Historia de un boxeador

Agustina Zanotti

Estudiante de Ciencias de la Comunicación
Miguel Ángel Canedo, es un púgil retirado de la localidad de Sampacho que, con sus cross, sus ganchos y su velocidad de puños, hizo temblar el Luna Park en la década del 80

En la esquina porteña de corrientes y bouchard se alza desde sus cimientos un famoso e imponente anfiteatro cubierto. Con capacidad para unas nueve mil personas, con alrededor de siete mil metros cuadrados y de color terracota. En las paredes laterales se ven dos ventanas tan largas como el mismo edificio y debajo de ellas, en grandes letras, con luces de color rojo el nombre del lugar. En su exterior, se ve una silueta blanca de tres hombres con una pelota y un aro de básquet. Sobre eso una franja blanca con letras rojas y mayúsculas, en la que se lee “El palacio de los deportes”. Más abajo la entrada al majestuoso “Luna Park”.

En su interior, un enorme salón con cuatro paredes que están cubiertas con butacas azules y rojas a modo de anfiteatro a las que les llega muy poca iluminación. Miles de luces trepadas en largas estructuras cuelgan de lo alto del techo y apuntan al centro del lugar, donde hay un escenario y sobre él, un cuadrilátero de boxeo que se ve totalmente iluminado.  Sobre el ring, colgando hay cuatro enormes pantallas donde reproducen en vivo la pelea, seis estructuras en forma de media luna llenas de parlantes y más luces. Todo parece pequeño comparado con la inmensidad del lugar.

En el rincón azul, ganador por cuatro KO seguidos, oriundo de la localidad de Sampacho, provincia de Córdoba, con un peso de 58 kilogramos, en la categoría súper pluma, señoras y señores aquí se presenta Miguel Ángel “Kirco” Canedo. Escuchar a un presentador de boxeo con su natural voz rasposa retumbando en las cuatro paredes del Luna Park diciendo unas palabras similares y arrastrando algunas vocales, hacía su entrada el boxeador de Sampacho, Canedo. Encapuchado con su bata color verde brillante con letras de color amarillo que hacían publicidad a “amargo serrano Terma” y un pantalón corto que combinaba. De una tela liviana que se movía tanto como él cuando entraba al estadio e iba hacia el ring. Llevaba sus manos vendadas, unas medias verdes que llegaban hasta debajo de sus rondillas y unas zapatillas altas de color blanco.

Una vez arriba del cuadrilátero, todo parece un ritual que se repite cada vez que va a empezar una pelea. Su equipo le da todas las indicaciones posibles, le pasan vaselina en todo el rostro, le colocan los guantes, le dan agua y le ponen un protector bucal. Y entre cada round se reproducen esas acciones una y otra vez. Canedo parece no escuchar lo que le dicen, solo asienta con la cabeza. Se nota en la expresión de su rostro una enorme concentración.

Muy lentamente en su bicicleta amarilla “Kirco” recorre las calles de Sampacho. Como si fuese un hombre más. Sin llamar la atención de nadie, aunque su bicicleta tenga un color estridente. Como si nunca hubiese hecho algo importante. Muchos lo conocen, pero pocos saben quién fue y qué hizo en su juventud.

Miguel Ángel “Kirco” Canedo tiene 60 años, aunque aparenta mayor edad. Se presenta de manera sencilla y no son muchos los adjetivos que lo describen. Llega a todos lados en su bicicleta. Ese hombre de piel morena, delgado, súper pluma, que tanto vivió, que tanto experimentó en el mundo del boxeo. Agresivo, pero simpático, humilde y con una pizca de soberbia, un poco distraído. Viste un suéter gris oscuro con rayas rojas y blancas y un escote en V que deja ver una camisa de cuello blanco. Lleva un pantalón verde olivo.

A los 14 años empezó a boxear en Sampacho, su lugar de nacimiento y donde vive actualmente. “Se me dio la idea porque cuando era más chico y estaba en el colegio peleábamos a cada rato. Ahí me vio Narváez, después me insistió, ahí arranqué y me hice boxeador”, cuenta Kirco.

Octavio “yiyi” Narváez fue un sanjuanino que vivió en Sampacho. Cómo entrenador, formó y llevó a los primeros niveles del boxeo nacional a púgiles como José Alberto “Gringo” Vega, Osvaldo “Papi” Díaz y a “Kirco”, entre otros. En la localidad lo nombran como una persona que hizo mucho por el deporte del lugar. “Hacía las cosas de corazón, sin esperar nada a cambio”, repiten todos los consultados. Muchos boxeadores de Mendoza y San Juan venían a Sampacho a formarse y entrenarse con él.

