Del río Cuarto al río Tajo, la historia de Alan Falcón

Surgido del programa de rugby social Los Gigantes, el pilar del Jockey Club jugará de manera profesional en el Rugby Clube de Santarem en el Top 12 de Portugal

Villa Dolores, Río Cuarto, Santarém, tres ciudades que se hilan a través de la vida de Alan Falcón. El pilar del Jockey Club, nació hace 21 años en Traslasierra, empezó a jugar al rugby en el Imperio y continuará su carrera en una localidad portuguesa que data del tiempo de los romanos. Son 9.843,68 los kilómetros que separan los puntos de inicio y de final del viaje. “El rugby es un deporte hermoso y es el que me guía en el camino”, comenta horas antes de subirse al avión que lo depositará en tierras lusas.   

Cuando se habla de los valores del rugby, todo se vuelve un Boca-River. Una parte de la tribuna los exalta. Sostiene que hay que aprenderlos y utilizarlos en todos los ámbitos de la vida. La otra parte, abrigada en el estereotipo, los desacredita. Pone sobre la mesa ejemplos negativos y se olvida, por ejemplo, que el rugby, como todo deporte, puede ser una herramienta de integración. 

Quien escribe estas líneas sostuvo interminables charlas sobre este tema con Luis Schlossberg, cuando compartían la redacción de Diario Puntal. Periodista y jugador, “Cholber” (si se permite la broma) fundó junto a su compañera Danisa Pérez, Los Gigantes. Un proyecto de rugby social que invitaba a los chicos de barrios periféricos de Río Cuarto a sumarse al deporte, conocerlo y, sobre todo, jugar. De ese espacio surgió Alan Falcón. “A Los Gigantes les debo mucho. Gracias a ellos conocí este deporte. Es una familia”, señala Falcón y recuerda los entrenamientos a la orilla del río. 

Los Gigantes fue una de las familias que Alan encontró en su camino. La otra fue la Ciudad de los Niños. La organización fundada por el Padre Eusebio Barbero lo acogió en Río Cuarto tras un derrotero de distintas instituciones. Sus mejores memorias, dice, empiezan a partir de allí. No se acuerda mucho de su vida en Villa Dolores. Cuenta que lo separaron de su madre y que dio vueltas hasta llegar a la institución de avenida Sabattini al 4200, en la que vivió hasta los 18 años.  “Yo creo que soy hoy lo que soy por toda la gente que viene detrás mío: mis abuelos, mis entrenadores, Los Gigantes, La Ciudad de los Niños y el Jockey”, repasa minucioso. El deporte, un club y organizaciones sociales se dan la mano en la trama. La historia de un sujeto atravesada por lo colectivo.  

Alan Falcon en sus tiempos con Los Gigantes
Alan Falcon en sus tiempos con Los Gigantes

Su primer contacto con la ovalada fue a los 12 años. Falcón residía en La Ciudad de los Niños y en la colonia de verano -en el predio Julio Ayup-  aparecieron Los Gigantes. “Me acuerdo que apareció Luis y nos enseñó algunas reglas. En ese momento me enamoró del rugby el tema del contacto. Eso de poder hacer un deporte en el que pueda usar mi físico y mi porte, sin tener que andar cuidándome de poder golpear mal a otra persona”, remarca. 

“Desde el primer día Alan nos sorprendió a todos”, recuerda Luis Schlossberg. Más allá de la impresión que le causó su tamaño, el coordinador de Los Gigantes remarca que Falcón incorporó muy rápido las destrezas que requiere un deporte como el rugby. “Tiene una humildad muy particular que lo ayuda en el proceso de aprendizaje”, destaca y resalta su capacidad para generar buenos vínculos con los demás. 

“Me gusta estar en la cocina del juego, por eso soy primera línea”, sonríe Alan al hablar de la posición que ocupa dentro de la cancha. Dicen los que saben que el rugby se define en el contacto y pocos conocen de eso como los forwards. Ser pilar implica estar siempre detrás de la pelota, muchas veces, sin tocarla. Tacklear, contraraquear y pescar en defensa y apoyar y limpiar en ataque, son algunas de las funciones básicas del puesto. Su hábitat natural es el scrum. “Es un lugar en el que puedo usar mi físico. Sé que puedo destacar”, comenta respecto de lo que ha hecho desde que llegó al Jockey con 14 años. 

El paso de Los Gigantes al Hípico lo definió su tamaño: “Llegó un momento en el que tenía mucha diferencia con el resto”, recuerda Alan. Luis -que en ese momento jugaba en el Jockey-  y Danisa gestionaron una beca para que pudiera ponerse la camiseta naranja. Allí lo recibió Sergio “Piero” González, coordinador del rugby del club. “Nosotros trabajamos mucho con el rugby social y así fue que llegó Alan. Creció muy rápido y a los 16 años ya empezó a formar parte del plantel superior”, cuenta el entrenador. Más allá de sus cualidades como jugador, remarca de Falcón su sentido de pertenencia. “El Jockey me dio mucho y voy a extrañar todo”, sostiene Alan al hablar de una institución en la que no sólo juega, sino en la que también dio sus primeros pasos como formador.

El paso al Rugby Clube de Santarém significará para Alan la puerta de ingreso al rugby profesional. Implicará dedicarse de lleno al deporte, algo que no ocurre en Argentina. Por caso, Falcón compartió su tiempo con la ovalada con un trabajo de repartidor de carne. “Era complejo por el tema del físico”, señala respecto de cómo le afectaba tener que cargar medias reces al hombro antes de ir a entrenar. 

“Me dijeron que es un club muy parecido al Jockey. Muy familiero y tranquilo”, comenta Alan respecto del que será su nuevo hogar. Fundado en 1995, el Rugby Clube de Santarém ascendió este año al Top 12 de la División de Honor (primera división) del rugby portugés. Juega de local en el predio de la Escola Prática de Cavalaria (Escuela Práctica de Caballería) que tiene capacidad para 500 espectadores. La ciudad se encuentra a unos 81 kilómetros al norte de la capital Lisboa, tiene alrededor de 60 mil habitantes (un tercio de la de Río Cuarto) y es surcada por el Río Tajo (el más largo de la península ibérica). Definida como la “capital del gótico” portugués por sus edificios e iglesias medievales, le abrió sus puertas a Alan a través de un conocido de “Piero” González que vive en Portugal. “Estamos muy orgullosos por él y felices de que pueda construir un camino así en el rugby”, remarca González. “Estamos muy felices por qué consideramos que la semilla que plantamos con Los Gigantes sigue viva con él. Con lo que hace y con lo que representa”, comenta Schlossberg.

Del rugby social al rugby profesional, la historia de Alan Falcón es otra más en ese lienzo que muestra al deporte cómo un camino diferente. Es un premio para ese rugby que es visto de reojo por sectores progresistas. “El rugby me dio amigos y una manera de encarar la vida. Eso es lo que me llevó a Portugal”, dice Alan, mientras los recuerdos de esas tocatas con Los Gigantes en las orillas del Río Cuarto le dan paso a las ilusiones de partidos profesionales a la vera del río Tajo. 


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