizar es que se hace con ese talento y con esas condiciones materiales. Allí surge el concepto de planificación deportiva. ¿Cuál es el proyecto deportivo que tiene cada país? ¿Con que objetivos administra? Para que un país se destaque en el básquet necesita que en su población haya gente alta, pero con eso no basta. Se necesita también, entre otras cosas, que esas personas tengan posibilidades económicas para acceder a una buena alimentación y que haya un programa que se ocupe de reclutarlos y desarrollarlos. En el fútbol argentino hubo un momento en el que las tres patas (talento, condiciones materiales y planificación) coincidieron, al menos un poco.
Hasta la década de 1970, en Argentina había mucho talento futbolero. El argentino se destacaba de manera individual. Tenía cualidades para sobresalir en el fútbol. Asimismo, dentro del contexto sudamericano, la economía argentina no estaba tan mal. No era un país del primer mundo, pero los números no eran tan malos como lo fueron a partir de finales del siglo pasado.
Había talento, había una base económica y social, había muchos lugares para jugar (clubes y potreros) y el fútbol ya se había convertido en el deporte predilecto. Se jugaba mucho y se jugaba bien. Con eso, a Argentina le bastaba para ser uno de los mejores equipos de Sudamérica.
Sobre finales de la década del 50, se empezó a notar que faltaba una de las bases. No había un proyecto claro sobre el rumbo del fútbol argentino. No había una planificación para trabajar con el talento que surgía. Eso se expresaba en el andar de la selección. Era un grupo de voluntades que a veces coincidían y a veces no. Iniciativas que nunca eran pensadas a largo plazo. Así, el conjunto albiceleste se pegaba porrazo tras porrazo en los mundiales.
En la década del 70, las cosas empezaron a cambiar. La llegada del mundial 78 fue clave, pero más importante fueron el ingreso a escena de César Menotti y Julio Grondona. La mirada privilegiada de uno y la ambiciosa del otro, le dieron a la selección argentina un proyecto.
Menotti tenía una idea de hacia donde debería ir el fútbol argentino. Grondona sabía que ser el presidente de una selección potencia abría puertas a recintos poderosos. La planificación se sumó al talento y a las condiciones materiales.
El zenit de esa planificación llegó a mediados de los 90. José Pekerman y su equipo empezaron a trabajar con un proyecto que brindó frutos de manera inmediata. Un proceso que todavía del que todavía hay rastros (Messi, Di María y Agüero).
Todo eso se empezó a joder hace 15 años. Pekerman se fue en el 2006 y un año después lo siguió su equipo de trabajo. Grondona no pudo o no quiso seguir haciendo las cosas como hasta allí en la selección. Se terminaron los proyectos a largo plazo, tanto en la mayor como en las juveniles. Sólo Alejandro Sabella pudo durar más de dos años en el cargo hasta la llegada de Scaloni. Argentina tuvo ocho técnicos en estos 15 años.
La vuelta atrás en la planificación coincidió con el deterioro de muchas de las condiciones materiales de existencia. De la mano de lo económico, se vinieron a pique otras cuestiones. Desde la caída de los clubes, hasta cosas más puntuales como la alimentación. Puede que el talento siga en los potreros, pero no las condiciones para que se desarrolle o la planificación para detectarlo han ido perdiéndose.
La pandemia recrudeció esas condiciones. En Río Cuarto, por ejemplo, los certámenes de divisiones inferiores sólo disputaron una fecha en el último año y medio. El golpe es muy duro para la formación de esos chicos.
El mal no es solo argentino. Es también sudamericano, exceptuando a Brasil (Con características muy distintas en cuanto a las condiciones materiales de existencia). Chile ve como se le termina su generación dorada y no aparece nada parecido. Uruguay sigue sin encontrar reemplazo para los goles de Cavani y Suárez. Paraguay sólo tiene a los Romero, que ya no son chicos. Al Maestro Tabarez le preguntaron en Rusia 2018 si notaba que el fútbol europeo estaba superando cada vez más al de estas tierras. Pedagógico y directo, el uruguayo explicó que era lo normal, que en algún momento era lógico que las desigualdades económicas, sociales y políticas que hay en el mundo se trasladaran a la pelota.
“Ya nos van a extrañar”, dijo Agüero hace un tiempo atrás y la premonición se está empezando a cumplir. Scaloni tiene responsabilidades en lo que ocurre con el juego de Argentina. Pero el trabajo del DT encuentra su límite en el potencial que tienen sus jugadores. Sus casi tres años como DT (más de uno de ellos en pandemia) son sólo un fragmento de los casi 15 en los que el fútbol argentino se quedó sin rumbo, en todo sentido.
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