Mientras el fútbol argentino termina un año con arbitrajes polémicos, escándalos de apuestas y ascensos sospechados, los campeones del mundo andan de gira con el presidente de AFA
“No buscamos el beneficio personal… Luchamos por la lavandería, por la gente que trabaja para el equipo”, sonó la voz de Luis Scola en el gimnasio de la Universidad Argentina de la Empresa. Era el 30 de julio de 2014, faltaba un mes para el mundial de España y la Confederación Argentina de Básquet se caía a pedazos tras la gestión de Germán Vaccaro. El capitán amenazó con dejar la selección si no había un cambio institucional. Sus compañeros acompañaron el reclamo. Tras un entrenamiento realizaron una conferencia de prensa conjunta. Scola explicó la situación y sentenció que el compromiso del equipo era para con el básquet argentino en general, no con la obtención de medallas. Con la economía de gestos que lo caracteriza, el pívot remarcó la responsabilidad que como referentes, tenían ante las irregularidades.
La presión surtió efecto. Al poco tiempo la secretaría de Deportes de la Nación intervino la CABB e inició un proceso de saneamiento. Para quienes saben de básquet argentino, aquella foto de Scola, Ginóbili y compañía, es tan importante como la del podio de Atenas 2004. Es parte de la estela de esa generación. Una marca de compromiso que fue más allá del parqué.
La conferencia pasó desapercibida ese día. No podía ser de otra manera. Coincidió con la muerte de Julio Humberto Grondona. El presidente de la AFA se fue de este mundo sin demasiados preámbulos ni avisos. El fútbol argentino quedó pataleando en el aire. El “vicepresidente del mundo”, como se decía a sí mismo, dejó un legado pesado: un torneo de 30 equipos, una selección seria, los promedios, el Fútbol para Todos y, como toda conducción personalista, ningún sucesor a la vista. Fue el comienzo del derrotero de acontecimientos que terminó con Claudio Fabián Tapia como el dueño de la pelota.
El heredero de Julio Humberto aprendió bien algunas de las máximas grondonistas y otras las reversionó. Se quedó con el torneo de 30 equipos y lo utilizó para intercambiar favores. En los campeonatos argentinos hay más surrealismo que una película de Buñuel. Los torneos son laberintos que nada tienen que envidiarle al que construyó Dédalo para el Minotauro en la mitología griega. Hay partidos que terminan después de la medianoche. Los descensos se suprimen en cualquier momento, sobre todo si hay clubes aliados en problemas y no hay un solo ascenso que se salve de la sospecha. No faltan tampoco los líos con las apuestas ilegales. Hasta un streamer se dio el gusto de debutar en primera solo por razones económicas.
El arbitraje es el ámbito en el que el gobierno del “Chiqui” hace que se extrañe a “Don Julio”. Grondona tenía cierto pudor que la actual gestión no tiene. VAR de por medio, cada fin de semana se producen errores groseros que -en general- favorecen a clubes cercanos al poder central y perjudican a quienes tienen conflictos con el “Comandante”. Para muestra, el Arsenal de Grondona tardó 50 años en llegar a primera y 60 en ganar un título, mientras que Barracas Central tardó menos de 10 en llegar a la Liga Profesional (Para más sobre el fenómeno Barracas se recomienda leer este artículo de La Nación: https://www.lanacion.com.ar/deportes/como-se-armo-el-plantel-de-barracas-central-y-que-paso-cuando-un-club-rechazo-venderle-un-jugador-nid15102025/.)
El “Chiqui” aprendió algo aún más importante de Grondona: la selección es la prioridad. Así como “Don Julio” le dio al equipo nacional su lugar, el “Comandante” la reconstruyó. Esta premisa la tuvo clara incluso antes de ser presidente. En plena Copa América 2016 la selección sostenía sola a una AFA intervenida. Cuando los jugadores se sentían desamparados, fue Tapia el que estuvo para acompañarlos. “Que desastre son los de la AFA”, posteó aquella vez Lionel Messi en Instagram. El jugador del Barcelona era blanco de críticas y llegó a esa copa en medio del escándalo por evasión de impuestos. Fue la primera vez que Messi dijo algo sobre la AFA. La única hasta el momento.
Tapia no sólo se salvó de aquella crítica, sino que quedó del lado de los jugadores. Ya presidente, fue por Sampaoli, una aventura que terminó mal. Después apostó por Scaloni y salió ganando. La Copa del Mundo sirvió de galvanización. Nada lo marca, ni siquiera el “Chiqui Tapia botón…” que aparece en las canchas cuando alguna hinchada se siente robada por un árbitro.
Haciendo Patria. ¿Así, o más argentinos? 🧉🇦🇷
— Chiqui Tapia (@tapiachiqui) October 14, 2025
TRIDENTE CON AURA. pic.twitter.com/7gby4N0ve0
Al igual que Grondona, resiste presidentes. Fue aliado de Alberto Fernández y ahora se mira de reojo con Milei. Hasta se consiguió un puesto en FIFA. Sólo aquel tire y afloje con Scaloni le dañó un poco la figura. Fue después de un partido ante Brasil, cuando el DT amagó a renunciar no se supo bien por qué. La sangre no llegó al río, pero demostró quienes pueden hacer retroceder un poco al “Comandante”. Grondona le hacía frente a jefes de Estado y CEOs, pero tenía claro que había un mortal contra el que no podía. Un mortal que le costó varios dolores de cabeza. Un mortal llamado Diego.
Para cambiar el básquet argentino se necesitó que la Generación Dorada se plantara. Una foto de los campeones del mundo en Qatar, similar a la que se describió más arriba en este artículo, quizás cause un efecto parecido. Pero claro, quién debería ponerse en el centro y hacer de Scola, elige sacarse otras fotos.
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