Si hay algo que identifica a Canedo es su forma de contar las anécdotas de sus peleas. Pareciera que lo estaría viviendo en ese mismo momento. Comienza moviendo sus manos y brazos primero lentamente y cada vez más rápido, sus ojos se llenan de brillo, su mirada se pierde en un punto fijo, frunce el ceño y su rostro parece juntar enojo. Se levanta de la silla y de su boca salen sonidos como onomatopeyas de golpes “puaj”, “pum”, “pam” y termina la historia riendo. “Cuando me hice un poquito mejor viajé a Río Cuarto, me radiqué allá. Mi primera pelea profesional fue ahí, con un moldero. ¡Tuck! -dice y hace un gesto con las manos como de golpe – y gané, le pegué por todos lados. Ese fue el torneo de los barrios”.

“Como el mejor” es una frase que repite constantemente al contar lo que vivió y para contar cualquier otra cosa. Ese hombre de pequeño tamaño y extremadamente veloz con sus manos trata a sus allegados como “campeón” o “campeona”. “En el 80 me dicen: “Canito ándate para Buenos Aires” y allá estuve 10 años como el mejor”, comenta riendo.

En Buenos Aires vivía en la casa de su tía y su sustento económico era a través de una publicidad que hacía para amargo serrano Terma.  “La casa de mi tía quedaba cerca de la cancha de San Lorenzo de Almagro, de ahí tenía que ir hasta Ezeiza para ir a cobrar, porque me pagaban mensualmente para hacer la publicidad, de ahí iba a entrenar a La Tablada y después tenía que pegar la vuelta. A la mañana también, tenía que salir a correr siempre. Eso era algo divino”, recuerda.

-¿Cuáles fueron las peleas que más disfrutó?

– Todas las peleas eran lindas pero la que más me gusto, fue un día cuando voy entrando al Luna Park, yo era un fanático de Carlos Monzón y me trató mal. Vino y me dijo: “¿Qué andas pidiendo monedas acá?”. Venía el finado “Tito” Lectoure atrás mío y le dice “Carlos no me molestes a Canedo”. De ahí, agarré y calcé bronca. Me tocaba pelear de semi fondo con Ubaldo Sacco.

Canedo se levanta de la silla donde estaba sentado, comienza a mover los brazos, fija la mirada en un punto como recordando el momento y de su boca sale un extraño sonido como de un golpe: “pijpujpam”.

– Ahí lo tenés guardado. Lo puse nocaut en el primer round. Me había embroncado con lo que me había dicho Monzón.

– Conoce a muchos famosos, a Carlos Monzón, a Susana Giménez…

– Ahhh. Interrumpe Canedo. -Eso es lo que se lamentaba mi tío Jorge. Cuando me beso Graciela Alfano. Kirco como no lleve la maquina así te sacaba una foto. – cuenta con una enorme alegría y sonriendo.

– ¿Que significo el Tito Lectoure para usted?

– Ah, muy buena persona. Me decía “Canedo, ¿me pelea el sábado?” Yo iba a pelear. “Canedo ¿Cómo estás? ¿Me pelea el sábado de nuevo?” y yo iba. 

– ¿Aunque no estaba permitido?

Levanta las manos, abre grande los ojos, mira y dice:

– Él mandaba todo.  Ahí fue cuando metí los 4 KO seguidos. Él me decía por cuanto y yo le decía bueno y ¡tac! ahí está ahí tiene unas monedas de más. Me tiraba 200 o 300 pesos de más. Peleé tres sábados seguidos y metí 3 KO seguidos. De ahí me llama a los 15 días a pelear de nuevo, de semifondo. Fui, otro KO seguido.

Casi sin tomarse un respiro, el boxeador sigue contando sus anécdotas e historias, como si fuera la primera vez, exaltado y emocionado a la vez. Muy expresivo con sus gestos, sonidos y movimientos.

– Después, me toca la posibilidad de ir a Sudáfrica. Así que bueno, fui, hice el pasaporte y viajé. Cuando llegué allá, no me querían dar la plata que había arreglado Tito, así que no peleé. Perdieron ellos porque me tuvieron que pagar el pasaje de ida, de vuelta y la estadía que estuve allá.

Cuando Canedo llega a Buenos Aires, le avisan que tiene que ir a pelear a Río Cuarto. En ese momento estaba primero en el ranking junto con Roque Bianco. Quien ganaría la pelea sería el que competiría por el título argentino.

– Le pegué tantas trompadas a Bianco. Pero ¿Qué pasó? Compraron a los jurados para sacarme primero del ranking a mí y lo pusieron a él para que peleara por el título. No querían que fuera yo. – Dice riendo. – Bueno, son cosas así.

– ¿Perdió por ko Canedo?

– En Entre Ríos perdí por KO. Me pegó una trompada en la boca del estómago. Y quede sin aire y cuando hice así (hace la mueca como si quedara sin aire, abriendo sus brazos) me volvió a dar. Lo dejamos, esperamos dos meses, hicimos la revancha. Allá lo tenes guardado al hombre-, dice riendo.

La última pelea profesional de Canedo fue en Lima, Perú. En el año 1989, a pesar de que el resultado fue desfavorable para el boxeador Sampachense, le ofrecieron quedarse un tiempo en el país para hacer algunas peleas más. Pero no aceptó. Con 30 años, volvió a Buenos Aires y le dijo a su tía que se volvía a Sampacho.

– ¿Extrañaba Sampacho?

– Si.

– ¿Qué extrañaba?

– Los amigos, íbamos al dique a bañarnos, la vida del pueblo, es algo sano acá. Y en buenos aires salís, pero no sabes si volves.

 

Son las 15:30 de un 12 de mayo y en Sampacho hay un sol brillante que hace más llevadero este frío día de otoño.

Alejado del centro del pueblo se encuentra el taller mecánico de Juan Lusa. Son dos grandes galpones con techo de chapa, algunas de las cuales son transparentes para que pase la luz natural. Las paredes son de color blanco manchadas, por el trabajo y con unas ventanas pequeñas en lo alto. Adentro se ven muchas camionetas, unas diez por lo menos, ningún auto. Al entrar al lugar invade un aroma a pintura para autos. Dos radios prendidas al unísono, se escucha “Radio Sampacho”, con el volumen tan alto que apenas se puede hablar sin gritar. El taller, es como cualquier otro, herramientas por todos lados, trapos sucios, máquinas, auto partes, fierros, varillas, estructuras de hierro, etc.

Lusa es un hombre de unos setenta años, usa unos grandes lentes cuadrados y lleva una gorra verde, un suéter rojo, jeans anchos y borcegos. Lo primero que muestra en su taller es un recorte de una nota de un diario, que está pegado en una pared del galpón. El papel se nota muy gastado y con un color amarillento, apenas puede leerse. “Debe tener quince años el coso ese, o más de quince”, señala Lusa señalando el recorte.

 En el recorte se lee como título “Kirco… fuiste un campeón”, con una foto de él. Lo que sorprende es que él fue boxeador y a pesar de que es su taller, no tiene fotos suyas en la pared, sino de Canedo.

Juan trae en sus manos una bolsa amarilla de la que saca un viejo álbum horizontal de color bordó, con tapas duras, antiguo y un poco gastado. En su interior fotos en blanco y negro; de cuando peleaba él, algunas de cuando hizo de árbitro de box. También fotos del muy famoso “Yiyi” Narváez, que tan nombrado es en el mundo del boxeo sampachense y por supuesto fotos de Canedo. Además, otros recortes de diarios, de notas referidas al boxeo en Sampacho. En algunos de los títulos de esos recortes puede leerse: “‘Kirco’ Canedo le ganó por puntos a Victorino García”, también “El homenaje para un hacedor de figuras del box”, con más fotos de boxeadores de la localidad y hasta el viejo permiso para boxear de Lusa.

Juan tenía 16 años cuando empezó a boxear y lo hizo durante 6 o 7 años en la zona, Sampacho, Moldes, Rio Cuarto, Villa Mercedes, entre otros lugares. Hizo la marina en Azul, provincia de Buenos Aires donde peleo una vez.

 -Al kirco lo conocimos de chiquito iba siempre al gimnasio acá. Narváez lo hacía pelear muy bien y fue el que lo formó.

 – ¿Viste muchas peleas de Canedo?

– Ha tenido muchas peleas muy buenas Canedo, yo fui acá al Sporting cuando peleo, hice de árbitro, muy bueno, que peleón que hizo. Cuando noqueo al Hugo Güemes y el Hugo me decía “Juan déjalo, sepáralo, sepáralo, que no doy mas no doy más”. –  Decía imitando a Güemes – Claro, le estaba pegando un palizón.

– La mejor pelea que vi del kirco fue en Moldes, fue con un mercedino, que peleón hermoso, muy buena pelea, los dos eh, se dieron los dos. Tome y traiga.

– ¿Cómo boxeador que resaltas de él?

– Muy bueno, era una cosa extraordinaria, una velocidad de manos, como ahora no más. Lo ves, así como esta todo trisado, pero sabía venir acá y yo tengo la bolsa colgada y le digo hacete un round. Si, meta, decía y le daba como si estuviese nuevo a la bolsa, no te digo tanto ahora, pero hace 5 o 6 años atrás venia y le daba.

– ¿Y podría haber llegado a ser un gran boxeador a nivel nacional?

– Si, por la velocidad de manos que tenía y como metía y todo. El aguante que tenía. Tenía mucho aire, no se cansaba. Da emoción verlo. Y cuando se fue a buenos aires ya era otra cosa, era otro nivel.

 

Es un soleado día de otoño, en la localidad de Sampacho y los colores amarillo, naranja y marrón se ven en todos los árboles y en las veredas, con sus diferentes saturaciones. Unos más claros, otros más oscuros, pero todos en una perfecta armonía que se mezcla con el cálido amarillo que emite el sol. Ya quedan pocas hojas en los árboles y eso hace que grandes rayos de luz atraviesen las plantas e iluminen las veredas que están teñidas de naranja por las hojas que han caído. Son las 16 y ya se comienza a ver circulación de personas, los negocios abriendo, los talleres trabajando, niños en bicicletas, familias en las plazas disfrutando de la calidez del sol.

En el barrio “25 de mayo” tiene su casa Raúl Monafo, un ex boxeador y juez de box de la localidad que vio pelear a Canedo y que también hizo de juez en una de sus peleas.

– El kirco no se hizo acá. Acá se inició, después se fue a Rio Cuarto y después de ahí se fue a Buenos Aires. Lo que conocemos nosotros es lo que hizo acá, lo que es a publico conocimiento. Para mí, honestamente, sampachero es el mejor boxeador que tuvo. A mi gusto. Como boxeador bueno, bueno.

– ¿Qué es lo que tenía bueno?

– Completito, tenía pegada, no sé resistencia porque no lo vi cobrar nunca, buen boxeo, buena pegada, era abiertito, estilista, no era de esos que se prendían a pegar.

– ¿Fuiste juez en alguna pelea de él?

– Fui una vez juez de una pelea de él, acá en Sampacho. También fui a la pelea en “La gran noche de los campeones” en el parque de banda norte. Ahí le chorearon una pelea con Bianco. Ahí le robaron la pelea. Esa pelea se la robaron porque aparte de que peleo el kirco bien, el otro trastabillo y callo una vez.

– ¿Podría haber llegado a ser un gran boxeador?

– Y si, llego a ser un gran boxeador, lo que pasa es que no tuvo la oportunidad de llegar a pelear por un título. No tuvo la oportunidad de figurar con un título. Pero peleó con varios campeones porque no se le achicó a nadie nunca. Para mí de Sampacho lo mejor.

Canedo ese humilde hombre que alguna vez fue un gran boxeador dice “el boxeo es el deporte que más me gusto, es algo que uno lleva dentro”.

– ¿Qué le diría al joven que quiere practicar boxeo?

– Que le tiene que gustar, dice sin pensar, y seguir entrenando, porque eso de querer boxear sin entrenar no.

– ¿Está arrepentido de algo de todo lo que hizo?

– No, yo todo lo que hice, lo hice porque me mandaban. – Hace unos minutos de silencio con la mirada fija en el suelo, luego levanta la cabeza, sonríe y agrega.

– Como el mejor.

Canedo, actualmente, no trabaja y no recibe ninguna jubilación. Solitario, recorre las calles de Sampacho en su bicicleta amarilla haciendo mandados a amigos y conocidos y así gana unos pesos. Dicen que una mala administración o la falta de un guía hizo eso. Muchas personas tratan de ayudarlo de alguna manera. Aunque lo poco que gane lo gaste en una botella de cerveza o en una caja de vino en algún bar. Pero Canedo sigue adelante. No tira la toalla, por más que la vida lo ponga contra las cuerdas. Sigue soportando golpes y caídas. Sigue dando pelea con la actitud de un campeón, “como el mejor”.

 

Redacción y foto: Agustina Zanotti, estudiantes de Ciencias de la Comunicación